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Chapter 4 - CAPÍTULO 3: Planes

<> —Estación de servicio Jaguariana: MSJ. Gullahanm—

Muchas naves embarcaban y desembarcaban de los múltiples anillos de aquella estructura alargada. Tan grande como quince Burj Khalifas.

Los anillos iban de mayor a menor a lo largo de la colosal estructura, siendo un total de 7 anillos. Además de que esta era la forma en la que se separaban por niveles los distintos tipos de naves según su clasificación dentro de la flota. 

Los anillos superiores estaban reservados exclusivamente para naves de armamento pesado y que eran más grandes que las naves de los anillos inferiores. Estas cumplían labores relevantes y de vital importancia como minería, transportación de tropas y la devastación de mundos para la obtención de recursos esenciales o territoriales.

Los anillos inferiores eran reservados para naves de asalto, de escolta y de suministros. 

El Maxhíma se ancló en la bahía número 6 de uno de los anillos superiores y descargó sus tropas de unos 1500 hombres. Todos, salvo los ingenieros de la nave, se dirigieron al área que comúnmente denominaban "Zona Rosa". La zona recreativa, ubicada en el nivel medio. 

Mientras el general Pyper se retiraba a sus aposentos, fue interceptado por un ingeniero de bahía, quien le dijo que se le informaría cuando las reparaciones y el reabastecimiento del Maxhíma ya se hayan completado. 

Aprovechó entonces para preguntarle al muchacho con un uniforme gris de franjas celestes y negras.

—¿Sabes dónde puedo encontrar al Despachador de Bahía?

—… Ah sí. Está por ahí arriba. —dijo señalándole la estructura sobresaliente en lo alto de la pared, al cual se accedía mediante un ascensor.

El general subió el ascensor y llegó a lo alto. Sin vacilar, entró a la cabina y se dirigió al despachador de entre los tres que se encontraban en la habitación. 

Lo reconocía muy bien de las muchas otras veces que había visitado el Gullahanm, pero también, por su uniforme de color rojo con franjas diagonales amarillas y negras, era la más llamativa de toda la bahía. Muy distinguible de entre los uniformes grises con franjas amarillas y negras que usaban los mecánicos e ingenieros. 

—Despachador de Bahía Ruttel.

—Oh, general. —dijo haciéndole una reverencia al reconocer su rango, pero no reconociéndolo a él.

—¿En qué puedo servirle?

—El crucero Lynwem Bokka ¿Ya partió?

—¿Lynwem Bokka? —dijo mirando a los otros dos que portaban uniformes azules.

Revisó su tableta de registro buscando dicho nombre. Le costó algún tiempo encontrarlo, entonces dijo:

—Ah sí… aquí está. El crucero partió hace dos horas desde la bahía 9 del cuarto Anillo con la misión de devastar una serie de protoplanetas o eso es lo que dice aquí.

—… Ya veo, gracias. Eso era todo lo que quería saber. Me retiro.

Se dio la vuelta y subió al ascensor dejando atrás a los tres oficiales. Mientras descendía, comentó con algo de preocupación en su rostro.

—… Esa chica.

El general salió del área y se dirigió a la zona de los camarotes para tomarse un descanso, el tiempo que el Maxhíma esté anclado en el Gullahanm. 

Entró a su acomodada, pero cómoda habitación, que tenía la singular peculiaridad de que, en la pared frente a la entrada a medio metro sobre la cama, se mostraba una simulación de cómo se veía el espacio fuera de la estación en tiempo real. Como si fuera una ventana, pues se consideraba a las ventanillas como un punto vulnerable ante cualquier ataque, que ponía en riesgo la integridad estructural de cualquier nave o estación. Era innecesario y meramente estético de eras anteriores, pero se mantuvo de manera simbólica para que los tripulantes no se sintieran "atrapados" dentro de la estación. 

El planeta al cual orbitaba el Gullahanm, era cuatro veces más grande que la estación y poseía en su superficie matices rojos, morados, celestes y blancos, y un poco de azul en ciertas áreas. Era el más bello de entre los otros cinco planetas de ese sistema y uno de los más grandes también, junto con su luna blanca azulada de cal y magnesio. Un lugar idóneo para poner una estación, eso era. 

El general siguió de frente, se quitó los zapatos y se recostó sobre la cama con la cara toda abatida. Sacó de entre sus ropajes una especie de tarjeta roja que, al presionar sobre el circuito impreso en su lado posterior, se transformaba en una delgada pantalla de 18.6 cm de largo y 6.45 cm de ancho. Al ver que no tenía algún mensaje importante de entre todo su correo, lo alejó de su rostro.

—… Cuarenta años y aún no me acostumbro a esto… Ribria, Sasha… —cerró los ojos y se durmió acompañado de sus caóticos pensamientos.

 

 

1

Después de haber dormido por alrededor de unas dos horas. Se levantó de la cama y se sentó frente al escritorio.

Activó la tarjeta para ver si le había llegado algún correo de bahía mientras estaba dormido, pero no fue así.

—Parece que aún queda algo de tiempo… —pensó mirando a través de la ventana simulada.

Aprovechó el tiempo que le quedaba para analizar su situación con respecto a la misión que se le había encomendado.

—En ese caso… El Guardián es un Dragunneano muy capaz. Es un códice andante… y lo que queremos es obtener los Diamantes Elementales, el medio es… confuso. Enviar a los asoladores no haría mucha diferencia, enviar a las tropas acabaría en la pérdida de novecientos hombres o la destrucción de la nave… arriesgado. Debemos hacer que los entregue a voluntad, doblegarlo debería ser suficiente, eso es… pero necesitaría pedir la ayuda de otro general ¿Quién podría ser?...

El general salió de su habitación rumbo a la "Zona Rosa" en el cuarto anillo, para buscar cierta información. 

Tomó uno de los ascensores que servía de puente entre el puente de mando en la parte inferior y los propulsores en "Y" de la parte superior y, por consiguiente, a cada anillo. 

El sonido de los ascensores que constantemente subían y bajaban acompañaron al general en su descenso. A medida que se acercaba al cuarto anillo, se podía oír levemente la música y el festejo de los fieros guerreros traspasando las paredes metálicas y el cristal de doble espesor del ascensor. 

La zona autoproclamada como la mejor de todo el Gullahanm, recibía la visita de un forastero. 

El general fue recibido entre vistosos colores neón que decoraban los carteles y fachada de los múltiples clubes a la redonda. Estos locales poseían un flujo constante de clientes impresionante. La administración de las mismas se lo permitía. 

El ambiente era iluminado por una perpetua y tenue luz rosa, que se esparcía desde el núcleo, al cual debía su nombre. 

El general se abrió paso entre la multitud para llegar a la caseta de control que gobernaba esta área, de las cuatro que componían el anillo. Las casetas cumplían con la función de registrar a cada individuo que entrase y/o se pasase de otra área, para así informárselo a los Clubs. 

El general sacó su pase de identificación del bolsillo de su chaqueta y se la entregó al encargado, quien posterior a eso lo escaneó en el escáner DEX pasándola de forma horizontal sobre la ranura del aparato. 

Esta era una de las múltiples funciones que tenía incorporada la tarjeta vista anteriormente.

—… General Pyper ¿Qué lo trae por aquí? —dijo tras leer el boletín informativo que salía en su pantalla.

—Busco información ¿Sabes dónde se encuentra el comandante de armada Slyphen? 

—El comodoro Slyphen en estos momentos… se encuentra en el Club Metridena. —dijo entregando la tarjeta.

—Gracias. —cogió la tarjeta y la guardó en su bolsillo.

Atravesó el torniquete de acceso y se adentró a la zona entre la multitud. 

Continuando por una serie de intrínsecos callejones, donde fácilmente podrías perderte, logró llegar al Club Merienda y sus iluminados carteles color neón. 

