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Ante tal vista, mi corazón parecía contraerse de dolor…
Hijo se encontraba tumbado sobre su cama, su piel era de un tono pálido, enfermizo. Su largo pelo negro que le llegaba hasta la cintura parecía ser solo una sombra de lo que era antes, pues, en vez de bello y cuidado, estaba completamente desaliñado. Sus ojos negros eran profundos, mantenían una extraña calma sobre la situación, mientras que en su rostro, usualmente indiferente y frío, sus labios se habían curvado en una leve sonrisa.
Los músculos, huesos, tendones, ligamentos, órganos y cada parte de su cuerpo se habían atrofiado. Hijo ya no podía mantenerse en pie por sí mismo, rara vez salía de su habitación, recibiendo cada día nuestras visitas. Dýnalo y Adaphia muchas veces pasaban el día entero junto a Társalo.
Aun así, hijo seguía disfrutando de lo poco que tenía, mirando por la ventana por horas, leyendo libros e incluso escribiendo poemas, lo último era algo nuevo para nosotros. Él usaba el artefacto mágico de su habitación para llamar a un sirviente, el cual le ayudaría con cualquiera de sus tareas, ya sea traerle un libro, comida, papeles o tinta, a veces incluso le ayudaban a pasear por el castillo.
Mientras me había mantenido en silencio, hijo habló: "Buenos días, madre… Realmente me alegro de verla", dijo Társalo, manteniendo la leve sonrisa en su rostro.
Ante tales palabras, rompí en llanto… Las lágrimas comenzaron a fluir por mi rostro, subí a su cama y le di un fuerte abrazo.
Me sentía culpable… Habían pasado más de 2 años desde que hijo maduró y, durante el último año, a penas había estado junto a él.
Hijo estuvo en terrible estado desde hace meses, cada vez peor, hasta que, hace unas semanas, finalmente no pudo salir de la cama por sí mismo…
Mientras tanto, yo me mantuve experimentando, marido me ayudó durante la mayor parte, pero él sí que tuvo tiempo de ir junto a Társalo… Yo lo dejé solo… ¡Y aun así no pude encontrar la solución que tanto ansiaba! ¡No soy capaz de salvar a mi propio hijo!
Mis sollozos se escuchaban claramente, pero unos débiles brazos me devolvieron el abrazo. "Madre… Quiero agradecerte… Gracias por darme la vida, gracias por cuidarme tanto como has podido… Eres la persona más decisiva que conozco, me siento lleno de orgullo al pensar que soy tu hijo"
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Mis débiles brazos abrazaban a madre, me dolía verla llorando de esta forma…
Alcé mi mirada hacia mi familia, todos se encontraban presentes, tanto padre como madre, tanto hermano como hermana…
No pude evitar soltar un suspiro…
Se supone que hoy era mi último día, según los cálculos de madre… Y en sus mismas palabras, esta era la vez que más deseaba estar equivocada.
"Padre… Gracias por todo, al igual que madre, me diste la vida y buscaste tiempo donde no lo había para poder pasarlo a mi lado… Has sido un gran rey, pero tampoco sacrificaste tu puesto como marido ni como padre… No podría estar más feliz de haber nacido gracias a vosotros"
La mirada de padre estaba oscurecida, pude notar como unas lágrimas se escapaban de sus ojos, fluyendo lentamente.
Tras mis palabras, padre se acercó a madre, apoyándola para levantarla. "Querida… Levanta, todos nos sentimos así, pero… Estoy seguro de que Társalo quiere vernos tal y como somos en sus últimos momentos…", la voz de padre resonó, claramente contenía dolor, pero trataba de mantenerse fuerte.
Madre asintió en respuesta, los sollozos se calmaron lentamente mientras padre la abrazaba, acariciando la parte posterior de la cabeza de madre.
La vista ciertamente calentaba mi corazón… Madre era decisiva y eficiente durante el trabajo. Cuando había tenido la oportunidad de verla mientras experimentaba, era fascinante, nunca podía imaginar que alguien pudiera tener tanta dedicación sobre algo, su actitud daba un cambio radical… Probablemente de ahí venga la intensa personalidad de hermana.
Sin embargo, en la vida diaria, era una gran mujer, ella era muy amable, cada acción suya tenía una gran gracia y elegancia, nunca la vi estallar de ira o decir palabras malsonantes, a diferencia de cuando trabajaba, puesto que en esos momentos nada menos que la perfección la satisfacía.
Ahora, miré hacia hermano, este aún trataba de sonreír, evidentemente conteniendo sus emociones.
