—Me alegra oír eso, Evadne. Te ves... impresionante. —Su voz revelaba una suave admiración mientras se acercaba lentamente, sus pasos resonando en el suelo de la habitación. No podía evitar notar que su mirada seguía fija en mi atuendo y en mí, como si estuviera viendo algo que desafiaba su propia comprensión.
—Ojala pudiera decir lo mismo de ti —Mi voz, aguda y afilada como una espada cómica, salió en respuesta mientras le lanzaba una mirada rápida de arriba abajo.
Él dejó escapar un eco de risa celestial. —Oh, vaya, Evadne. Pensé que apreciarías mi elección de vestuario. Es el último grito de la moda en mi planeta, ¿sabes?
—Claro, deben estar volando de las estanterías en tu planeta natal —respondí con una sequedad que rivalizaba con el espacio sideral.
Él se acercó aún más. —Tú siempre tan encantadora, Evadne. ¿Algún otro halago afilado para mí?
—Ciertamente, no era un halago —repliqué, recién dándome cuenta de que mi cuerpo estaba impecablemente limpio. Lo miré con desconfianza y sospecha—. ¿Quién se encargó de limpiarme?
—¿Acaso dudas de mi honorabilidad como príncipe?
—Tú has pasado por alto esos "modales" en más de una ocasión —respondí, recordando los encuentros anteriores en los que se había atrevido a humillarme y menospreciar mi trabajo.
—Tienes argumentos válidos, pero si quisiera tocar tu curvilíneo cuerpo, créeme, preferiría que estuvieras consciente cuando eso sucediera.
—¡Ah! Eres irritante, ¿lo sabías? —le espeté, dejando en claro mi frustración.
—Querías contactarte con tu tripulación, ¿no es cierto? —inquirió, interrumpiéndome y desviándome de lo que estábamos hablando.
—Sí, así es, pero aún no he recibido resp...
—Sígueme — interrumpió otra vez—. Le pedí a uno de mis miembros que estableciera comunicación con tu nave.
A regañadientes, acepté seguirlo a bordo de su nave, aunque en mi mente revoloteaban las preocupaciones sobre mi equipo. No obstante, esta era una oportunidad única para explorar un poco de su nave y, con suerte, descubrir más sobre su tecnología.
Mientras recorría los pasillos interminables, los miembros de su tripulación, con sus peculiares indumentarias Zyphronianas, nos saludaban con gestos elegantes y enigmáticos. De vez en cuando, me detenía para asomarme a las diversas estancias que conformaban la nave: desde la cocina hasta el vivero, pasando por la sala de experimentación científica y la cámara de computación. Incluso había espacios dedicados al entretenimiento y el descanso, ¡y una biblioteca! Afortunadamente, mi anfitrión me permitía husmear a mi antojo, concediéndome el tiempo necesario para empaparme de cada detalle de aquella maravilla tecnológica.
—¿Estamos en una nave o en tu palacio? —inquirí
Su respuesta fue un destello burlón en sus ojos alienígenas. —Te tomas te, tu tiempo para soltar veneno con esa lengua afilada —me espetó.
—Y tú aún no has respondido quién se encargó de limpiarme y proporcionarme esta ropa nueva, alíen pervertido —respondí, devolviendo la pulla
Finalmente, llegamos a una terminal de comunicaciones avanzada que también fungía como la sala de control principal de la nave. Con destreza, él activó los controles.
—Se encargaron unos bots —interrumpió una de sus tripulantes, una mujer de asombrosa complexión alienígena.— Puedes estar tranquila, yo me ocupé de ello, Kalixia. —Extendió su mano violeta hacia mí, y su gesto me infundió un atisbo de tranquilidad.
—Thorne, Evadne Thorne —dije mientras estrechaba su mano. En su rostro se dibujó una auténtica sonrisa.
—¡Ah, tú debes de ser la famosa Thorne! —exclamó con un destello de emoción en sus ojos.— Drak no ha dejado de hablar de ti.
Arqueé una ceja incrédula. —Kalixia, ¿no tenías algo más importante en lo que trabajar? —inquirió Draktharos, tratando de evitar que revelara información sensible.
—En realidad no, capitán —respondió con insolencia, ignorando por completo las preocupaciones de su líder.— Y tú eres todo de lo que ha hablado, por añ...
Para su alivio y mi resignación, no pude escuchar todo lo que esa miembro descarada y caótica tenía para decir, ya que en ese momento se estableció una conexión con mi propia nave.
La imagen del rostro aliviado de mi segundo al mando, Nalor, apareció en la pantalla, y de repente, todo lo que Kalixia tenia para decir se evaporo. —Evadne, ¿estás bien? Hemos estado preocupados. Perdimos contacto contigo durante el ataque.Respiré aliviada al escuchar la voz familiar de Nalor y a los otros miembros a lo lejos. —Estoy bien, aunque me encuentro en una situación inusual, pero estoy a salvo. ¿Cómo están todos? ¿Hay heridos?
