—¿No le dijiste? —exclamó Jonás, con una expresión de profunda decepción en su cara.
—¡Olvidé, está bien! Simplemente se me pasó —dijo Atticus a la defensiva—. He estado muy ocupado últimamente, ¡ya lo sabes!
—Atticus, Sirona dijo que Daphne no debería sufrir ningún estrés. Descubrir que te has ido sin previo aviso en medio de la noche definitivamente constituye causarle estrés —le regañó Jonás, chasqueando la lengua fuertemente—. ¿Quieres poner en peligro el embarazo?
—Está bien, estoy seguro de que la Reina Lavinia se lo haría saber —argumentó Atticus—. Daphne no es una idiota, puede descubrir las cosas por sí misma sin necesidad de que yo se las dé masticadas.
—¿No es ese el problema ahora? —suspiró Jonás, dejando caer su pico al suelo—. Ya desconfía de ti, ¿y luego te escapas y desapareces sin advertencia? ¡Serías afortunado si pensara que solo estás teniendo una aventura!