"Hermano… ¿Recuerdas cuando jugábamos a ser caballeros? Siempre trataba de escaquearme, pero… ahora deseo que esos tiempos vuelvan… Eres alguien carismático, haces sonreír y reír a cualquier persona que encuentres, haciéndolas sentir como si estuvieran en su propio hogar… Eres una maravilla y serás un gran monarca en el futuro, ni la Gran Estrella será capaz de hacer palidecer tu personalidad… Gracias por cuidarme siempre que has podido, gracias por estar siempre ahí aunque haya tratado de alejarme y gracias por intentar que tenga el mejor presente y futuro posible"
Pude notar como los puños de hermano se apretaron, agarrando su ropa con fuerza, pero aun así sonrió incluso más ampliamente. "… ¡Para eso estoy aquí, hermano…! No podría llamarme un buen hermano mayor si no hiciera eso… ¡Es lo mínimo!"
Ah… Si solo pudiera haber pasado más tiempo con él… En un principio, hermano era alguien molesto para mí, trataba de evitarle, ya que a mis ojos era solo un niño, puesto que yo había reencarnado… Ojalá no hubiera sido tan estúpido…
Por último, pero ciertamente no menos importante, miré a hermana. Sus ojos claramente contenían lágrimas, su cuerpo parecía estar muy tenso, estaba seguro de que ella quería golpear algo ahora mismo.
"Hermana… Desde pequeños siempre venías con hermano y yo a jugar, blandías cualquier arma con una facilidad impresionante, dejándome por los suelos en cualquier juego e incluso a veces ganando a hermano, a pesar de que él es tres años mayor que tú… Conociéndote, sé que serás el mejor general que nuestro reino haya visto en su historia, no solo como una gran estratega, sino que también con un gran poder propio, tu capacidad de liderazgo es incuestionable, pues por cada lugar por el que pasas tu personalidad y cuerpo imponen respeto a cualquier persona que te vea… Y, aun así, eres alguien sensible, con empatía, la crueldad nunca te ha definido…"
Hermana apretó sus dientes, intentando no apretar sus puños, estoy seguro de que si lo hiciera, acabaría sangrando por la fuerza que esta tiene…
Pero, no pude evitar que mi sonrisa se ampliara algo más. "Con un gran monarca como hermano, hermana como una gran comandante y padre y madre estando aquí para aconsejaros… Me iré sabiendo que el futuro de este reino es radiante…", dije lentamente, no había mucha tristeza en mi voz.
Tenía algunos arrepentimientos, por supuesto, pero… Honestamente, creo que me iré bastante tranquilo, rodeado de mi familia y sabiendo que tendrán una gran vida por delante… Es… una buena muerte…
Mientras miraba a mi querida familia, comencé a sentir cansancio, un enorme cansancio…
Je, je… Qué recuerdos… Es como cuando era un feto, cuando mis ojos se cerraban lentamente mientras no hay nada que pudiera hacer…
En aquel entonces, solo había oscuridad y el calor del líquido amniótico, pero, ahora, mientras mis ojos se cerraban, el calor que sentía provenía de mi familia, mi corazón parecía arder al pensar en ellos.
Pero… el tiempo no perdona a nadie…
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Los dos abismos del rostro de Társalo comenzaron a cerrarse, cuando estaban a punto de hacerlo, se abrieron una última vez, clavándose en su hermano, Dýnalo, este fue su último esfuerzo antes de que sus ojos se cerraran nuevamente…
El silencio parecía apoderarse del mundo, pero no duró mucho antes de romperse.
Querida corrió hacia Társalo, cuyos ojos estaban ya cerrados. Ella comenzó a moverlo ligeramente, llamando su nombre, pero no había reacción ninguna.
Yo quería comprobar si Társalo seguía vivo, pero… Tenía miedo… Sentía terror de saber la realidad…
Con dificultad, usé un hechizo de investigación para comprobar la vida de hijo…
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Muerto…
Hijo… estaba muerto…
Caminé hacia querida, quien aún estaba tratando de despertar a Társalo, y la abracé fuertemente… No solo para apoyarla, sino que también para confortarme a mí mismo.
Cuando querida notó mi abrazo, finalmente comprendió lo que había sucedido, a pesar de que ella estaba segura de lo que había pasado, no podía creerlo…
"… No… No, no… Esto… no puede ser…", pude escuchar la voz de querida, era suave y débil, pero entonces, comenzó a sollozar y a llorar, sus lamentos parecían venir de lo más profundo de su alma, su voz se quebraba constantemente mientras que una cascada de lágrimas caían de sus ojos.