Era un club discreto, no había cola fuera de la entrada y si querías ingresar debías hacer una reservación o tener un pase de acceso VIP. La forma de conseguir el pase estaba basada en un sistema de puntos acumulativos, puntos que obtienes si frecuentabas el local periódicamente y mientras más crédito gastas, más puntos obtienes. El monto a juntar no era exageradamente alto, pero si poco accesible.

—General Pyper, el comandante lo está esperando en la habitación número 8. —dijo el vigilante de seguridad, abriéndole las puertas sin ninguna objeción.

Que lo esperaran no fue de mucho asombro, eso era parte del trabajo de la caseta de control.

Se acomodó la chaqueta y se abrió paso hacia el área de recepción, donde una bella mujer jaguariana lo atendió.

Provocativa en todo sentido, pero profesional en su trabajo. En ningún momento le miró a los ojos.

—General Pyper, acompáñeme por aquí por favor. —dijo con ademán. 

Ambos continuaron por el estrecho pasillo que daba acceso a las diez habitaciones de ese lugar. 

Las plumas de colores blanco, amarillo y rojo que adornaban el sujetador de su larga cabellera negra, se bamboleaban al compás de su andar. Cada paso que daba se podía escuchar con vehemencia, era como si ningún ruido escapara de aquellas habitaciones ocupadas. Aunque pegaras tu oído sobre la puerta, nada escucharías.

Cuando llegaron a la habitación número 8, la chica pasó su muñeca sobre el cerrojo electrónico de la puerta para que le escaneara el código implantado en su pulsera de cuentas.

Solo se necesitó un mero instante y tras un "Tpsh Tpsh", la puerta se abrió.

—Adelante. —dijo con ademán la chica de piel morena y ojos color ámbar.

El general pasó dentro y la chica cerró la puerta. 

La habitación estaba iluminada por una tenue luz rosa y aromatizada con una flor de efecto narcótico de propiedades curativas. Cuyos pétalos similares a la de la orquídea, se encontraban contenidos en un recipiente cilíndrico que los vaporizaba. 

El comandante Slyphen, sentado a sus anchas en aquel sofá negro, de un material similar al cuero y suave como la seda, se encontraba acompañado por una exuberante mujer de ropa ajustada sobre su regazo.

La bella mujer en traje corto pasó su mano por el cuerpo del comodoro y llegó hasta su oído, donde le advirtió sobre la presencia del general, quien había tomado asiento en el sofá frente a ellos. 

Tomando una bocanada de aquel humo, se expresó el comandante para con su superior.

—¡General! ¿A qué se debe el gusto de este repentino encuentro? Un dragunneano no debería estar por aquí. No tendrás mucha suerte en cortejar a una mujer como esta, ja ja ja…

Hizo alarde de ello pegando a la mujer contra su pecho usando la fuerza de su brazo. Ella no opuso resistencia.

—No pienso quitarte mucho tiempo. Solo necesito saber la ubicación de tu superior al mando, el General Stín.

—¿Su ubicación?

Repitió confundido.

—Mmp, he oído que no se ha asomado por aquí en mucho tiempo, tal vez tenga miedo de encontrase conmigo desde aquella vez… así que decidí preguntarle a un subordinado de su flota.

Contraatacó a su orgullo sutilmente. 

El hombre no tuvo más remedio que reírse, no tenía forma alguna para demostrar lo contrario.

—Tch… Jajaja, ya veo. El general Stín no tiene tiempo para escorias. Nos encontramos minando nueve planetas, así que no vendrá en un tiempo… es todo. —señaló con arrogancia.

Mostrarse débil ante un dragunneano sería más deshonroso que formar parte de una flota, cuyo líder fue vencido y al cual no puede vencer.

—Mmp… Tengo asuntos que tratar y estoy seguro de que le interesará escuchar lo que tengo que decir. —aseguró el general Pyper cruzándose de manos.

—Y qué información puede ser tan valiosa. —se mostró incrédulo.

—Créeme, no te convendría no hacérsela llegar a tu general y su mancillada reputación. Tampoco creo que se niegue, le estoy haciendo un favor.

El comandante lo observó en silencio, aunque dudoso, accedió a darle esa información al general para no poner en riesgo su pescuezo.

—… Lo encontrarás en el cuadrante 47-72'K.G. Galaxia Lanyum, sistema Dinlion. Eso es todo lo que querías saber, ¿No?

Insinuó irritado de su presencia.

—Sí. Eso es todo, nos vemos comandante. —dijo retirándose de la sala.

 

 

2

El general salió del Club y sacó su "tarjeta" para comprobar el tiempo. Se dio cuenta entonces, de que había recibido un mensaje del despachador de bahía. Él le había enviado una cuenta regresiva del tiempo que faltaba para que se terminasen las reparaciones. Normalmente esto se hacía cuando se efectuaba el reabastecimiento.

—Parece que aún resta algo de tiempo… 

Caminó por las calles de la Zona Rosa, repletas de guerreros hasta sus anchas. Caminó hasta que llegó a un club de nombre "Apastlikopa". El lugar estaba a media capacidad, mientras la gente aún seguía llegando. 

Pasó dentro y tomó asiento casi en medio de la barra, y llamó al barman.

El barman, resultó ser una chica de cabellos negros, con un flequillo hacia los lados y una trenza que recorría la parte lateral derecha de su cabeza, coronándose en un moño atado con un carmín blanco. 

La chica acomodó el corbatín rojo de su elegante traje y se dirigió a tomar la orden del general.

—Bienvenido. Ha pasado mucho tiempo... ¿Qué va a pedir para tomar el día de hoy general?

—Ya sé que no toleras verme… Lo mismo de siempre…

—Un Nechtotlipixpla saliendo...

Puso un vaso sobre la barra y con gran habilidad, mezcló aquellos exóticos ingredientes que no existían en la tierra.

Continuó agitando la mezcla de oído a oído hasta que estuvo satisfecha con el resultado. Vertió el contenido suavemente con una demostración de belleza y habilidad. El líquido de un tono amarillento caía en flujo, reflejando sobre su superficie, la tenue luz de aquel bar.

—Eres muy buena… —dijo agradeciéndole de que al menos le sirviera de aquel brebaje que era más una cortesía que un trago.

De dos tragos amargos, vació su vaso y se retiró del lugar dejando sobre la barra, dos piezas de mineral que equivalían a lo que bebió y la propina del barman.

La Barman tiró el vaso a la basura y guardó las piezas en la caja.

El general salió del área rumbo a la caseta de salida que estaba ubicada a la derecha de la caseta de entrada. Pasó su pase de identificación por el escáner DEX y se fue. Salir era más fácil que entrar.

Mientras subía el ascensor, recibió una llamada del despachador de bahía, quien le informó lo siguiente:

—General Pyper, le llamó para informarle que el Maxhíma se encuentra reabastecida y 100% operativa. Esperando por nuevas órdenes.

—Comprendo… 

El general introdujo un código en el delgado aparato y se lo envió en el acto al despachador de bahía, quien en cuestión de segundos la recibió.

—Con esto podrás cobrar el dinero de las reparaciones y lo demás.

—Gracias general. —dijo reenviando el código a la red de administración del Gullahanm para que le enviaran el formulario de pago.

Mientras digitaba el monto a cobrar sobre su tableta de registro, el general agregó.

—Preparé mi nave para partir lo antes posible.

—Hmm… 

Revisando su lista de control, pactó una hora para la salida del Maxhíma. 

—Su nave estará lista en poco más de hora y media general. 

—Comprendo, se lo informaré a mi tripulación. Hasta luego. —dijo terminando la llamada. 

En el delgado aparato, el general se desplazó por la pantalla y buscó la opción de "Mando de Capitán - Mensaje a la tripulación – Despegue" e ingresó el tiempo, el número de bahía, el número de anillo y ejecutó el comando. 

El mensaje fue transmitido a toda la tripulación mediante el delgado aparato que actuaba de altavoz, estuviera o no en uso.

