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Chapter 3 - Capítulo 2

"Thaloria: El Joyero de la Vía Láctea"

Se alzaba un planeta con una vasta extensión árida y desértica, pero su superficie ocultaba el bullicioso epicentro de actividades comerciales intergalácticas. En este remoto confín de la galaxia, seres de todos los rincones convergían para llevar a cabo transacciones complejas y pactos comerciales que involucraran recursos invaluables y tecnología de vanguardia.

Las tierras áridas de Thaloria, a primera vista inhóspitas, escondían una sorprendente diversidad de criaturas alienígenas y flora exótica, algunas de las cuales son altamente codiciadas en el mercado galáctico. Quienes llegaban a Thaloria se veían sumergidos en un mundo vibrante y multicultural, donde las estrechas calle y los mercados bulliciosos rebosaban de seres con formas y tamaños inimaginables, todos en busca de oportunidades comerciales.

— Thaloria parece ser igual de frenético que siempre — comenté mientras observaba desde mi posición, en lo que estacionaba la nave sobre una plataforma del planeta.

Brakthar, quien había regresado del Plexus para unirse a la sala de control, esbozó una sonrisa y añadió con un deje de sarcasmo: — Oh, sí. ¿Recuerdas, Korg, aquella vez en la que intentamos negociar con aquel extraterrestre de ocho brazos en Thaloria? —

— ¡Ah, esa vez! —exclamó Korg, nervioso y visiblemente avergonzado.— Cuando aquel astuto mercader intentaba vendernos cristales falsos como joyas cósmicas y yo terminé tropezando, derramando mi bebida sobre los cristales, que se fundieron como cera caliente.

A pesar de su reputación como un centro comercial próspero, también es un lugar donde las sombras y la traición acechan en cada esquina. Las manipulaciones políticas y los juegos de poder son moneda corriente en este mundo, y la habilidad para tejer mentiras más elaboradas que los enemigos es crucial en este peligroso juego sin retorno. Los habitantes de Thaloria, son conocidos por su astucia y capacidad para el engaño.

— De no ser por tu torpeza, hubiéramos comprado los cristales sin pensar. — su voz gutural resonando con una ira casi incontrolable— ¡Ni siquiera puedo expresar lo enojado y molesto que estoy con ese tipo!

— ¡Sí, fue todo un desastre! —Korg murmuró sus palabras cargadas de desprecio hacia el mercader mentiroso— Y se atrevió a decir que destruimos sus joyas cósmicas falsas. Por poco y las fuerzas policiales no nos permiten volver a este planeta.

Con la nave inmóvil en la metálica plataforma de Thaloria, tendríamos la oportunidad de reparar y restaurar los sistemas esenciales que habían quedado inutilizados. Nuestra principal misión era reunir el material necesario para reparar los daños externos de la nave, así como perfeccionar algunos aspectos menores en su interior. También debíamos recuperar la energía que habíamos perdido debido a la infiltración del Sonda-hack en nuestro sistema.

—¡Listos, equipo! —anuncié con determinación, reuniendo a mi equipo después de ceder el control de la nave.— Necesitamos reparar nuestra nave y recuperar la energía perdida.

Aizza tomó la palabra con convicción. —Me encargaré de reparar los sistemas dañados y optimizar la energía de la nave, esa que se desvaneció durante el despegue y se desgastó en medio de la batalla para mantener nuestros escudos intactos —

Harlox respondió, su voz resonando en el espacio metálico de la sala de reuniones. — Entonces, conectaré la nave a la plataforma de recarga para restaurar nuestra energía. Además, con los nanobots desplegados por todo el exterior e interior de la nave hare las reparaciones necesarias. —

Brakthar se sumó con su característica seriedad — Yo, me ocuparé de ajustar los cables que se conectan al plexus. —Su voz ruda y su mirada implacable continuaron— Mantendré las armas y los cañones cargados y en perfecto funcionamiento.—

Asentí con determinación mientras cada uno asumía un papel crucial para asegurarnos de no pasar demasiado tiempo en el planeta Thalorian. Luego, intercambié una mirada decidida con Nalor.— Nosotros buscaremos los recursos necesarios para completar las reparaciones. —

— Y yo... bueno, intentaré no causar ningún accidente en el proceso.— habló Korg con una risa contenida.