Los demás miembros de la tripulación se agolparon a su alrededor, ansiosos por escuchar mi voz y recibir noticias.
—Todos estamos ilesos, Evadne, pero estábamos preocupados por ti. —respondió Harlox con un tono de alivio en su voz.
—Pudimos reparar la nave justo antes de que esa cosa pudiera hacernos algo, y, como ordenaste, despegamos. —añadió Brakthar rascando detrás de su cabeza.
—Intentamos mantener una distancia prudente, por si acaso te veíamos, pero... —Korg se interrumpió y desvió la mirada, sintiéndose incómodo por no haber podido ayudar en esa situación.
—Lo entiendo, tranquilo Korg. Me encuentro bien. —intenté tranquilizarlos a todos, aunque sabía que mi situación seguía siendo un enigma para ellos.
—Chica, pero qué lucaso. ¿Quién fue el milagro que sacó toda tu ropa por el espacio? —Aizza, siempre la más directa y poco convencional, soltó una carcajada, pero su sonrisa desapareció rápidamente al ver mi expresión seria.
—Aizza, dudo que eso sea importante en este momento. —le respondí, tratando de volver al tema central de mi situación.
Nalor, el más sereno y centrado de todos, intervino: —¿Dónde estás exactamente? —preguntó con una expresión de seriedad en su rostro.
Me volví hacia Draktharos y parte de su tripulación en aquella sala, quienes estaban observando la conversación en silencio. —Estoy a bordo de la nave de... Draktharos.
De sus ojos centelleó un brillo de asombro e incredulidad. —¡Me estás jodiendo! —exclamó Aizza, tan característica como siempre, simultáneamente Brakthar soltó una serie de insultos incoherentes.
—No —respondí, manteniendo mi voz firme mientras sentía la mirada penetrante de Draktharos sobre mí. Sabía que él escuchaba cada palabra.
Mis compañeros de tripulación se encontraban en un estado de asombro y desconcierto que solo podía compararse con la vastedad del espacio que nos rodeaba. Sus expresiones hablaban de la inesperada naturaleza de mi situación, y no podía culparlos por sentirse así.
Nalor, siempre el más sensato de todos, logró recobrar la compostura con rapidez. Su voz resonó en la sala de control de la nave: —Evadne, necesitamos más detalles. ¿Cómo diablos llegaste a bordo de la nave de Draktharos?
Me tomé un momento para organizar mis pensamientos antes de responder. —Es una historia larga y complicada, y antes de que digas que tenemos tiempo de sobra para escucharla, te aseguro que no lo tenemos.
Nalor arqueó una ceja y rectificó: —¿Qué quieres decir, Capitana? —Su uso del título de "capitana" hizo que frunciera el ceño, ya que había dejado claro innumerables veces que no deseaba ser llamada así.
—Del Vorágine —respondí con un tono sombrío.
—¿¿Vorágine??— Todos, tanto mi tripulación como los miembros de Draktharos, respondieron al unísono, como si el nombre en sí mismo fuera un hechizo misterioso.
Los ojos de todos se movían entre nosotros, como si trataran de asimilar la información que había compartido.
—No puede ser que esa cosa sea un Vorágine —Kalixia fue la primera en hablar, sacándonos a todos de nuestro estado de confusión y asombro.
—He visto muchas cosas para saber que no lo son, y resultaron ser todo lo contrario —respondí con determinación.
—Esas criaturas se extinguieron con la guerra de las cruzadas —intervino Draktharos, su escepticismo apenas oculto.
—¿Alguna vez tuviste la oportunidad de toparte con una de esas cosas? —pregunté, desafiante.
—Esta es la primera vez, ¿y tú, Evadne? —contestó Draktharos.
—No me creerías si te contara —admití mi rostro reflejando total seriedad.
—Entonces, si ese gusano es un Vorágine —intervino Korg, notando la tensión palpable entre nosotros—. ¿Qué se supone que debemos hacer?
—Tiene razón, los libros no detallan cómo lograron extinguirlos —añadió Harlox—. Y considerando que por poco nos convierten en comida de Vorágine, ¿estás pensando en enfrentarte a esa cosa? A duras penas sobrevivieron en la cruzada.
—No es ese el punto —dije con firmeza.
Harlox preguntó con curiosidad —Entonces, ¿Cuál es el punto, capitana?
La mención de "capitana" me irritó profundamente, pero me obligué a dejar de lado esa molestia antes de continuar.
—Esa criatura no se detendrá simplemente porque se haya alimentado de unos cuantos incautos —suspiré, tratando de transmitir la gravedad de la situación.
