Xavier después de haber leído el mensaje de Heim se había quedado confundido, ¿Cómo era posible que no hubiesen detectado esa abominación? Se estiró y levantó de la silla donde estaba sentado, actualmente estaba sin trabajo alguno, esperando asignación para cazar algo.
Trabajar con el gobierno era esperar, y cuando tocara la misión. Sufrir con la pelea, ser un salvador era ser varias cosas, incluso un maniático suicida que pelea por órdenes de alguien más, igual que en la guerra.
Xavier no se salvaba de ser considerado un soldado, aunque... — No queda mucho tiempo hasta que caigan. - murmuró con tranquilidad mientras se ponía un chaleco y pantalones negros.
Su ropa siempre era de tonos opacos que combinaran entre sí, aunque no tenía el mejor sentido de la moda, aún le gustaba verse bien. Posó su mano sobre el suelo y cerró los ojos, si alguien lo viera desde la espalda, vería como su cuerpo estaba volviéndose tierra y fusionándose en el suelo.
Era irónico como el personaje que creó, Terrus. Era alabado como un héroe, un auténtico salvador de la humanidad, mientras que su yo real buscaba la auténtica liberación para él, estaba cansado. Creyó en un inicio que todo sería color de rosas, pero mientras más profundizaba en el gobierno, se daba cuenta de cosas que no imaginaba. — Da igual, no tendré nada que ver con su caída. - fue su última frase antes de desaparecer del pequeño escondrijo donde se encontraba, para dirigirse al hogar de Heim y encargarse de la abominación.
Quién diría que no fue el primero en llegar.
...
¿Cuánto tiempo había pasado? Heim no lo sabía, la cabeza le dolía de una forma que no creía capaz. Era como una migraña pero el triple de potente, pero, ¿Por qué le dolía la cabeza si no recibió heridas ahí?
— Ah, claro. - En ese momento en su memoria recordó lo último que ocurrió. Abrió los ojos con cuidado solo para ver una habitación familiar, sabía que estaría en el hospital, pero no por cuánto tiempo.
Pero eso era lo de menor importancia en este momento, había otra cosa rondando en su mente.
— Mamá, ya no estás... - Probablemente sería asesinada como cualquier otra abominación, en este silencio sepulcral, no había mucho que pudiera hacer.
A excepción de pensar y recordar, aunque le dolía pensar en las memorias que tuvo con su madre, la pérdida fue repentina, ¿Cómo era que llegó a ese punto? ¿Por qué se convirtió? ¿La atacó un monstruo? Heim tenía muchas cosas en la cabeza, incluso llegó a pensar que una abominación tipo parásito la había reemplazado desde quién sabe cuánto tiempo, y cuando vio que había mucha gente reunida. Tomó el control y comió. Pero al final de todo, solo era otra teoría que podría hacer.
Abatido siguió sin moverse, solo acostado mirando el techo sin algo en específico en mente. Sus pensamientos brincaban de cosa en cosa, no podía mantenerse centrado en ningún momento. Porque al final terminaba recordando a su madre.
Cerró los ojos queriendo descansar totalmente, quería no sentir nada por ahora. Pero sus pensamientos fluían como una corriente, sus pensamientos eran variados y caóticos, una maraña de ideas y emociones entrelazadas que lo mantenían despierto. Por un lado, la lógica insistía en buscar respuestas. La idea de investigar más a fondo cómo y por qué su madre se había transformado en una abominación lo rondaba con persistencia. Tal vez, si lograba desentrañar ese misterio, podría evitar que otros pasaran por lo mismo. Pero pronto se dio cuenta de la magnitud de la tarea.
Si de verdad quería hacer eso, tendría que investigar a los Candra, negarse a ellos y a su clan. Posiblemente volviéndose un enemigo potencial, pero claro, ellos tenían muchos más recursos y tecnología de lo que él podría acceder. Además, enfrentarse a ellos solo lo pondría en peligro, y en su estado actual, no era capaz de asumir ese riesgo. No era más que una maldita hormiga en ese momento, la idea de pelear contra ellos solo era una idea suicida más.
Los pensamientos de Heim saltaron entonces hacia una posibilidad más cercana y personal: su padre. Tal vez él sabría algo más. Aunque la relación con su padre nunca había sido particularmente cercana, había momentos en los que compartían confidencias. ¿Podría él tener alguna información sobre lo sucedido con su madre? Heim no estaba seguro, pero valía la pena intentarlo. "Espero que así sea, no tengo más pistas. Aunque no creo que papá tenga mucha más información que yo"
El pensamiento de hablar con su padre le daba una tenue esperanza, aunque también le llenaba de temor. Temía lo que podría descubrir y, sobre todo, temía abrir viejas heridas que nunca terminaron de sanar. A pesar de todo, la necesidad de saber era más fuerte que su miedo. No podía quedarse de brazos cruzados, permitiendo que sus suposiciones lo devorasen por dentro.
