Todavía lo sentía, lo sentía en cada mísero gramo de mi enclenque ser.
Podía sentir el hervor en cada poro de mi piel, quemandome desde dentro hacia fuera y viceversa.
El como sentía que mi globos oculares reventaban una y otra vez. Volviendo a formarse fibra por fibra para luego ser reventado por una presión inimaginable.
Quería que parara.
—Ahhh!
Abrí los ojos con violencia. Mi torso superior se levantó repentinamente, chocando contra la barrera del aire que hasta hace un momento estaba en total calma. Mis brazos, los cuales use como sostén a la hora de levantarme, temblaban. A penas podía mantenerlos firmes para levantar mi cuerpo.
Desorientado, mire a mi alrededor, para únicamente encontrarme con una habitación que, aunque no estaba vacía debido a las lujosas decoraciones que la llenaban con amplitud, se hallaba desolada, sin nadie que la acompañase.
—Blnd!
De no haber sido lo suficientemente rápido para presionar mis labios con mi mano derecha, muy seguramente un gran vomito habría manchado la cama en la que me encontraba descansando hace unos momentos.
—*Trught*
Me trague el vomito, asqueado, pero lo hice.
Intente pararme de la cama en la que me encontraba. Desplace la manta blanquecina fuera de mi cuerpo y el mismo quedó descubierto.
Llevaba una remera negra en su totalidad, que me quedaba cais como anillo al dedo. Y en la parte inferior, un pantalón corto de color negro que tambien me cubría hasta 2 dedos por debajo de la rodilla. Me quedaba un poco olgado, pero no era incómodo.
Aunque me encontraba un poco perdido por estas prendas que –aunque normales y de uso cotidiano– no recordaba haberme puesto, me decidí por levantarme del colchón tan acogedor.
Cuando apoye mis manos en el ras del colchón negro cubierto por una fina manta blanca semi traslúcida, pude notar con el dorso de estas era de un color blanco, fantasmal o casi lechoso.
Me levante, me tambalee unos centímetros y me ergui sobre el suelo, luchando por mantener el equilibrio de mi propio cuerpo.
Estuve a punto de caer en varias ocasiones –4 para ser exactos– de cara al suelo o sobre mi trasero que, de no ser por algunos muebles –bastante firmes he de mencionar– que utilice como apoyo, me habría derrumbado con total certeza.
Una vez ya me sentí capaz de mantener el equilibrio por mi mismo sin la necesidad de algún objeto externo, pero cuidándome de no hacer movimientos bruscos, inspeccione mis brazos.
Mi mano derecha se movió por el aire hacia mi antebrazo izquierdo, y las yemas de esta mano bailaron sobre el brazo.
Con ese simple desplazamiento minúsculo, pude sentir una suavidad y perfección que nunca había sentido sobre mi propia piel. Ya no esta a esa textura semi áspera que antes poseía, no, ahora era calida, suave y tersa al tacto.
Hice lo mismo con mis piernas y torso, sintiendo la misma calidad de piel que en mis brazos. Lo único que no pude inspeccionar fue mi rostro, ya que no había ningún espejo visible en esta habitación.
Una vez ya inspeccionado la mayor parte de mi cuerpo, solo para encontrarle una figura y aspecto que no recordaba y a la cual no estaba acostumbrado. Queriendo dejar este pequeño –que en realidad era muy importante– detallado lado, se lo asumí a la misma razón por la que estaba en este cuarto, teniendo que salir del mismo para averiguarlo.
Con eso ya claro en mi mente, tomé rumbo hacia la única puerta que se encontraba en la habitación, intuyendo que esta misma conectaba con el pasillo del edificio.
Tome el picaporte y lo rote. Un "click" lleno la silenciosa habitación cuando la puerta fue destrabada con suavidad.
Una vez abierta –no completa, sino parcialmente– la puerta, atravesé el marco y con la misma mano que sostenía la perilla la atraje nuevamente hacia mi, cerrandola en el proceso con el "click" haciendo su acto de presencia nuevamente.