{A toda la tripulación, el Maxhíma partirá en 90 minutos. Reportarse a la bahía 6 del segundo anillo cuanto antes…} 

Era un mensaje de alto grado, la única forma de detenerlo era rompiendo la tarjeta. El mensaje se reproduciría durante 5 minutos cada 15 minutos hasta que se encontrasen dentro de la nave. Solo entonces se detendría.

El general guardó el aparato y se dirigió a su habitación para recoger sus cosas y terminar su breve estadía en el Gullahanm.

Pasando por sus pabellones de paredes blancas, se acomodó la insignia de su pecho y caminó rumbo a la bahía número 6 al otro lado del anillo.

La zona estaba concurrida por operarios de bahía, soldados que acababan de llegar y oficiales de comando. Mucho movimiento es lo que da vida a la estación, hombres yendo y viniendo, entrando y saliendo de las bahías en todo momento. Pasando entre ellos, llegó a su bahía. 

A lo lejos, pudo divisar al despachador de bahía que daba algunas indicaciones a los operarios para el próximo desembarque de un crucero táctico pesado. El despachador desvió la mirada hacia él por un momento, y tras terminar de dar sus indicaciones, se le acercó.

—General, su nave está lista para ser embarcada. Si nota algún desperfecto, favor de informárselo al peón más cercano y lo atenderemos de inmediato.

—Es cierto que desde aquí no se puede notar algún desperfecto, pero hicieron un gran trabajo. Lo mantendré al tanto. —dijo haciendo un ademán con su quepis a modo de despido.

Continuó por la plataforma y subió dos tramos de escaleras diagonales para llegar al anclado donde reposaba su nave. 

Lo que él no sabía era que, frente al puente de embarque, lo estaría esperando un guerrero de corpulenta complexión con tatuajes de medialuna en sus brazos y parte de su pecho. El hombre era un conocido suyo. 

El general lo reconoció de lejos al notar la cicatriz en su brazo derecho, que se esparcía como una quemadura que invadió la superficie de su carne con violencia.

Volteando hacia el general, el hombre le preguntó con familiaridad. 

—¿Qué le pasó a nuestra nave?

—No te veo en 7 meses y eso es lo primero que dices… 

—¿Decepcionado? —preguntó con una sonrisa torcida —. Creí que estabas en una misión de minería ¿Cómo fue que te enviaron a reparaciones?

—Es… una larga historia. No esperes que te lo informe todo por tu desaparición. —respondió subiéndose a la nave.

—¡¿Desaparición?! —dijo siguiéndole por detrás —. Fui asignado a una misión de exploración-dominio. Creí habérselo informado mi general.

—Con una nota en mi asiento de mando… —dijo a modo de reproche.

—Sucedió de improviso… Mi lealtad no exonera mis obligaciones para con los de mi especie.

—Eso lo tengo bien claro… Bueno, ahora que estás aquí, podré proceder con libertad a la hora de dar mis órdenes sin esperar cuestionamientos.

—¿Cuestionamientos? ¿Sucedió otra vez?

—No es nada que no pueda manejar.

Entendiendo lo que se escondía detrás de sus palabras, le respondió.

—Me encargaré de recordarles quien está al mando.

—Bienvenido, Comodoro Steych. —le dijo al momento en el que él se subió a la nave.

Se adentraron hasta lo profundo de la gran bestia de coraza metálica, donde se perdieron de vista.

 

 

3

Poco a poco los hombres y mujeres de la tripulación se iban instalando en sus habitaciones y regresaban a sus puestos de operación. La nave volvía a la vida con el fluir de la sangre en sus venas metálicas, llevando información valiosa a cada órgano importante. 

En minutos, los sistemas vitales de la nave se pusieron en marcha llegando al máximo de su operatividad. Solo esperando las órdenes del centro de mando.

El general se encontraba sentado en su silla de mando, desde donde tenía una vista clara de todas las consolas de comando, imperando sobre los hombros de sus allegados que aún no se dignaban a aparecer. 

Su segundo al mando estaba tan irritado por tal falta de respeto, qué se podía escuchar el sonido de su pesada respiración en ese profundo silencio. El general esperó pacientemente. 

Momentos después, desde el pasillo se oyeron las voces de los tres faltantes, quienes venían bromeando después de habérsela pasado genial en la Zona Rosa.

—Jaja… de verdad lo hiciste. —señaló incrédulo a lo que antes se mencionó.

—Si, ella no se lo esperaba. De verdad… —afirmó el osado capitán a grandes aires.

—Cómo saliste vivo después de algo así…. —preguntó parando la oreja su colega ante tal hazaña.

—Tengo mis truc- 

El hombre se paró en seco al observar a su superior viéndolos irritado por su mal comportamiento. 

Guardaron distancia uno al otro y efectuaron el saludo formal, las piernas en dirección de los hombros, pecho al frente, una mano en la frente y la otra con la palma abierta en la espalda baja.

—¡Ustedes qué se han creído! Esa es la forma de presentarse al puente de mando. —dijo furioso.

—¡Steych! —dijo el general, deteniendo su arrebato desde su asiento —. Ya hemos perdido mucho tiempo. Ustedes, regresen a sus puestos.

—¡Sí general!

—Después me encargaré de ustedes tres. —amenazó el segundo al mando con su puño.

Los hombres retornaron a sus puestos y comenzaron el protocolo de despegue en coordinación con la Torre de mando. 

—Comencemos… ¡Sistemas! —dijo el capitán dirigiéndose al de su derecha, quien comenzó a hacer la lectura de los datos que se mostraban en su consola.

—Soporte vital… —dijo para el hombre a la izquierda del capitán, quien le respondió rápida y claramente sobre el estado de los sistemas con un par de palabras, en un vals de preguntas y respuestas.

—Operando, sin cambios…

—Reactor.

—Estable…

—Encendido.

—En espera…

—Celdas de vacío.

—Estable y en espera…

—Motores.

—En espera…

Mientras ellos hacían el repaso de los sistemas, el capitán llenaba el registro de despegue con tachas. En caso escuchara otras respuestas que no sean estas, él lo pondría en su registro.

—Actuadores inerciales. 

—En espera…

—Dual Null Core.

—Sin cambios...

—Estabilizadores.

—En espera…

—Campo Flugt.

—Sin cambios…

—Escudos.

—En espera…

—Armamento.

—En espera…

—Soporte artificial. 

—Sin cambios…

—Sistemas primarios. 

—Sin cambios capitán.

—Sistemas secundarios. 

—Operando a plenitud capitán.

El capitán recorrió la consola de izquierda a derecha con la mirada y pulsó el botón que habría las comunicaciones entre el puente y la torre de mando. 

—Aquí el capitán del destructor estelar Clase Reverence: T257E86, MAXHÍMA. Protocolo de sistemas completado.

—Entendido capitán. Comenzando el desplazamiento del anclado. —respondió el controlador, seguido de esto, presionó el botón que movía el mecanismo deslizante.

Las dos gigantescas anclas chirriaron y tronaron, propio del mecanismo que se desbloqueaba para permitir su libre movimiento. 

La colosal nave descendía verticalmente, al mismo tiempo que otra descendía desde la parte superior para tomar su lugar. 

Las compuertas de acero que formaban parte del piso, se abrieron para permitir el acceso a la lanzadera de despegue en la bahía de salida. Las anclas bajaron hasta que la nave se alineó con las guías y los rieles magnéticos de la lanzadera.

—Riel activo. Quitando anclas… 

El controlador presionó el botón transparente de color verde arriba a su derecha en el panel superior y bajó la palanca tres cuartos de su posición inicial. Las anclas se desacoplaron de la estructura rígida de soporte inferior y el controlador bajó la palanca otros tres cuartos. El brazo móvil se contrajo sobre su eje articulado, entonces, el controlador bajo los tres cuartos finales. El conjunto se retrajo totalmente hacia la pared, dejando suspendido al destructor sobre el riel.

—T257E86. Comience el protocolo de despegue. —dijo el segundo controlador y cortó las comunicaciones.

