—Suéltame esta vez, monstruo —tartamudeó Nereo.
A pesar de sus mejores esfuerzos por parecer tranquilo e impasible, era difícil para él permanecer completamente imperturbable cuando estaba cara a cara con su antiguo torturador, la persona responsable de convertir su vida en un infierno viviente cuando era niño. No podía creer que una vez más fuera dominado por un canalla y por su igualmente astuta media hermana.
Nereo rechinó los dientes cerrando los ojos mientras se maldecía a sí mismo por bajar la guardia. Había pasado casi una década saltando constantemente atemorizado para mantenerse a salvo, y el momento en que dejó de hacerlo, fue capturado.