Gire mi vista por el ancho pasillo entintado en bellos tonos negros y dorados que se complementaban armoniosa pero elegantemente.
Una hermosa alfombra roja se extendía a lo largo del pasillo, cubriendo el bello suelo deadera finamente detallada.
Varios adornos estaban esparcidos por la zona: Urnas blancas con detalles en dorado que contrastaban con el negro de las paredes. Retratos cuidadosamente centrados que mostraban tanto bellos paisajes como figuras que no podía reconocer.
No me deje llevar por estas vistas y comencé a transitar con cuidado de no hacer mucho ruido, aunque la alfombra amortiguaba el mismo.
Estaba descalzo, así que el que una alfombra como esta, que se notaba la calidad de la misma con el simple tacto de mis pies, me ayudaba a que no chocarna contra el frío suelo de madera.
Una vez llegue a la esquina de este pasillo –pasando por enfrente de puertas de madera las cuales golpee, para recibir un súbito silencio como respuesta–, doble y pude ver algo que me dejó helado.
Una hermosa mujer caminaba en mi dirección. Su tez tan blanca que podría ser confundida con palidez parecía estar hecha de porcelana. Un vestido negro ajustado que permitía el fácil y no tan incómodo movimiento de las articulaciones adornaba su figura. Largos cabellos perlados que por la iluminación del pasillo parecían plateados caían hasta su espalda baja.
Su rostro, delicado y con rasgos armónicos se encontraba cubierto por una expresión tranquila pero gélida.
Sus ojos, de un color negro profundo, transmitían una frialdad y desapego que hicieron que una gota de sudor comenzará a descender de mi sien.
Eso, o fue por los largos y curvados cuernos de un color obsidiana –que decrecian en anchura mientras más cerca de la punta observabas– que nacían de su frente con imponencia.
Cuando sus ojos conectaron con los míos, pude sentir como una gran presión se hacía palpable en el aire, casi dificultandome el simple hecho de respirar.
Retrocedí cuál animal asustado sintiendo el peligro, sin embargo tropecé con mis propios pies y caí sobre mi trasero.
En ese corto lapso de tiempo, ella ya se había acercado lo suficiente para que con solo dar unos cuantos pasos poder agarrarme del cabello.
Justo cuando me en encontraba a segundos de conjurar algo de Ki, ya sea una espada o una media luna al agitar mi brazo, me di cuenta de mi incapacidad para hacerlo.
En cambio, sentí como si algo dentro de mi cuerpo fuera drenado, y al mismo tiempo una muy delgada y efímera hoja blanca surco el aire hacia ella.
De esta situación, no sabría decir que fue lo que más me sorprendió. Si el color blanquecino que normaente debería ser de un amarillo similar al de un rayo caricaturesco, o el hecho que ella lo había desaparecido con el simple agitar de su mano.
Mis ojos se abrieron con sorpresa, y antes de simplemente poder formular palabra alguna, ella abrió su boca.
—Tranquilo, no te haré ningún daño...
Su voz, fría pero atractiva con solo unas pocas palabras me dejó perdido por unos instantes. Me recompuse lo más rápido que pude, alzándome sobre mis talones con rapidez, casi volviendo a tropezar.
—¿Cómo puedo creerte? ¿Donde estoy? ¿Que hago aquí?
Cuestione al mismo tiempo que conjuraba una daga de ki- no, lo que sea que sea esta energía que tenía una esencia, no opuesta, pero diferente.
Gritar no me serviría de nada, por lo que me limite a preguntar en voz calmada pero exigente.
—Si quisiera hacerlo, ya estaría en el suelo— Comento con su mano tocando mi mejilla y deslizándose hacia mi barbilla...
Me quedé helado. Pude sentir como varias gotas de sudor se formaban en mi sien y comenzaban a descender por mi rostro.
Por instinto, aquel instinto que había practicado durante poco menos de una década, moví mi brazo para dirigir el filo de la daga en un arco hacia su estómago.