—Copiado torre, T257E86 preparándose para el despegue. —respondió el capitán por el intercomunicador. 

—Iniciando encendido… abriendo flujo, inyectando celdas de vacío. —dijo su compañero, iniciando la secuencia de botones en su consola.

—Enginsylotle okuali… Encendiendo motores… —dijo accionando la palanca de potencia a su izquierda, hasta el punto intermedio de color amarillo marcado como "Inter", de entre el "Low" y el "Hiper", en el indicador de color al costado de la palanca. 

En la consola del capitán, se encendió una luz roja que indicaba que la carga a bordo había sido asegurada por la tripulación. El capitán abrió la comunicación interna y se expresó a través de los altavoces.

—A toda la tripulación, les habla su capitán. En unos instantes nuestra poderosa nave partirá de la estación en una importante misión, esperando su cooperación y comprensión…

Unos segundos después, otra luz se encendió en su consola y dijo para los controladores de Torre. 

—Tripulación asegurada, T257E86 listo para el despegue.

—Copiado T257E86. Iniciando el conteo de lanzamiento… 10…, 9…, 8, …

—Deberías sentarte Steych… —dijo el general a su segundo al mando, que se encontraba cruzado de brazos observando el procedimiento de despegue.

—Ah, sí… Con su permiso. —el segundo al mando tomó asiento en su silla de mando, delante y a la derecha de la del general.

—3…, 2…, 1…. 

El controlador presionó el botón "Yakaua" (Lanzar) en su consola, accionando el mecanismo de enganche imantado para completar el circuito energético de la lanzadera con el Gullahanm. Al instante se liberó la energía suficiente como para mover al gigantesco destructor y lanzarlo contra la inmensidad del espacio.

—¡Máxima potencia! —ordenó el capitán.

El controlador movió la palanca de potencia, primero hasta el mínimo, y luego hasta el "Inter High". 

La flama roja de los motores parpadeó en intensidad por unos instantes, como ahogándose, antes de reavivarse con el más bello tono carmesí, tan intenso como un sol rojo. 

—Activando escudos… Okly. T257E86 partiendo de la estación, rumbo 25H0… 

—Copiado T257E86. Mantenga su curso, rumbo 55H57… Buena suerte y valentía, anejlly. —dijo y terminó con las comunicaciones.

El capitán introdujo el rumbo en la computadora de navegación y se mantuvo en espera mientras la nave corregía el rumbo. 

—Pasando el mando a asistido. Esperando órdenes… 

—Introduzcan las siguientes coordenadas y preparen el Hiper-impulso… Cuadrante 47-72'K.G.

El controlador introdujo las coordenadas en su consola y llevó gradualmente la palanca de potencia hasta el tope. 

—Entrando al hiperespacio… 

La nave energizó su fuselaje y rasgó la tela de la continuidad espacio-tiempo, entrando en el hiperespacio y desapareciendo entre las estrellas.

 

 

4

Era domingo por la noche y Max se preparaba para acostarse.

Después de lo ocurrido, el Guardián los contactó la siguiente semana y luego una semana sí y otra no. Estaba siendo cauteloso, pensó él. Como no tenía de qué preocuparse, la última semana se la pasó tranquilo en su habitación.

Inadvertidamente, su madre se asomó por la puerta, pero no pasó dentro. Aunque él no acostumbraba a cerrar la puerta, su madre no entraría sin su permiso. 

—Hijo llamaron de la escuela, dijeron que ya fue reparada y que los estudiantes ya podían retornar a clases. Así que mañana tendrás que asistir… Bueno, hasta mañana. Que descanses… —dijo cubriéndose entre su bata de dormir. 

—Buenas noches, mamá. —la despidió.

Max cerró la puerta y se tiró sobre la cama.

Recostado boca arriba, se quedó mirando la viga que cruzaba de una pared a otra.

—Devuelta a la escuela eh… Bueno al menos volveré a ver a Lisa en su uniforme. —se sonrojó de tan solo imaginarlo, pero se calmó y añadió rápidamente —. Pero qué estoy diciendo, necesito preparar mis cosas para mañana.

Se levantó de la cama y alistó sus cosas metiéndolas en su mochila. Cuando terminó, la colocó en su silla de escritorio y se fue a dormir.

*

A la mañana siguiente. 

Max salió de su casa y se encontró con Lisa al otro lado de la verja.

—Buenos días, Max ¿Cómo amaneciste el día de hoy? ¿Extrañaste la escuela? —preguntó ella con una sonrisa.

—Bien. La escuela… tal vez un poco. —dijo avergonzado de verla en ese bello uniforme.

—Solo un poco… —cambió de tema para no perder el impulso —. Veo que ya reconstruyeron tu casa.

—Bueno, creo que más de la mitad de la ciudad ya fue reconstruida.

—Sí, el centro comercial y los centros públicos están mejor de lo que quedaron tras el ataque.

—Es cierto, nuestra pequeña isla se está recuperando… —señaló con gratitud.

Caminaron hasta la siguiente parada de autobús, como todas las veces, para luego desviarse hacia la izquierda y seguir recto hasta la siguiente intersección, donde a estas horas apenas pasaban personas.

Aprovechando el espacio, Lisa tomó su diamante del bolsillo de su chaleco y desahogó sus dudas con Max. Le preguntó algo que la tenía afligida. 

—No entiendo por qué nos atacaron ¿Qué intenciones tenían para hacerlo?

Lo dijo como si estuviera hablando consigo misma, tomando su diamante entre su palma. 

Max entendió y le respondió según su punto de vista.

—Yo tampoco lo entiendo del todo Lisa. El Guardián dijo en esa ocasión que exponernos sería peligroso y que nos cazarían uno por uno. Como ellos desconocen nuestra existencia, no lo hicieron. Es por eso que ese fue un ataque para el Guardián. En cuanto a sus intenciones, lo más obvio sería pensar que las quieren usar como armas.

Como él les había dicho, la situación se hubiera puesto aún peor si actuaban por su cuenta. Sus acciones ahora tenían consecuencias más grandes que no comprendían.

—Supongo que eso es cierto…

No fue lo que esperaba, pero lo aceptó y agradeció su sinceridad agregando lo siguiente.

—Podemos vivir tranquilos y en calma, gracias a él.

Llevando su diamante al pecho, lo guardó como a una posesión muy preciada.

Después de eso tomaron la ruta de siempre y sin miedo alguno. 

Desde el incidente de aquella vez, nunca más fueron asaltados o atacados por esa zona, aparte de no encontrarse con aquel ladrón. Ahora era muy tranquilo pasar por allí.

Lisa caminaba tranquilamente mirando al cielo, a los lados y jugando un poco con su cabello, mientras que Max trataba de recordar si se había dejado algo en casa por mera precaución. 

Sin saberlo, ellos se dirigían hacia una emboscada. 

Un hombre los estaba esperando en el callejón más adelante, estaba algo ansioso, temblaba y sacaba la cabeza de vez en cuando para ver si estaban de camino. Aunque él ya se había decidido a hacer esto, aún temblaba. 

Esto no era un simple asalto, era algo más difícil que eso. Su ansiedad era justificada. 

Se asomó un poco para ver si los chicos venían en esa dirección. Cuando lo confirmó, se cubrió contra la pared y se preparó para el asalto.

—No me dejé nada ¡Jph!… —dijo cruzándose de brazos, orgulloso de sí mismo. 

Lisa lo miró y se rio de lo divertida que era la expresión en su rostro.

Entonces, en ese momento, el hombre que se ocultaba en el callejón se abalanzó sobre una distraída Lisa. La tomó de las manos y ella se congeló del miedo, no podía creer a quien estaba viendo. El hombre que alguna vez resucitó, sí, aquel que Max hirió mortalmente, ese hombre la tomaba de las manos. 

Max reaccionó rápidamente, pero se detuvo en seco al ver de quien se trataba y esto le dio la oportunidad al ladrón de explicar sus intenciones.

—Señorita… Gracias… —dijo él.

