—Mi querido esposo, me alegra que lo preguntes —Daphne colocó su pequeña mano sobre la de él, obligándose a no apartarse cuando él puso su otra mano en su cintura. Había incontables ojos observándola, esperando a que cometiera un error. No les daría esa satisfacción.
—Atticus dio un paso adelante y comenzaron a moverse. Daphne permitió que los años de práctica de baile se apoderaran de sus movimientos de manera instintiva, siguiendo cada uno de los pasos de él, cada ritmo, al unísono con la melodía de los violines. Su vestido se desplegó mientras ella giraba.
—Al dar vueltas por la pista de baile, las luces a su alrededor se difuminaron como si fueran estrellas. Lograba ver con dificultad a otras parejas que se unían a ellos cuando el heraldo lo indicaba. Lentamente, se sumaban cada vez más personas, rodeando a Daphne y Átticus que estaban bailando justo en el centro.
—Ellos eran la estrella, la principal atracción. Y por una vez, no parecía ser una mala situación.