"Deja de actuar tan sospechosamente", regañó Atticus, gruñendo mientras Jonás miraba una y otra vez entre él y Dafne.
—¿¡Cómo no lo haría!? —Jonás casi gritó, su voz no muy alta pero aún así igual de urgente y frenética—. No importa cómo lo mire, esa es definitivamente Dafne ahí mismo. ¿Y tú afirmas que no es ella?
—Esa no es mi esposa —dijo Atticus firmemente—. Yo reconocería a la mujer que comparte mi cama todas las noches, ¿no?
—¿Solo porque cambió un vestido? —Jonás preguntó incrédulo—. Quiero decir, no puedes culpar a una chica por disfrutar de la moda, ¿verdad? No es como si no pudieras permitirte unas pocas costureras adicionales para que creen un guardarropa completamente nuevo para ella...
—El anillo en su dedo —dijo Atticus—. Es una falsificación. No es la Sinfonía.
—Quizás está preocupada por perder el anillo en un evento tan agitado —sugirió Jonás—.