—Aa-aaahh ¿P-Por qué? —preguntó confusa y a duras penas, le temblaban los labios.

—Después de haber vivido a base de hurtos y engaños por tantos años, solo para sobrevivir… Así fue desde que llegué aquí y mucho tiempo atrás. Después de haber sido castigado por ello, de una de las formas más dolorosas posibles que he experimentado jamás… recordé a mi madre. La calidez que sentí en ese plano astral, me hizo acordarme de ella y comprender lo malo de mis actos, del camino que decidí elegir. Un error… gracias. Por eso decidí cambiar mi vida… solo quería darte las gracias por recordármela y de lo triste que la he hecho sentir durante estos largos años.

Después de explicarse, soltó las manos de Lisa rápidamente para dar calma a las hostilidades. 

Al hacer esto, ella pudo estar menos tensa y aliviada de que solo se tratara de eso. Aunque igual de sorprendida, se quedó en shock, mientras veía la cara de ese hombre al que hace algún tiempo había salvado.

Como no sintió que se tratara de algún tipo de engaño y que esas eran sus más honestas palabras, ella sintió que también debía explicarse al respecto.

—Yo… solo sentí que debía ayudarle de verdad. Sentí que eso era lo correcto, no me fijé en tu pasado. Yo solo mire tú presente y actúe para salvar tu futuro. —dijo ella llevándose la mano al pecho.

—¡Señorita!!!… usted es muy buena, es una santa… —dijo feliz entre sollozos.

—Y-Yo, no. No creo ser una santa… —negó gentilmente moviendo levemente la cabeza de un lado a otro.

El hombre se limpió las lágrimas. Considerando que ya había dicho todo lo que tenía que decir, se despidió.

—Adiós señorita. Si alguna vez va de compras al puerto, pregunte por Ewudo. Nos vemos…

—Sí, nos vemos. Que tenga un buen día. —dijo despidiéndose con la mano desde el fondo de su corazón.

El hombre se retiró del lugar tomando el autobús que iba con dirección al puerto y ambos continuaron hacia la escuela. 

Lisa se encontraba muy feliz por lo acontecido, se sentía un poco orgullosa de lo que había logrado en ese hombre. Max se quedó en silencio y la observó, recordando todo lo que había pasado al inicio del mes. 

—Umh… ¿Te pasa algo? —comentó mirándole el perfil, algo curiosa de su silencio.

—Mmph, no. No es nada, pero… ¿Realmente crees que haya cambiado?

Su expresión se puso rígida, dejó de caminar y pensó en ello un poco. Entonces, después de un breve silencio ella agregó.

—No lo sé, pero de lo que sí estoy completamente segura es de que sus palabras fueron genuinas, no estaba mintiendo, eso fue lo que sentí. Bueno, no es como que fuera un caso aislado o algo así. Existen antecedentes clínicos de personas que cambiaron su personalidad o un aspecto de ella después de haber sufrido un accidente traumático o en un extremo, un suceso traumático. Es tan drástico el cambio que a veces uno se queda en shock.

Max se detuvo un momento a pensar en lo que dijo y estuvo de acuerdo con ella.

Movió la cabeza de arriba abajo en silencio para señalárselo.

Ella le sonrió complacida y continuó su andar con un leve bamboleo espontáneo. Se encontraba extremadamente contenta.

Cruzaron hacia el otro lado de la calle, entonces aprovechando que aún lo tenía fresco en su mente, le preguntó a Lisa sobre sus palabras.

—Lisa… Sobre tu respuesta del por qué lo ayudaste…

En un principio, Lisa lo miró extraña como tratando de recordar las palabras exactas que pronunció en ese entonces. 

—Sobre lo de actuar en el presente… —agregó para ayudarla a hacer memoria, pero ella ya lo había captado. 

Entonces, le sonrió gentilmente antes de responder.

—Oh, eso… Eso fue lo que me respondió mi madre cuando le pregunté por qué había ayudado a una mujer que había sufrido un accidente de tránsito, justo frente a nuestros ojos.

Se detuvo recordando el hecho con nostalgia, mientras se le dibujaba una sonrisa amena y dulce. 

—… Bueno, ese día yo ayudaba a mi madre con las compras para el almuerzo, estaba muy feliz de hacerlo… 

Y así, comenzó a contar los hechos ocurridos ese fatídico día, que hacía que de lo profundo de su pecho le brotara una gran calidez que se desbordaba hacia las personas, sin importar lo malo que hayan hecho. 

Su fe en la bondad humana era la razón por la que siempre estaría dispuesta a ayudar a quien fuera que lo necesitara. 

—Pero… en el momento en el que me giré hacia la esquina… 

< ¡JIIAA! >

—Vi ante mis ojos a una mujer desplomarse y a un auto estrellarse. Al parecer el hombre del auto no vio a la mujer a tiempo, trató de evitarlo, pero fue demasiado tarde…

Miró hacia abajo recordándose a si misma, a la pequeña niña indefensa de ese entonces.

—Me quedé helada, no pude ni moverme. Mi madre también vio lo ocurrido y se lanzó a protegerme. Vi su cara de preocupación mientras comprobaba que yo estuviera bien. Recuerdo que me decía "¡¿Estás bien?! ¡Lisa, hija respóndeme!". No fui capaz de responderle, solo asentí con la cabeza…

La conversación se detuvo un momento para cruzar al otro lado de la calle.

—Como te estaba contando. Después de que mi mamá viera que me encontraba bien, fue a socorrer a la mujer y se quedó con ella hasta que la ambulancia llegó… Me quedé a su lado en silencio aguantándome las ganas de llorar. Cuando mi mamá se volvió a fijar en mí, le pregunté: "Mamá… ¿Por qué ayudaste a esa persona?". Al principio, se sorprendió, pero luego sonrió y me respondió: "Porque necesitaba ayuda. Actué para salvar su vida y preservar su futuro. Siempre debemos ayudar a quien lo necesite, sin importar quien sea". Después de eso no pude controlar más mis lágrimas…. Mi mamá me cargó en brazos y regresamos a casa, ya se había hecho un poco tarde.

Terminando su narración, se giró hacia Max esperando algún tipo de comentario. 

—Ese, es… un hermoso recuerdo Lisa. Tu mamá debe ser una gran mujer.

Le expresó sus más sinceras palabras y ella lo agradeció.

—Sí, mmh… Esa es la respuesta a tu pregunta.

La experiencia que Lisa compartió con su madre, a él le pareció cautivadora y entrañable.

Suspiró.

Fue un suspiro suave, corto y pesado, proveniente desde el fondo de su corazón. 

Él no pudo compartir ese tipo de experiencias cálidas con su madre en su niñez tanto como a él le hubiera gustado.

Suspiró nuevamente, pero está vez, fue un suspiro de aquellos días de cuando ella iba a verlo a esa gran habitación de tatamis. Mientras él se sentaba a esperarla pacientemente desde muy temprano, viendo el cielo a través de una ventana.

A medida que se acercaban a su destino, yendo por esa vena que llevaba hasta el centro de la ciudad, pero también a la escuela Miyawanae 0038, las miradas no tardaron en aparecer y Max se tuvo que aguantar las miradas hostiles de los muchachos.

Un aura abrumadora se cernía alrededor de él, caminó con tranquilidad sin importarle cuán amenazante se volviese.

Lisa no parecía darse cuenta de ello, solo saludaba a todos a quien conocía.

Lo habitual de todos los días concluyó tras el sonido de la campana y el inicio de la primera clase.

 

 

5

A lo lejos, en esa misteriosa cabaña.

El Guardián se encontraba analizando los planos holográficos de una especie de circuito de obstáculos, que había diseñado con la ayuda de Nova y los datos obtenidos de las pruebas anteriores que les realizaron a los chicos. 

—Nova muéstrame el bloque B. —dijo y Nova así lo hizo.

El Guardián amplió con sus dedos la sección del holograma, luego usó su mano para rotarla y poder verla desde distintos ángulos. 

