—¿Sir Jonah? —el rey Marinus repitió, aparentemente horrorizado. En un tono más suave y apagado, tomó por el antebrazo a Cordelia y la acercó a él—. ¿Por qué sugerirías eso? —susurró con dureza, intentando —sin éxito— mantener la voz baja.
La única persona que parecía aún más horrorizada por esto era nada menos que Atticus. Sus ojos se abrieron desmesuradamente por la conmoción, aterrado ante la posibilidad que se cernía ante él. Líneas de angustia marcadas profundamente en su ceño fruncido, sus rasgos contorsionados en una máscara de horror e incredulidad.
Su boca se quedó abierta en una protesta silenciosa, queriendo inmediatamente argumentar en contra de la terrible sugerencia de la Princesa Cordelia, pero lamentablemente fue un paso demasiado lento. Daphne habló primero.