La sensación de inquietud permaneció con Daphne durante unos minutos más. Incluso cuando Nereo había cambiado completamente a un conjunto de ropa seca y había tomado a regañadientes un bocado del muslo de pollo con Zephyr, todavía se sentía mareada por dentro.
—¿Qué te pasa, Daphne? —preguntó Zephyr, inclinándose un poco hacia adelante para observarla.
—Mi hermano. Algo va mal —murmuró Daphne y se puso de pie—. Debería volver a la enfermería. Quizás ya esté despierto.
—Iremos contigo —dijo Zephyr—.
De inmediato, Zephyr también se levantó, el muslo de pollo medio comido olvidado. Nereo siguió el ejemplo, sus labios apretados firmemente mientras la miraba en silencio.
—No —dijo Daphne—. Ustedes dos todavía se están recuperando. No van a ir a ninguna parte.
—Nuestros cuerpos ya han sanado lo suficiente —argumentó Nereo.
Al final, Daphne cedió. Tenían razón: sus cuerpos sobrenaturales sanaban las heridas más rápido de lo que lo haría un humano.