—¡Tú! —El rostro de Hazelle se puso rojo de furia, ardía de ira mientras apuntaba con un dedo a la cara de Daphne.
Esta última ni siquiera parpadeó, simplemente mantuvo el contacto visual, se negó a ceder o mostrar incluso el más mínimo signo de debilidad. Dos podían jugar a este juego. Si su cuñada estaba tan empeñada en ver su matrimonio quemarse en cenizas, a Daphne le encantaría recordarle que su propio matrimonio estaba lejos de ser todo sonrisas y arcoíris.
Desgraciadamente, ni Hazelle ni Daphne lograron pronunciar otra palabra. Un caballero irrumpió en la habitación, haciendo que los que aún quedaban en el comedor se girasen para mirar.
—¿Qué significa esto? —preguntó Leonora, golpeando la mesa con la palma de su mano.
—Sus Majestades —saludó el caballero, jadeando. Se volvió hacia los príncipes y princesas, inclinando la cabeza—. ¡Hay un ataque en Wethstadt!