Jean Nott era una maldición infernal, un demonio que había surgido del infierno. Incluso con una cuchilla atravesándole la garganta, aún podía aferrarse desesperadamente a su conciencia, utilizando el último ápice de su fuerza para lanzarle a Atticus su sonrisa desconcertante.
Atticus nunca había conocido a un bastardo más resistente que este― lamentablemente, este también era el hombre que Atticus más deseaba muerto.
—Un niño —susurró, prácticamente sólo moviendo los labios. Apenas salió algún sonido de sus labios, y dado que Daphne estaba tan lejos, Atticus dudaba mucho que Daphne pudiera escuchar algo. Sin embargo, Jean Nott parecía demasiado decidido a terminar su pequeño discurso. —Ido. Tuyo.
—¡Cállate!
—Atticus —gritó Daphne, irrumpiendo desde donde se había ocultado todo este tiempo.