—Cordelia, por favor piénsalo dos veces —dijo de inmediato Daphne—. No estaba pensando cuando dije esto... No puedes estar hablando en serio... ¡Esto arruinará por completo tu reputación! —dijo Daphne, con sus palabras atropellándose en su prisa por detener a Cordelia de tomar una decisión terrible. Su propia mente era un torbellino confuso.
Pero Cordelia levantó un dedo a sus labios, haciendo que se detuviera.
—Exactamente, Daphne; has enumerado todas las razones por las que debo proceder con esta idea —dijo Cordelia fervorosamente—. Seré tan imposible de casar, que todas las monjas y huérfanos llorarán por mí. Las madres advertirán a sus hijas que no sean como yo. Seré una paria en la sociedad educada.
—¿Y quieres esto? ¿Estás loca? —Daphne casi se arranca el cabello de la frustración.