—Está bien... como quieras, hablemos —pronunció sin calidez en su voz—. Hablemos de ese hombre con el que te casaste, Evie.
Evie sintió que su corazón se apretaba de dolor al mirarlo. Sus ojos estaban cubiertos de ira. Ahora que lo miraba sin ese pensamiento persistente de que era otra persona, Evie se dio cuenta de lo desdichado que se veía. Y apenas pudo contener sus lágrimas para que no se derramaran de sus ojos.
Tenía el aspecto de un hombre que había pasado por el infierno una y otra vez. Desbordaba de tanta oscuridad y poder, pero estaba desgarradoramente dañado. En ese momento, Evie comprendió lo que la gente quería decir cuando decía que había algo inquietantemente hermoso en las cosas rotas.
Este hombre... lo inquietantemente hermoso que estaba ahora mientras la miraba desde arriba.
Solo mirarlo hacía que su corazón sangrara y ya no pudo contener sus lágrimas, que caían silenciosamente por las esquinas de sus ojos.