«¿Atticus?» —preguntó, su voz aún ronca—. La mente de Daphne se sentía como si tuviera una capa de niebla vidriosa encima. Apenas podía pensar con claridad, pero la súbita falta de contacto entre ella y él la volvió a sobrios rápidamente.
Estaba tan cerca. Solo un par de embistes más y no hubiera dudado que se vendría.
—Aún no —dijo entre sonrisas—. Su propia respiración era pesada, aún con deseo.
La colocó en la cama y la volteó sin previo aviso. Daphne gimió de sorpresa mientras estaba a cuatro patas, su trasero levantado en el aire. Podía sentir las manos de Atticus abriendo sus piernas, su pulgar gentilmente abriendo sus pliegues para que él pudiera verlo mejor.
—Espera...
No tuvo oportunidad de hablar. Atticus introdujo su pene profundamente dentro de ella en un solo movimiento rápido, provocando que ella exclamara de placer.