"Resultaba casi gracioso ver a Lucien Seibert luchar contra la magia de la cianita azul. Se mordió el labio tan fuerte que estaba empezando a formarse sangre, y el sudor comenzó a formarse en sus sienes.
Atticus simplemente observaba, haciendo un gran espectáculo de balancear casualmente su silla, como si fuera un escolar aburrido atrapado en las lecciones en vez de un rey que conducía un interrogatorio. Sonrió cuando Lucien Seibert empezó a convulsionar, doblándose de dolor mientras las cianitas azules en su cuerpo protestaban por su silencio.
En cualquier momento. Nadie podía resistir el poder del cianita azul a menos que hubieran perdido la capacidad de sentir cualquier dolor en su cuerpo. A juzgar por el modo en que la cara de Lucien se había vuelto páida, él no era uno de los pocos afortunados.