"¿Es esto una broma, Duquesa?" preguntó Atticus, volviéndose para interrogar a Hazelle, quien pareció desconcertada.
Su cara estaba tan blanca como una sábana, sus labios pálidos, y todo su cuerpo tan quieto que Atticus tuvo que comprobar dos veces si aún respiraba o si se había convertido en piedra. Los labios de Hazelle se abrían y cerraban repetidamente como un pez fuera del agua, luchando desesperadamente por decir algo pero sin lograr articular ninguna palabra.
"Yo… Yo…" tartamudeó, los ojos fijos en la pareja en la cama, que ahora jugaban al tira y afloja con las sábanas; el Duque Lanperouge intentaba cubrir sus joyas de familia con las cobijas mientras Drusila no deseaba nada más que verlo completamente desnudo y sudoroso en ella. Todos los que los observaban sabían que debían apartar la mirada por decencia, pero no podían apartar los ojos.
Era como ver un castillo derrumbarse al suelo.