Me dirigí a Korg con seriedad— Korg, eres un miembro esencial en nuestro equipo. Por eso, te asignaremos el importante papel de cuidar a la princesa Lyxar. —La mirada de Korg ante la perspectiva de lidiar con la malcriada y temperamental princesa alienígena, generó un atisbo de emoción y diversión en los demás— No te preocupes, Korg, te aseguraré un arsenal de medicamentos y herramientas de lo más avanzados. —

A pesar de la resignación que se reflejaba en el rostro de Korg debido a la tarea tan importante que se le había asignado, sus ojos brillaban con anticipación ante la posibilidad de explorar nuevas medicinas y avanzadas herramientas que podría utilizar en su sala médica.

Puede no ser nuestro tripulante mas hábil, sin embargo destaca mucho por su entusiasmo inigualable en ayudar a los demás. Su habilidad para llevar a cabo procedimientos médicos precisos y su profundo conocimiento en medicina son invaluables en nuestras misiones. Korg es alguien que puede inspirar temor debido a su apariencia, pero no es un alíen que debas temer.

Nuestra misión había sido la captura de la escurridiza princesa Lyxar, descendiente de los Draylons, una enigmática raza alienígena con una piel babosa que se fundía en tonos verdes y violetas. Nuestro cometido: devolverla a su planeta natal. Lyxar, impulsada por la pasión y el desafiante espíritu de la juventud, había escapado con su astuto amante, un forajido de otra galaxia. Su padre, lejos de regocijarse con este acto romántico, estaba furioso, y como los miembros de la guardia real no habían logrado dar con su paradero, nos contrató para llevar a cabo esta delicada tarea, ofreciéndonos una recompensa generosa. 

Así se explicaban los considerables daños que la nave había sufrido en el intento de capturarla. La pareja de Lyxar había luchado con uñas y dientes para impedir que la alejáramos de su amado; sin embargo, nada podía detenernos en nuestro deber.

El mercado al que habíamos llegado era un cosmos en sí mismo. Adentrándonos más en él, la cacofonía de lenguas y dialectos alienígenas llenaba el aire. Nalor, había trazado un rumbo diferente, rastreando los materiales necesarios para reparar nuestra maltrecha nave.

Recorriendo las bulliciosas calles, donde los ecos de una juventud plagada de luchas y penurias aún resonaban, mis pasos me condujeron a un rincón secreto: La tienda "Cosmic Esoterica Den" era mi destino, el lugar donde esperaba encontrar las herramientas médicas necesarias para Korg.

Escondida en una callejuela, su fachada era una amalgama de colores y materiales desconocidos. Las dos hojas de la puerta, talladas con símbolos enigmáticos, se abrieron majestuosamente, revelando un umbral donde una antigua lámpara parpadeaba con una luz dorada, como un faro en medio de la penumbra del mercado.

Una vez dentro, me vi rodeada de un universo en miniatura de objetos extraños y curiosidades de toda la galaxia. Cristales parpadeantes lanzaban destellos de colores celestiales, artefactos alienígenas emitían un suave resplandor y reliquias misteriosas parecían susurrar historias olvidadas. El aroma a incienso se entremezclaba con fragancias exóticas y hierbas místicas, envolviendo cada rincón en una niebla aromática que parecía tener vida propia. 

En un rincón, una vidente alienígena leía las cartas del tarot con una mirada profunda que atrapaba los destinos de quienes se acercaban. En otro, un grupo de contrabandistas negociaba en voz baja, sus voces apenas audibles sobre el susurro constante del lugar.

Fue entonces cuando nuestros ojos se cruzaron, y el aire mismo pareció cargarse de una tensión palpable. Draktharos , el hombre cuya infame personalidad había desencadenado innumerables enfrentamientos marcados por la hostilidad y el desprecio mutuo, apareció ante mí.

— ¿Qué te trae por aquí, Thorne? — su voz profunda resonó en el aire, cargada de un desprecio excitante. Aquella mueca de desagrado en su rostro no era mera casualidad, sino la manifestación física de la animosidad que ardía entre nosotros.

— Lo mismo que te trae a ti a este lugar, Synthor —respondí, con una mirada gélida clavada en la suya. ¿Por qué demonios tenía que cruzarme con él una vez más?.

Cada vez que nos encontrábamos, sus palabras cortaban como cuchillas afiladas, diseñadas para humillarme y martillar sin cesar mi fragilidad humana. Estábamos a años luz de aquellos días en los que simplemente soltaba sus crueles comentarios y se retiraba. Últimamente, me di cuenta de que Draktharos había desarrollado una fascinación enfermiza por irritarme, y nuestros encuentros se habían vuelto cada vez más prolongados.

— ¿Todavía no te has cansado de seguirme? —la voz de Draktharos tenía un deje de sarcasmo, como si disfrutara alimentando el conflicto. Pero no me dejé llevar.

