El olor rancio a descomposición llenó mis fosas nasales, y la luz tenue apenas iluminaba las paredes de piedra que me rodeaban. Me encontraba nuevamente en la fría y húmeda mazmorra. No puedo decir exactamente que extrañe este lugar, pero tampoco me sorprendió, además, no es la primera vez que me encierran aquí. Me encontraba nuevamente en la fría y húmeda mazmorra.
Azar solía tener una crueldad que no conocía límites. No era de los que mostraban misericordia, especialmente a alguien que lo había traicionado. Le he visto perder la paciencia muchas veces, lo vi decapitar a un hombre por traicionarlo, pero aquí estaba yo, vivo y, en su mayoría, bien.
Podía ver la ira en su mirada y esta vez, realmente estaba preparado para que él me golpeara. Había notado cómo apretaba el puño, intentaba contenerse y cuando temía que ya no podía hacerlo, optó por confinarme.