"En cuanto regresó a su aldea, Oriana empacó todo lo que necesitaba para su viaje al Sur. Su cuchillo estaba en la funda de su cinturón, escondido debajo de su abrigo exterior, y de vez en cuando seguía tocándolo. La familiaridad de su mango calmaba su corazón.
«Con mi cuchillo de regreso, no tengo necesidad de ver esa cara molesta nunca más. ¡Buena riddance!» Pensó ella, miró la bolsa llena de cien monedas de plata. «Aunque, el pago de ese mocoso asquerosamente rico seguro que es oportuno. Ahora no tengo que preocuparme por los gastos de viaje y el costo de esa hierba».
—¿Has terminado de empacar, Ori? —preguntó el anciano.
—Sí, abuelo —le entregó una bolsa de monedas a su abuelo. Había puesto dentro todo lo que había ganado vendiendo hierbas en los últimos días—. Esto es para ti abuelo. No hay necesidad de ser frugal. Usa tanto como puedas cuando vayas al pueblo la próxima vez.