Las lágrimas se agolparon en los ojos de Daphne. No era de las que lloraba fácilmente, pero la ira abrumó sus sentidos, tanto que no pudo controlarse y dejó escapar unas gotas de lágrimas. Sus puños se habían cerrado inconscientemente, y tuvo que recordarse a sí misma calmarse y tomar hondas respiraciones para evitar temblar de ira.
—Su excusa fue que Jonás estaba en una cita, visto con una rubia no identificada anoche —continuó Daphne—. Evidentemente no.
—Entonces debe haber algo más que está haciendo —dijo Leonora, terminando el razonamiento de Daphne—. O debe haber una razón por la cual la enfermería estaba vacía anoche. Se dejó sin protección a propósito, a pesar de la promesa del Rey Atticus de enviar caballeros a su alrededor.
—¿Pero cuál es el punto de eso? —preguntó Silas—. ¡No hay nada que robar! ¡Oye, ouch!