—Podría decir lo mismo de ti. ¿No hay otro lugar en esta galaxia lo suficientemente grande para los dos? —Mis palabras eran como aguijones de hielo, mi mirada, afilada como una espada, buscaba perforar la muralla de arrogancia que rodeaba a Draktharos. Cada enfrentamiento con él era una feroz batalla de voluntades, un constante forcejeo por el dominio.

Sus rasgos eran el testimonio de su naturaleza implacable: unos ojos que destilaban confianza en sí mismo hasta rozada la arrogancia, y una mandíbula cuadrada que nunca cedía ante la adversidad. Su presencia parecía imponerse sobre el entorno, como un líder nato acostumbrado a llevar las riendas de cada situación.

Draktharos soltó una risa áspera, como si la tensión en el aire fuera su manjar predilecto. —Quizás, Evadne, el universo simplemente no tenga suficiente espacio para nosotros dos. —Su mirada relució con una intensidad que rayaba en lo maníaco, como si saboreara cada momento de nuestro encuentro cargado de hostilidad.

Mis labios se curvaron en una sonrisa fría, aunque por dentro ardía en una tormenta de emociones. —Synthor, no confundas tu persistencia por sadismo con una verdadera necesidad de mi presencia. —Mi voz cortó el aire como un cuchillo afilado, apuntando directamente a su orgullo.

Draktharos se inclinó hacia mí, su aliento cálido rozando mi oído como una caricia ominosa. —¿Crees que alguna vez podrás librarte de mí, Evadne? —Su voz, ronca como un susurro desafiante y sensual al mismo tiempo envolvía el aire a nuestro alrededor.

—Mira, Synthor, si sigues apareciendo en mi camino, no puedo garantizar tu seguridad. —Mis ojos lanzaron chispas, cargados de amenazas veladas. El aire mismo parecía vibrar con la intensidad de nuestra confrontación.

Nuestra rivalidad había alcanzado un punto de no retorno, una lucha de egos que amenazaba con devorarnos por completo. El espacio entre nosotros se cargó de electricidad, como si una tormenta estuviera a punto de desencadenarse en cualquier momento. En ese instante, ninguno de los dos podía apartar la mirada; estábamos atrapados en un juego de poder que consumía cada uno de nuestros sentidos.

—Oh, Evadne, siempre tan temperamental. Esa es parte de tu encanto, ¿verdad? —Draktharos murmuró con un tono provocador, sus ojos escudriñando cada uno de mis gestos como si estuviera en busca de debilidades que pudiera explotar.

Mis dedos se crisparon en puños, la ira bullendo en mi interior como una llamarada ardiente. Debía mantener la compostura a toda costa, no podía permitir que él viera cuánto me afectaba su presencia. Había sido el único capaz de desmoronar mi fortaleza con unas pocas palabras, y ese resentimiento se alojaba en lo más profundo de mi ser.

— Tu encanto, Synthor, radica en tu habilidad para irritar a cualquiera que tenga la desgracia de cruzarse contigo. —Mi voz tembló levemente, pero no le daría la satisfacción de verme perder el control.

Draktharos esbozó una sonrisa retorcida que mostraba sus afilados dientes, un gesto que solo intensificaba mi desdén por él.

— Y tu fortaleza reside en tus palabras mordaces —insinuó con una mirada penetrante que exploró minuciosamente mi figura, poniendo de relieve la fragilidad inherente de ser humana.

El odio ardía en mi interior, detestaba su desprecio, su condescendencia, y sobre todo, odiaba que me menospreciara solo por ser humana, como si eso me hiciera frágil e insignificante a sus ojos.

— A veces, una lengua afilada puede ser más letal que cualquier espada. —le respondí con una sonrisa fría mientras mis ojos no dejaban de clavarse en los suyos

En ese tenso momento, cuando la hostilidad entre nosotros estaba a punto de alcanzar su punto máximo, algo inesperado ocurrió. Un estridente chirrido cortó de raíz nuestra acalorada conversación, inundando la tienda con su eco penetrante.

De repente, una sombra oscura y misteriosa se proyectó sobre el suelo, como si un oscuro telón se hubiera desplegado en el firmamento, el aire mismo pareció encogerse en respuesta, y el aroma a incienso y hierbas místicas se intensificó. Las luces centelleantes que habían iluminado nuestra contienda verbal se desvanecieron hasta tornarse en destellos fugaces, y las voces murmurantes de los presentes se extinguieron en un silencio espeluznante, como si el mundo entero contuviera el aliento. Y en ese instante de desconcierto absoluto, el suelo tembló bajo nuestros pies, varias grietas como fauces hambrientas de la tierra se abrieron paso en la tienda.