—¿Crees que las muertes en Thaloria fueron pocas? —Draktharos replicó con evidente molestia.
Como una tormenta a punto de desatarse. Mis palabras habían caído como piedras, y podía sentir las miradas cargadas de molestia que se clavaban en mí.
—Por supuesto, ¿acaso no notaste cómo esa abominación se torna más grande e insondable con cada víctima que devora? —dije, con un tono cortante—. Si dejamos que siga con total libertad por la galaxia, llegará un punto en que destruirá planetas en cuestión de segundos.
Draktharos, con sus brazos cruzados, mantuvo su expresión de escepticismo profundo. —Y crees que tu cuerpo humano y una pequeña tripulación van a ser suficientes para vencer a ese gusano.
Mis puños se apretaron, los nudillos blancos por la tensión. —No estoy diciendo que vayamos a hacerlo.
—Entonces, ¿Qué estás proponiendo, Thorne? —casi escupió mi nombre, como si fuera un insulto—. ¿Algo que no sea tan descabellado como poner a toda tu tripulación y a ti misma en una muerte inminente? Estuviste a punto de ser devorada por esa cosa si no hubiera llegado a tiempo.
Mi respiración se agitó, y mis labios temblaron antes de que respondiera con voz tempestuosa: —No tengo por qué contarte cosas que no comprenderías.
Draktharos avanzó un paso hacia mí, sus ojos chispeando de ira. —Cuenta. Quiero comprender cómo funciona tu retorcida cabeza.
La tensión en la sala alcanzó su punto máximo, y los demás miembros de la tripulación observaban con preocupación mientras nos enfrentábamos en un choque de voluntades, sin ceder terreno alguno.
—Escucha, Draktharos —comencé, tratando de suavizar mi tono, aunque sin abandonar mi firmeza—. Lo que propongo no es un acto suicida.
Draktharos me miró con una mezcla de irritación y curiosidad. Sabía que había conseguido su atención, aunque no estaba dispuesto a darme el beneficio de la duda fácilmente.
—Si tienes algo importante que decir, ¡dilo de una vez! No tengo paciencia para juegos ni misterios innecesarios.
Respiré profundamente, tratando de aplacar la tormenta de emociones que rugía dentro de mí, me gire hacia la imagen de Nalor en la pantalla
—Tenemos que infiltrarnos en El Avarice —anuncié con determinación, y un coro unísono de exclamaciones llenó la sala de control enseguida se hizo el silencio.—Comprendo que esta misión es arriesgada
—¿Arriesgada? Adentrarse en una astronave abarrotada de alienígenas arrogantes y despiadados, todos ellos empuñando armas de alta tecnología.
—¡Ahí, por mis estrellas! —exclamó Aizza, se quedó boquiabierta, sus ojos destellando sorpresa.
—Por favor, dime que no estás considerando infiltrarte en el Avarice, como discutimos la otra noche —suplicó Korg, sus palabras perdiendo intensidad con cada sílaba.
—¿De qué están hablando? —inquirió Draktharos, con una clara molestia en su mirada, frunció el ceño al observar el rostro aterrado de Korg.
Nalor comenzó a hablar—Korg, supongo que no se refiere al mapa que...
—Sí, exactamente a eso me refiero
—De todas las cosas locas que pudiste a ver propuesto —interrumpió Harlox resignado. Brakthar, por su parte, dejaba ver un destello en sus ojos, ansioso por la idea de infiltrarse en la nave del mayor rufián Drell.
—Saldré de allí antes de que alguien se entere. —
—. Espera, ¿piensas ir sola? —Brakthar mostró una leve decepción en su rostro, mezclada con una creciente histeria.
—No, no iré sola. —mi voz resonó con firmeza mientras sostenía la mirada desafiante de Draktharos— Aunque me duela admitirlo, necesito tu ayuda para infiltrarme en esa nave.
Un suspiro de frustración escapó de los labios de Draktharos, y sus ojos chispearon con una mezcla de ira y desconcierto. —Thorne, esta no era la manera en que esperaba que me dijeras que me necesitabas.
—¿Es que acaso no tienes la intención de ayudarme?—respondí desafiándolo
—Dime, Thorne —su voz se tornó más fría, pero aún ardía con un escepticismo punzante— ¿por qué habría de arriesgarlo todo por ti y tu plan descabellado? ¿Solo porque tienes la audacia de creer que ese gusano es un Vorágine?
—No es una simple idea —susurré, dejando que la certeza fluyera a través de mis palabras— Es un hecho.
La tensión entre nosotros se intensificaba, palpitante como el preludio de una tormenta que anuncia su furia inminente. Draktharos, con su mirada de acero y su postura desafiante, parecía un guerrero antiguo enfrentando su destino.