Semanas y meses pasaron mientras Atticus continuaba haciendo viajes nocturnos a la mina junto con Jonás y el rey Calarian.
Para entonces, conocía la ruta como la palma de su mano y no necesitaba que el rey Calarian lo acompañara como un padre sigue a su hijo a la escuela. Pero el rey mayor aún insistía, alegando que técnicamente era responsable de ellos. Si algo le hubiera pasado a Atticus en su reino, podría causar un incidente diplomático.
O quizás el rey Calarian temía que Atticus pudiera desvalijar completamente sus minas. Atticus solo deseaba tener tal capacidad. Sus aventuras mineras eran aburridas hasta el extremo. No había explosiones misteriosas, pero al menos su camello había decidido finalmente dejar de escupirle en la cara. En su lugar, tan solo le lanzaba una mirada de disgusto cada vez que Atticus se acercaba.