Modificó algunas partes aquí y allá a la brevedad. Y después de un sin número de simulaciones quedó satisfecho. 

Solo entonces, se sentó sobre el sofá a descansar un rato, estiró la espalda y miró hacia el exterior a través del pórtico de la entrada, que proporcionaba una espléndida vista del centro de la ciudad y la parte alta.

—Con eso debería bastar… 

Se dijo a sí mismo, acreditándose el esfuerzo.

—Ahora, sobre eso… -—dijo retomando la idea que tuvo mientras diseñaba el circuito días atrás.

—Lograr que asistan a la misma escuela no será fácil ¿Cuál de las tres debería elegir? ¿Cómo podría hacerlo? 

Como lo llevaba pensando desde hacía algún tiempo, pudo formular una solución, que ahora mismo se disponía a comprobar.

—Hmm… Nova, podrías hacer un informe sobre cuántos de los chicos asisten a cada escuela.

Sobre la mesa, Nova proyectó un holograma estadístico con los datos de la cantidad de chicos que asistían a tal escuela y su porcentaje.

—Según el análisis que realicé…

La pequeña y suave voz resonó desde los altavoces ocultos en las paredes de la nave. 

—La escuela Ríun Shinsawa, con 5 de los 11 portadores elementales encabeza la lista con un 45%, seguido de la escuela Yamakowuro con 4 y un 36%. Finalizando con la escuela Miyawanae 0038 con un 19%, Capitán.

—Ahora, de la población estudiantil de esta isla, muéstrame el porcentaje de la cantidad de estudiantes inscritos a cada una de ellas.

Los datos del holograma cambiaron, pero aun así el Ríun Shinsawa encabezaba la lista con un porcentaje máximo de 50%. Por otro lado, la escuela Yamakowuro obtenía un 30% superando al Miyawanae con un 20%. Era evidente cuál de las escuelas era la favorita de la isla.

—Hmm… Ya veo. Ahora quiero que me muestres los datos de la cantidad de cupos libres para cada escuela.

Los datos del holograma nuevamente cambiaron. 

En función a los cupos libres, la escuela Miyawanae tenía 1785 vacantes, mientras que, el Yamakowuro sólo tenía disponible 902, quedando solo 184 cupos libres para la escuela Ríun Shinsawa.

—Vaya que interesante, ahora ya sé cuál de las escuelas quitar. Nova, haz una simulación de lo que ocurriría si la escuela Ríun desapareciera.

Nova hizo la simulación y en ella, el Guardián pudo notar el rápido desplazamiento de la población estudiantil hacia las otras escuelas. Mayormente al Miyawanae por la cantidad de cupos libres que tenía, pero esto no complació del todo al Guardián, aún quedaba por trasladar a los cuatro restantes. 

—Hmm… a ellos no pareció afectarles. —dijo refiriéndose a los chicos que iban al Yamakowuro. 

Se cruzó de manos y pensó. 

—Tendremos que usar el método más simple, tendrán que transferirse de escuela en todo ese caos.

Se estiró una última vez antes de levantarse de su cómodo sofá.

—¡Bien! Continuemos donde lo dejamos ayer, Nova.

Nova guardó los datos y desactivó la función holográfica de la mesita.

—De-De acuerdo Capitán. —respondió la IA con un leve tartamudeo involuntario.

Algo que el Guardián no dejaría pasar con tanta facilidad.

—¿Ugh? ¿Pasa algo con tu RCU? —dijo refiriéndose a la Unidad Central que procesa la capacidad de respuesta.

—… No. Todo en orden Capitán ¡Operativa al 100%!

Exageró, pero si ella lo decía, no podía hacer más.

—De acuerdo… no perdamos más el tiempo.

Señaló saliendo de la habitación.

 

 

6

<> —Sistema Dinlion—

 

El destructor estelar Maxhíma emergió del hiperespacio cerca a la órbita de un planeta poco habitable. Cuya atmósfera era, en partes, azulado y mayormente de un tono terracota.

—Señor, hemos llegado —dijo el Capitán e inmediatamente después, una nave los interceptó.

Se apareció encarándolos de frente y mantuvo su posición sin ejecutar movimientos bruscos.

—¡General! Una nave apareció sobre la órbita del planeta… es el destructor Gáleon.

—¡Comuníqueme con el general de esa nave! ¡De inmediato! —ordenó, no queriendo ser él el que responda a su llamado.

Tras unos segundos en total silencio, el capitán de la nave interceptora accedió a entablar una vía de comunicación. 

Tras establecerse la conexión, se mostró al general de la otra nave en pantalla, quién se levantó de su asiento rabioso y expresó su descontento a gritos por el comunicador.

—¡Tú! ¡Zángano insignificante! 

—También me alegra verte, general Stín. —le respondió Pyper con una sonrisa victoriosa en el rostro.

—JA JA JA… ¡General Pyper! ¿Cuánto tiempo sin ver tu repulsiva cara?... Viniste a reportar tu fracaso, ¿Acaso? —preguntó con desdén.

—Hmph… Tan arrogante como siempre. Y pensar que no has logrado vencerme en un duelo. —dijo recordándole su primer y único encuentro.

—¡Tcks! Si no viniste a reportarme tu fracaso ¿A qué has venido? —preguntó irritado.

—Vine a restregarte mi éxito en la cara y contarte mis planes… Claro, si es que te interesa escucharme —señaló pedante.

El general Stín se paseó de lado a lado intrigado por su propuesta, no estaba seguro si ceder ante aquel que lo derrotó. Su orgullo lo detenía de tomar una rápida decisión, si eso le convenía o no se volvía irrelevante ante su sed de revancha, pero sabía que no era el momento para eso, debía conocer sus planes y de el "éxito" al que se refería con tanta seguridad. 

Apretó los dientes con fuerza y tomó asiento antes de abrir la boca otra vez.

—Estoy dispuesto a escucharlo general Pyper.

—Por un momento pensé que no accedería, eso hubiera sido una pena. Bueno, necesito de tu ayuda. He encontrado la ubicación de los Diamantes Elementales.

Todos los presentes en el puente de mando del destructor Gáleon, se quedaron boquiabiertos ante tal afirmación, no podían ni creerlo. 

Lo que tanto deseaban, ahora tan cerca, reavivó sus instintos depredadores. El brillo amarillento en sus ojos en contraste con lo sombrío del puente denotaba su sed de sangre y voraz interés.

—¡EH!!! ¡Imposible!

Negó el general tomándolo como algún tipo de broma. 

—Llevamos cuarenta años buscándolas en la infinidad del espacio. Son prácticamente difíciles de rastrear e imposibles de encontrar. 

—Eso es verdad, pero yo las he encontrado todas en un único planeta con una civilización poco desarrollada.

—¡¿Cómo?! —dijo demandando una explicación.

—Bajo mis órdenes, yo y mi tripulación salimos de nuestros dominios y nos dirigimos hacia una zona poco explorada para seguir minando asteroides. Y sin darnos cuenta, llegamos a otra galaxia y seguimos minando hasta llegar a cierto sistema solar, donde detectamos un "BEUM" de energía residual producida por la actividad resiente de los Diamantes Elementales. Atacamos, pero recibimos muchos daños por parte del Guardián y nos retiramos.

—¡¿Qué?! ¡Te retiraste! Perdiste nuestra oportunidad de poseerlas todas… —reclamó.

El hombre de piel morena y cenizos cabellos erizados apretó los dientes mientras movía con el dedo una joya hecha del colmillo de marfil de una especie depredadora de un planeta de sus dominios.

—Cuál es el punto de poseerlas, si no podemos regresar.

Señaló harto de esos cuestionamientos infundados por el mero impulso de acción. 

—Pero no te preocupes, estoy un 99.9% de que el Guardián no se irá de ese planeta. Su nave está dañada y ha sido así desde hace mucho tiempo. Puedo asegurarlo.

