"En el corazón del laberinto, cayó una oscuridad siniestra que cubría todo con un manto de mal augurio. Una espesa niebla se deslizaba por los pasillos estrechos, tragando toda traza de luz. La visibilidad se reducía a pocos metros, las paredes parecían acercarse con cada paso, y el aire se volvía pesado de anticipación.
—Este lugar es increíble —comentó Daphne, su voz entrecortada—. ¿Cómo lo construyeron tan rápido? Ayer no estaba aquí.
Como si estuviera viva, la niebla parecía susurrar, llevando ecos distantes y espantosos que jugaban trucos en la mente. El silencio era ensordecedor, interrumpido solo por el tenue crujir de criaturas invisibles y el suave paso de sus propios pies. Cada giro escondía un potencial nuevo terror, demasiado difícil de atrapar con la penumbra del lugar entero.
Una sonrisa divertida se dibujó en los labios de Atticus. —¿No tienes miedo? —preguntó.