Sinceramente, no tenía idea de si este tipo de "magia" era tangible o no, estaba haciendo una apuesta arriesgada tomando en cuenta que, muy seguramente, está bella mujer frente a mi podría matarme con este mismo poder... o sus manos, no sabría decirlo.
Aunque las esquirlas blancas que se disolvieron en el aire luego de que con un *Crack* la hoja se partiera confirmó que era una energía tangible.
—No vuelvas a hacer eso. La próxima vez no seré considerada y te noqueare.
Tranquila y mortífera, que combinación más aterradora.
Me limite a asentir con nerviosismo. Si había podido repeler eso a la casa inexistente distancia que nos separaba, no dudaba en lo absoluto de que pudiera noquearme sin que siquiera me diera cuenta.
—Sígueme y no hagas mucho ruido. Iremos con el Alto soberano inmediatamente para avisarle que despertaste.
Ella se dio la vuelta y comenzó a avanzar sin siquiera dejarme hacer algún cuestionamiento a sus palabras.
La seguí en silencio, manteniendo la distancia de 4 pasos entre ella y yo con cautela.
"¿Alto soberano? A que se refiere? Soberano, viven en monarquía? No, más raro aún, cuanto tiempo estuve durmiendo para que me suplantaran?!"
Me quedé pensando, sobre todo esa última pregunta. ¿Tan mal estuvo el Reino sin mi qie tuvieron que suplantarme? Tal vez debería haber reforzado aún más la estructura jerárquica en aquel entonces en lugar de conformarme.
"Solo tengo que... volver a derrotar al nuevo Rey- no, hay cosas más importantes ahora mismo"
No estaba pensando con claridad en estos momentos. No podía centrarme únicamente en volver a la corona para volver a tener el poder otra vez.
Había cosas más importantes a tener en cuenta ahora mismo, una de ellas era esta extraña energía que se constituía de una forma muy parecida a la del Ki, mas no idéntica.
También, las mutaciones que habían ocurrido en los seres humanos. ¿Cuernos? Era algo de mito que sólo lo creería si estuviera dentro de un mundo de fantasía. Acaso fue una evolución para captar algo? No sé, tipo ondas de radio que no podrían detectarse normalmente.
Después buscaría alguien que me explicase esto. Tal vez la misma mujer que tengo en frente podría decírmelo, ya que parece estar al tanto de que estuve durmiendo... ¿Por qué estuve durmiendo?
Había caido en un coma, eso era seguro. Pero, ¿por qué? Lo único que veo factible es que mi cuerpo simplemente haya terminado por ceder a la inmensa carga de Ki y colapsara sin que yo me diera cuenta.
Mi mente estaba maquinando a Full. Tratando de llegar a conclusiones que solo habrian más dudas en un mar repleto de ellas.
—Ya llegamos. Por favor, manten el respeto frente al Alto Soberano. Él es la máxima autoridad de toda Alacrya.
Me puse puse serio y desplace cualquier pensamiento al escuchar sus palabras. ¿Alacrya? Seguramente era el país sobre el que caminaba ahora mismo, no me tomé el tiempo para analizarlo cuando ella abrió las puertas.
A penas fue visible un rabillo, una fina línea de visión más allá de la puerta gradualmente decorada, pude sentir una gran presión emanando del interior.
Trague saliva e ingrese a paso lento hacia el interior de la habitación cuando la peli-plateada me dio el permiso para hacerlo.
A penas entre, las puertas detrás de mi se cerraron con lentitud. Aquella presión que sentí aplastar mi cuerpo desapareció gradualmente con el pasar de los segundos.
Una bella decoración se abrió paso entre mis retinas. Bellos adornos detallados en rojo se posaban sobre los estantes de los muebles de roble que se distribuían cuidadosamente medidos por la habitación.
Gire mi vista hacia un balcón que se extendía por fuera de la habitación que daba al exterior. Sintiéndome atraído por la curiosidad de saber como se vería fuera de este lugar, camine hacia allí.
Mis silenciosos pasos se oyeron por las habitación, generando un atenuado eco que revotaba entre las paredes.