Le ofreció su palabra y un corto video de los Ripper's atacando a la colina.

—… Ya veo. Entonces necesitas de mi ayuda para mantener a raya al Guardián, ¿Cierto? —dijo el general comprendiendo la situación, aunque tal vez se burlaba de su ineptitud.

—Mi plan es doblegarlo con nuestra fuerza combinada y hacer que nos entregue los diamantes, quiero dejarlo sin opciones. Una operación lo más limpia posible.

Le expresó sus más sinceros deseos sin vacilación.

—¿Le pides eso a una raza de fieros guerreros? Jaja… 

Se rio de su ingenuidad, mientras guardaba la joya de marfil en el bolsillo interno de su chaleco. 

—El Guardián, eh… Bien, te ayudaré. Hace tiempo que no mató a uno de los de tu estirpe. 

Señaló entusiasmado mostrándole sus colmillos blancos, sus ojos brillantes y amarillos.

—Y… sí eso me otorga el grado de "Garra Plateada" y a mis tropas el grado Penta-escarlata, aún mejor jaja… ¡Bravo! ¡Bravo!

Le aplaudió a ritmo, levantándose de su asiento. Sin saberlo, había sido rebajado a ser un mero perro faldero, incentivado por el deseo de grandeza al servicio del general Pyper y de sus planes. 

El general sonrió mientras veía como su marioneta bailaba acompañado de la orquesta de sus delirios o más bien, de la idea de honor y prestigio que obtendría para con sus congéneres jaguarianos. 

Después de un breve momento, el general Stín se sentó en su silla de mando y el general Pyper aprovechó para hacerle una sugerencia.

—En ese caso… primero debemos entrenar las tropas.

—¡¿Entrenar?! Mis tropas están bien ¡Las tuyas deben entrenar! —le reclamó el hombre. 

Al general se le dilató el ceño ante el reclamo y explicó sus razones guardando la calma.

—No me refería a eso ¿Cuándo fue la última vez que tus tropas estuvieron en una operación conjunta o realizaron un ataque combinado? Estoy seguro de que no recientemente. Soy consciente de ello, mis tropas están igual ¿No queremos que la misión sea un rotundo fracaso o sí?... El Guardián no es alguien al que podamos tomar a la ligera. Después de todo él acabó con todo mi ejército de asoladores estando su nave en pésimas condiciones.

—Eso fue por tu incompetencia.

Suavemente le clavó una espina en el pecho.

El general se tragó sus palabras en el acto, casi ahogándose en el proceso. 

Fue tan repentino para él, que no pudo reaccionar de manera adecuada.

—Ahora que lo mencionas… ¿Cómo sugieres que los entrenemos? 

Tosió en el hueco de su puño y le respondió.

—Conquistando y destruyendo mundos. Solo usando nuestras tropas… —dijo sin mostrar la más mínima piedad.

El general entre cruzó los dedos y lo miró a los ojos, rápidamente intuyó que iba en serio. Accedió sin ningún pretexto.

—En ese caso, sugiero comenzar con este planeta… Es la manera más fácil de extraer minerales. Así mi flota al menos tendrá algo que hacer en mi ausencia.

—Bien, hagámoslo. —dijo accediendo a su petición. 

La nave Gáleon rotó 180 grados sobre su eje para encarar al indefenso planeta en tonos terracota. Ambas naves cargaron el arma más poderosa que tenían, el Cañón de Disrupción. El cual se encontraba ubicado en la parte central de la sección partida de proa, que se extiende un cuarto hacia el centro del núcleo de la nave. 

Era un arma con la capacidad energética de un sol pequeño de una intensidad lumínica opaca. Era suficiente poder como para atravesar la corteza más dura de un planeta en cuestión de minutos. 

Las partículas cargadas generaban múltiples destellos efímeros de electricidad alrededor del pesado cañón. 

—¡Fuego!

Se ordenó en paralelo.

El potente rayo fue acompañado de un agudo sonido que casi no quiso ni salir, como si estuviera temeroso de sí y de lo que era capaz. Dejó el miedo y finalmente se quiso dar a conocer ante el universo mediante un grito de desesperación, diciendo: "¡Aquí estoy! ¡Témanme!". 

La energía que salía era de un rojo intenso, lleno de furia y con sed de destrucción. El rayo que lo acabaría con todo, eso era. 

Los rayos atravesaron la atmósfera de aquel inmaculado e imperturbable planeta, que hoy llegaba a su fin después de tantos miles de millones de años desarrollándose en perfecta armonía en el escenario cósmico. Y no por acto propio de su desdicha, si no de su infortunio.

El mundo se quedó en silencio mientras los rayos concentrados en un solo punto, impactaron contra la superficie rocosa y se abrían paso a través de ella hasta el núcleo. Fue casi como si aceptara el súbito final que le fue impuesto. 

Las naves cortaron el suministro de energía dirigida al cañón para detener la proyección del rayo. Eso era un disparo.

La superficie se partió en llamas, la atmósfera se enturbió y finalmente el mundo implosionó, dejando salir desde su interior la llama de vida que guardaba, extinguiéndose y dejando atrás solo meros escombros. 

—Ahora general, si me permite. Antes de irnos quisiera dejar algunas indicaciones a mi flota. —dijo el general Stín cortando la comunicación súbitamente.

La nave Gáleon mantuvo su posición y se quedó en silencio, con sus motores en espera.

No hubo comunicaciones durante varios largos minutos. Eso hasta unos momentos después, cuando se restablecieron las comunicaciones.

—¿Está listo general?

Preguntó Pyper esperando confirmación en su proceder.

—El Gáleon está listo para partir. Envía las coordenadas del primer mundo.

El general Pyper digitó con el teclado holográfico de su asiento, las coordenadas 57-57'H.K. y se la envió al general Stín.

Cuando las recibió, se cortaron comunicaciones entre ambas naves y se prepararon para entrar al hiperespacio. 

—Marquen las coordenadas 57-57'H.K. Planeta Phillyum. —Sistema Borgia—.

Los controladores ingresaron las coordenadas en la computadora de navegación y ejecutaron el salto al hiperespacio.

 

 

7

Marcada por el vibrante sonido de la campana, el fin de las clases había llegado. 

La multitud de estudiantes salía de las instalaciones rumbo a sus hogares y algunos a pasar el rato en algún lugar por el camino. Max y Lisa se encontraban dentro de ese grupo. 

Realizando la rutina de siempre, Max esperó que Lisa se despidiera de sus amigas para luego retirarse en su compañía.

—¿Lista? —preguntó él.

Lisa se acomodó el uniforme, se paró a su costado y le respondió.

—Vámonos.

Por el camino, Lisa se mostraba radiante despidiendo a quien se le cruzaba de la escuela. Max no conocía a ninguno de ellos, así que no se involucró. 

Solo cuando se alejaron de la multitud de estudiantes, él le hizo plática.

—La escuela quedó bastante bien después de eso, ¿No?­

—Oh. Sí, escuché de las chicas que había muchas de esas naves dentro del campus. También dijeron que había muchos de esos hombres en traje custodiando la zona ¿A dónde crees que se las llevaron? 

—Hmm… No podría decirte donde, pero tal vez a alguna base ultrasecreta para hacerles ingeniería inversa. Esas cosas que se ven en las películas. —agregó al final.

—Es lo mismo que dijo Hana-chan. —comentó maravillada.

—Jajaja, es lo primero que se te viene a la mente, ¿No?

—Si, si, experimentos. —movió la cabeza de arriba abajo, haciendo énfasis en ello.

En ese momento, sus diamantes brillaron, era el Guardián quien los contactaba. Sintiendo esa calidez entre sus prendas, ambos se miraron comprendiendo de qué se trataba.

Corrieron hacia el callejón más cercano y respondieron a la llamada.

—Bien, teletranspórtanos. —dijo Max. 

Sus cuerpos fueron envueltos por partículas luminosas y desaparecieron de ese lugar. 

