—¿Sirona estará bien? —preguntó Daphne preocupada mientras miraba su silla vacía—. Esa quemadura parecía bastante grave.
—La sanadora Sirona puede ser muy habilidosa, pero mis curanderos también lo son —dijo el príncipe Nathaniel tranquilizadoramente, acariciando la mano de Daphne tan brevemente que casi creyó que se lo había imaginado—. Descansa tranquila, no escatimaré en gastos para asegurarme de que se recupere por completo.
Por supuesto, sus curanderos se asegurarían de mantenerla en la enfermería tanto tiempo como fuera posible. No convendría que volviera aquí e interrumpiera su tan ansiado tiempo a solas con su perdida prometida.
—Gracias, Príncipe Nathaniel. Has sido muy bondadoso —Daphne inclinó suavemente la cabeza.