—¿Oh? —Atticus tarareó.
Su curiosidad apenas ocultaba la decepción que sentía; esta última bullía en él como insectos revoloteando en su vientre. ¡Tan cerca!
—¿Quizás te gustaría descansar primero? Todavía tienes un par de semanas antes de que comience la competencia. Está bien procrastinar un poquito —sugirió—. Podría masajear mejor tu espalda si simplemente te acuestas en la cama―
Fue interrumpido por el grifo que voló directamente al regazo de Daphne. El estúpido pájaro graznó pidiendo atención, prácticamente acurrucándose en el regazo de Daphne como un gato doméstico.
—¿Oh, ya tienes hambre? —Daphne preguntó, abriendo sus ojos mientras miraba al grifo aletear sus alas—. Su esposo fue completamente olvidado ante los lastimeros gritos del grifo, demandando su atención.
—¿No acaba de comer? —Atticus gruñó—. Si engorda más no podrá volar.