Cuando la teletransportación se completó, el Guardián se dirigió a ellos de forma cortés. Como un maestro a sus discípulos.

—Bienvenidos de nuevo jóvenes Laubtrias.

Les hizo una reverencia haciéndoles sentir como en casa.

Para todos fue extraño ser llamados Laubtrias, nunca antes habían escuchado algo así. 

Su curiosidad por el tema le impulsó a Marcus a preguntarle sobre el dialecto y su significado. 

—¿ Laubtrias? Y eso que significa, nunca antes lo había escuchado Guardián.

El hombre de la capucha de cuero, le contestó.

—Es Dragunneano antiguo y significa "larvas".

—¡¡Larvas!!!!

Se expresaron sorprendidos y algo ofendidos por ello.

Ser llamados Larvas, en la mayoría de los casos suele ser usada para ofender a otra persona. No esperaban ser llamados así por el que custodia los diamantes más importantes de su mundo.

—No sabía que tenías esa percepción de nosotros Guardián ¡Que cruel! —dijo Mía un tanto enojada.

—No, no me malinterpreten. En nuestra raza, usamos ese término para referirnos a los niños que aún no controlan su poder y que aún no poseen un diamante… Ustedes son la excepción en ese aspecto. 

—¡¿Niños?! Aún nos queda mucho que aprender 

Agregó Marcus observando el fragmento que tenía en su palma y luego, meditó sobre su progreso en silencio.

—Así es…

Asintió con un leve movimiento de cabeza.

—No estoy del todo conforme, pero lo aceptaré. Unas meras larvas pueden convertirse en unas gloriosas mariposas.

El joven de profundos ojos negros, posó de brazos cruzados asiéndose el guay.

—Ehh… No sabía que Neón era una persona sensible.

Comentó Mía poniendo una cara tonta, como si se hubiera perdido de algo al conocerlo.

—Si… No parece ese tipo de chico. —dijo Ema, juzgando su aspecto.

—¡Se equivocan! Solo lo dije para que se sintieran mejor.

Lo que acababa de decir se escuchaba distinto en su cabeza, pero solo sirvió para alimentar las provocaciones de las chicas. 

—Awwww…

El sonido largo y profundo, lo atravesó sin piedad. 

—¡Ya basta!

Gritó harto de sus jugueteos.

—Mgmr… 

Con un sonido ronco y áspero, el Guardián les hizo un llamado de atención.

Los chicos se dejaron de juegos y retomaron el orden que había antes.

Tras unos breves momentos de silencio, finalmente les habló.

—Ahora… El día de hoy no habrá entrenamiento. 

Varios de los chicos expresaron algo de felicidad, como fue en el caso de Max, Harry, Alice, Lisa, Ema y Mía, pero al cabo de unos instantes su expresión cambió a confusión.

Si hoy no había entrenamiento ¿Cuál fue el motivo de su venida? 

Entonces, el Guardián continuó. 

—Sin embargo, quería informarles sobre el plan que llevaré a cabo. Para eso necesitaré algo de su ayuda. 

Sin perder el tiempo, Marcus le preguntó de qué se trataba. 

—¿Y qué plan sería ese?

El Guardián dejó de hablar y los miró con frialdad. Cerró los ojos bajo esa capucha un momento antes de que sus labios se volviesen a mover. 

 

—Quiero que todos estudien en la misma escuela.

 

—¡Eeehh!!!

Su confusión se elevó a niveles estratosféricos. 

No concebían lo que el Guardián les estaba pidiendo. Por un momento se miraron las caras esperando una explicación.

—Pero eso sería algo impensable. Apenas ha comenzado el año escolar y las clases se retomaron apenas hoy después de lo ocurrido. —dijo Harry.

—Además… ¿Para qué nos quieres a todos en la misma escuela? —agregó Cloe buscando el motivo de tal decisión.

—Para que fortalezcan la relación entre ustedes, ya que estarán compartiendo las mismas experiencias, en el mismo momento, a la misma hora, en el mismo lugar. Además, será más fácil para Nova teletransportarlos o contactarlos en caso de una emergencia.

Todos comprendieron con mayor claridad el motivo. Sin embargo, aún había cierto aire de incomodidad al respecto. 

—Aunque nosotros aceptemos, nuestros padres son los que tienen la última palabra. —dijo Zane desde el fondo para calmar la situación con su voz gélida.

—Es ahí en donde necesito de su ayuda, pero eso será después de destruir la escuela Ríun Shinsawa.

—¡¡QUÉÉÉÉ!! 

Una espiral de sentimientos encontrados se cernió en torno a ellos, como fantasmas.

Rápidamente, Marcus, Mía, Cloe, Zane y Alice, mostraron su descontento, aunque Alice estaba más que todo ansiosa. 

—¡¿Por qué vas a destruir nuestra escuela?! —dijo Cloe expresando su total inconformidad.

El Guardián no se dejó llevar y se explicó con calma.

—Verán. Si destruyo la escuela Ríun, se creará un efecto en cadena que obligará a los estudiantes inscribirse en una nueva escuela para no perder el año. —dijo mostrando la simulación holográfica de lo que sucedería si hiciera esto. 

—¿Pero eso no creará un caos desenfrenado? Los padres tratando de inscribir a sus hijos antes de que se queden sin vacantes, creará un colapso del sistema. —agregó Max.

La demanda estudiantil de la isla era similar a la de una ciudad pequeña. Las tres escuelas se encargaban de satisfacer esa demanda brindando unas instalaciones con igual o mayor capacidad. Quitar una de ellas, rompe el equilibrio y provoca que las dos escuelas se saturen, y no puedan dar abasto a todos. Muchos se quedarán fuera y perderán el año.

Era algo de lo que el Guardián estaba al tanto, pero no importaba, mientras su plan sea un éxito.

—Lo sé, esa es la idea. Ustedes aprovecharán ese caos para cambiarse de escuela. Será como seguir la corriente.

Básicamente, lo que el Guardián quería hacer, consistía en soltar la mariposa y dejarse llevar por la corriente de aire que expelía de sus alas. 

—Pero… ¿A qué escuela nos cambiaremos?

Ema, un poco tímida le preguntó levantando la mano.

—Todos se pasarán a la Escuela Miyawanae 0038. Es la escuela con más cupos libres que hay, eso les permitirá tener más oportunidades de ingresar.

—¿La 38? Genial… —dijo Cloe, a quien no le agradó para nada esa idea.

Pasó sus ojos de un extremo al otro y se hizo a un lado, manteniéndose al margen del grupo. Esa sería la última interacción activa de su parte. 

—Será un placer recibirlos en nuestra escuela. —dijeron Max y Lisa haciendo una reverencia para sus futuros compañeros.

—¡Nos pasaremos a la escuela de Max y Lisa! Entonces, para mí no hay problema ¡Me muero de ganas por asistir a su escuela!

Ema abrazó a su amiga de felicidad, Lisa sonrió y luego integraron a Alice tomándola por sorpresa.

Las tres compartieron un grato momento de felicidad.

Entonces el Guardián le preguntó a los afectados, sí estaban de acuerdo o no con su decisión de trasladarlos a una nueva escuela.

—Marcus, Mía, Alice, Cloe, Zane ¿Están de acuerdo con la destrucción de su escuela?

Aunque la decisión ya estaba tomada. El Guardián quería saber si todo estaba claro y no había resentimiento alguno por su parte al ser tan arbitrario.

Lo pensaron unos minutos en silencio, rodeados de una sensación de incertidumbre, y solo después de un breve intercambio de miradas, le respondieron.

—Sí, estamos de acuerdo. —dijo Marcus.

—Si, no es problema. —se expresó Mía de forma positiva. 

Alice asintió modesta y Zane lo hizo cerrando los ojos sabiendo que no podía hacer nada más.

Cloe frunció el ceño, pero no se quejó.

—Bien. Nova apunta los cañones a la escuela Ríun…

La cruel orden fue ejecutada sin un ápice de vacilación. Sus corazones se estremecieron.