Escuchar eso, fue la gota que colmó el vaso… Mi corazón se retorció de dolor y caí de rodillas junto a querida, las lágrimas dejaron de contenerse, notaba un gran nudo en mi garganta y una gran presión en mi pecho…
Nuestros quejidos resonaban por todo el lugar, quería levantarme y tratar de reconfortar a mi amada, pero ni siquiera tenía la fuerza para cuidarme a mí mismo o siquiera aparentar ser fuerte… Por lo que nuestro abrazo desesperado era lo único que nos permitía sentir algo de calor tras este balde de agua fría…
Uno de mis brazos se extendió, tocando la mano de Társalo, aún tenía calor, pero este era como una mera ilusión…
Una mano se posó sobre la mía, apartándola de la de Társalo, al subir un poco mi mirada, miré a Dýnalo, quien comenzó a agarrar mi mano con fuerza.
Su rostro mostraba su sufrimiento claramente, sus ojos enrojecidos, sus extremidades temblorosas, pero, aun así, seguía de pie…
Quería hablarle, pero nada salía de mi boca.
Entonces escuché un portazo, para cuando me quise dar cuenta, noté que hija había salido corriendo de la habitación…
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Habían pasado 9 días desde entonces… El dolor aún persistía al recordar.
Tras aquello, siento que he perdido una parte de mí mismo… Como si una parte de mi alma hubiera sido arrebatada.
Tanto querida como yo estuvimos por los suelos durante los primeros días y, honestamente, sigue siendo así, la diferencia es que continuamos con nuestro deber y trabajo… Por nuestros hijos, las personas que residen en el reino y en honor a Társalo, teníamos que seguir adelante.
Cartas de otros reinos llegaban a nuestra corte, todas llenas de condolencias y pésames, pero todas ellas eran solo palabras vacías a nuestros ojos.
Estas cartas solo eran cordialidad, puesto que era consciente de que ninguno de los gobernantes de otras naciones sentían pena alguna por esta situación, de hecho, sabía que muchos de ellos sentían alegría, mofa, desdén y calma… Algunos por maldad, otros por la desaparición de un potencial enemigo que los obstruyera en el futuro.
Únicamente las condolencias que mis oficiales y personas más confiadas me dieron en persona eran verdaderas, pues, después de tanto tiempo, había aprendido a diferenciar quién mentía y quién no, por lo que esto solo reafirmaba que estas eran personas con las que podía contar.
Una de las únicas cosas positivas en estos momentos, era que la familia estaba más unida que nunca en su mayor parte… Dýnalo pasaba todo el tiempo posible junto a nosotros, ciertamente era algo que amada y yo apreciábamos.
Por otro lado… Adaphia pasaba la mayor parte del tiempo encerrada en su habitación…
Solo salía para comer y, a veces, ni siquiera lo hacía.
Las pocas veces que la había visto fuera de su habitación, su rostro tenía una indiferencia forzada… En mis ojos era claro que estaba sufriendo mucho, pero… no sabía cómo debía de apoyarla… Únicamente Dýnalo entraba a su habitación. Le preguntamos numerosas veces sobre Adaphia.
Ciertamente, ella había sido muy afectada por estas circunstancias… No la podía culpar… Pero no podía seguir permitiendo esto.
Me detuve en seco, mirando a la puerta fijamente.
La habitación de Adaphia…
Como padre, no puedo permitir que hija se encuentre en este estado… Debo hacer todo lo posible por ayudarla.
Mi mano, temblorosa, se alzó y, tras unos segundos de vacilación, toqué la puerta tres veces.
"Hija, soy yo… ¿Puedo pasar?", dije alzando la voz para que me escuchara, pero tratando de no sonar intimidante o imperativo, no quería hacerla sentir peor.
Hum…
¿No abre la puerta…?
Los segundos pasaban, el primer minuto desde que toqué se acercaba.
La preocupación me estaba invadiendo… No podía aguantarme más.
Agarré el pomo de la puerta y la abrí, la habitación estaba a oscuras, pues las cortinas estaban cerradas.
Entré en la habitación algo agitado, mis ojos se comenzaron a acostumbrar a la penumbra.
No escuché ninguna voz cuestionando mi entrada sin permiso, tampoco la vista de Adaphia.
Cuando comencé a mirar la habitación con más cuidado, noté algo sobre la cama.
Cuando me acerqué, supe lo que estaban viendo mis ojos…
Adaphia estaba sobre la cama, sus ojos cerrados, una hoja se encontraba en su mano.
Puse una mano en su costado, zarandeándola ligeramente, tratando de despertarla, pero no había reacción.
Un frío helado emanó desde lo más profundo de mi cuerpo, rápidamente enfriándome en completo.
Mi mano, aún más temblorosa que antes, agarró la hoja, al mirarla por encima, supe que era uno de los poemas de Társalo.
No pude aguantarlo más, conjuré la misma magia de investigación con la que comprobé el estado de Társalo…
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2.210 palabras.