En medio de esta turbulencia emocional, Heim sintió una extraña mezcla de determinación y tristeza. Sabía que tenía que enfrentarse a la realidad, por dura que fuera. Recordó momentos felices con su madre, su risa, sus abrazos cálidos, y esos recuerdos le dieron una nueva fuerza. No podía dejar que su dolor lo paralizara. Debía honrar la memoria de su madre buscando la verdad.
Finalmente, Heim se levantó de la cama del hospital, con mucho dolor. Y a pesar de la migraña que seguía punzándole la cabeza, sabía que era el momento de actuar. Buscó su teléfono por unos minutos, al momento de encontrarlo con manos temblorosas marcó el número de su padre. El primer paso sería una conversación que podría cambiar todo lo que conocía.
Esperó y se volvió a sentar mientras el tono de llamada sonaba en su oído. Con cada segundo que pasaba, su ansiedad crecía. Pero estaba decidido. No podía retroceder ahora. Al escuchar la voz familiar de su padre al otro lado de la línea, Heim sintió que el nudo en su estómago se apretaba.
—Papá, necesitamos hablar. Es sobre mamá... y lo que le pasó. - Un silencio sepulcral siguió al sonido de la llamada conectada, solo el tenue ruido de la lluvia al otro lado de la línea. Heim frunció el ceño, extrañado. Su padre siempre respondía de inmediato con un cálido saludo.
—Papá, ¿estás ahí? - insistió, sintiendo cómo la ansiedad volvía a apoderarse de él. Finalmente, una voz desconocida respondió, fría y desconocida, diciendo una frase directa.
—No es el momento para hablar, Heim. - El joven se quedó congelado, su mente trabajando a toda velocidad para intentar identificar al extraño que hablaba desde el teléfono de su padre. Antes de que pudiera formular una respuesta o hacer más preguntas, la llamada se cortó abruptamente.
Heim miró el teléfono, incrédulo y aturdido. Un nudo de preocupación se formó en su estómago. ¿Quién era esa persona? ¿Qué estaba pasando con su padre? ¿Cómo sabía su nombre? No tenía tiempo para pensar demasiado, pues un archivo llegó desde el número de su padre.
Con manos temblorosas y una creciente sensación de temor, Heim abrió el archivo. Al principio, solo vio una serie de notas, aparentemente escritas por alguien llamado Victoria. No reconocía el nombre, pero la información parecía relevante. Eran alrededor de doscientas cuarenta y nueve páginas con distinta información, parecía más bien un diario personal para no olvidar información que un documento para entregar.
Las notas detallaban investigaciones sobre las abominaciones y mencionaban experimentos secretos, algunos de los cuales se llevaban a cabo con conocimiento del gobierno y del Clan Candra. Cuanto más leía, más crecía su sensación de incredulidad y horror. Entre las entradas, había detalles perturbadores sobre transformaciones forzadas y manipulaciones genéticas.
Una de las últimas notas captó especialmente su atención:
"El sujeto V-007 muestra signos de transformación avanzada. A pesar de los intentos de detener el proceso, parece que la exposición prolongada ha sido determinante. Se recomienda vigilancia estricta y aislamiento."
Heim sintió un escalofrío al leer esas palabras. ¿Podría ser que su madre fuera ese sujeto? ¿Que la abominación en la que se había convertido no fuera un accidente, sino el resultado de un experimento monstruoso? Parecía ser que el comentario a modo de broma que había hecho en un pasado se había vuelto realidad.
Decidido a averiguar más, Heim se concentró en el nombre Victoria. ¿Quién era ella y cómo estaba conectada con todo esto? Volvió a las notas, buscando cualquier pista que pudiera darle una respuesta. En una de las primeras entradas, encontró algo revelador:
"Victoria Candra, jefa de investigación en el laboratorio central. Encargada del proyecto de control y transformación genética."
El apellido Candra resonó en su mente. Sabía que la familia Candra tenía conexiones poderosas en el gobierno y en la ciencia, pero no podía creer que estuvieran involucrados en algo tan siniestro.
Heim sintió que el peso de la verdad lo aplastaba. Sin embargo, en medio de su desesperación, una chispa de determinación lo mantuvo en pie. Tenía que descubrir más, y para ello, debía hablar con su padre cara a cara. No podía confiar en las comunicaciones digitales; ya había visto lo fácil que era interceptarlas.
No sabía si aquel hombre era aliado, pero le había entregado conocimiento que para él sería importante.
Apenas había leído unas decenas de las tantas que había, mientras tanto, las notas de Victoria serían su guía, y el conocimiento que contenían, su arma más poderosa. Abandonando la cama, Heim se dirigió hacia la puerta de la habitación, sintiendo que, aunque el camino por delante sería peligroso y lleno de incertidumbre, ya no estaba dispuesto a ser un espectador impotente. La verdad debía salir a la luz, y él estaba decidido a descubrirla, sin importar el costo. — La cosa es, ¿Cómo me curé tan pronto? -
— Debería llamar a Xavier, aunque... No, él trabaja con ellos, el gobierno también está en estos experimentos, no será el único caso. ¿Cierto? - pensó mientras abría la puerta, solo para encontrarse con el mismísimo salvador Terrus, o Xavier, mejor dicho.