Mientras caminaban por el puente, Evie se detuvo de repente. Se dio la vuelta para echar un último vistazo a la grandiosa vista, grabándola en mente y corazón, antes de girar resueltamente en sentido contrario y continuar caminando sin mirar atrás. Evie y sus hombres, más un nuevo compañero, finalmente se fueron.
Cuando llegaron al pie de la colina, Evie se sorprendió de que Onyx todavía estuviera esperándolos, agazapado exactamente en el mismo lugar donde lo habían dejado hace tantos días. Al ver al gran dragón de ébano, Evie no supo por qué, pero de repente sintió el impulso de correr hacia él y darle un abrazo.
Sin embargo, Evie optó por acercarse a él con pasos medidos y Onyx abrió sus grandes ojos ámbar para mirarla fijamente. Luego, Evie extendió su mano y tocó su hocico. Su rostro se suavizó y sus ojos se volvieron tiernos incluso mientras le mostraba una ligera sonrisa.