Apoye mis brazos en el barandal que impedía que por accidente me cayera hacia el vacío, y observe una hermosa ciudad.
Bellas luces adornaban las calles –increíblemente visibles a pesar de la gran distancia– que se perdían en un mar de personas.
Bellas estructuras, desde humildes hogares hasta grandes departamentos, pasando por los yacimientos de comercio algo llamativos.
Me perdí por un momento. Esta era una vista que desde Babel era muy corriente de ver, pero...
Por alguna razón, este paisaje se sentía tan lejano en estos momentos, como si hubieran pasado décadas desde la última vez que haya visto algo igual.
—Es una buena vista, verdad?
Detrás de mi, una voz monótona resonó con calma.
Me gire con lentitud y allí lo vi: Piel blanca y tersa y rasgos faciales afilados cual serpiente. Ojos rubíes adornaban sus cuencas oculares. Cabello negro llegandole hasta los hombros y dos grandes cuernos similares a los de un alce yacían extendidos con gloria sobre su cabeza.
—Supongo que tu eres el Alto Soberano. Un placer conocerlo.
Me incline levemente mientras apoyaba mi mano sobre mi pecho, no queriendo faltar el respeto a la máxima autoridad de este lugar con gente tan fuerte como aquella mujer.
—Así es. Tu debes ser Eidan, verdad?
Su tono era monótono, y junto a aquella postura que era fácilmente reconocible como una soberbia que cualquier Rey o Gobernante usaría frente a sus súbditos, me hacían parecer que yo no era más que un plebeyo en estos momentos... no me molesto en lo absoluto.
—Veo que me conoce. Si, soy Eidan.
Un incómodo silencio se apoderó de la sala, con su mirada rebotando por cada zona de mi cuerpo, deteniéndose varias veces en la zona del pecho.
—Disculpe, tengo una duda: ¿Donde me encuentro? No recuerdo un lugar como este en ninguna parte del antiguo Reino.
Teniendo la intención de comenzar a despejar mis dudas, lance aquella pregunta que también sirvió como una forma de romper el hielo.
—Bueno... es normal que no reconozcas este lugar. Debido a que esto no existe en tu mundo...
—Mi mundo? A que se refiere?
No entendía a que quería referirse, y aún así, podía sentir como mi rostro comenzaba a calentarse.
—A lo que suena. Este no es tu mundo...— cuando sentí que me estaba tomando el pelo y estaba a punto de criticarle esto, continuo —Suena raro e inreible, pero es la verdad. Moriste en tu oro mundo debido al gran poder que cargabas, y por alguna razón, has caído en este mundo.
—Qué? Como sabes eso?! No me jodas! Esto no es divertido!
Levante la voz sin medir palabras algunas. Aunque podía ser cierto debido a los cuernos, no tuve tiempo de pensar en ese hecho cuando mis palabras solamente escaparon de mi boca.
En menos de lo que dura un parpadeo, el se encontraba frente a mi, con suano extendida sobre mi cabeza, apoyando su palma encima de mis cabellos.
Un aluvión de información cayó sobre mi cerebro. Mi visión se distorsiono y volvió a la normalidad en menos de un segundo. Podía sentir como mi cerebro realizaba un corto circuito para luego repararse mágicamente.
A parte mi cabeza arrodillandome en el suelo, sosteniendo mi boca para no vomitar por el constante recibimiento de información, mi cuerpo sufría violentos temblores por el mareo y mis las pupilas de mis ojos temblando violentamente en su lugar.
Luego de un tiempo, finalmente pude calmarme...
—O sea que si morí...?
Más que una pregunta para él, era para mí, una crítica que simplemente no quería aceptar... ¿cómo podría aceptarlo?
Mis débiles sentidos comenzaron a atenuarse cuando la figura de la misma mujer de hace unos momentos ingreso a la habitación.
Intente mantenerme consciente, pero lo único que pude oír fue un: —Fue un completo desperdicio... has lo que quieras con él— para luego simplemente caer rendido ante la inconsciencia, viendo los pasos de la mujer de cabellos perlados acercarse a mi...