"Silas gimió, su cuerpo rodando sobre las resbaladizas tejas. Sin embargo, no podía quedarse tumbado en el suelo lamentándose.
Contrario a sus expectativas, el sentido del olfato de Alistair no fue obstaculizado por el repugnante hedor del alcantarillado. Ese monstruo no tuvo problemas para rastrearlo y se abalanzó sobre él. Una de sus garras clavó la propia mano de Silas en el suelo.
Su grotesca cara, retorcida con un hambre desquiciada, se cernía sobre el cuello de Silas. Sus colmillos brillaban ominosamente a la tenue luz del alcantarillado. La sangre goteaba de la boca de Alistair, salpicando todas las propias heridas de Silas, lo que le hizo siseó de dolor. Era como si el ácido estuviera goteando en su torrente sanguíneo, envenenándolo desde dentro.