El destino del Emperador Demoníaco Oriental, Li Chen, dio un giro inesperado cuando cayó en el mundo demoníaco. Aunque había regresado a su lugar de origen, esperando encontrar respuestas o aliados entre los suyos, lo que encontró fue desprecio y hostilidad.
En el mundo demoníaco, su naturaleza mitad humana era vista como una debilidad, y su deseo de justicia y paz era considerado una traición a su propia especie. Los demonios que alguna vez habían respetado su poder ahora lo veían como una paria y un traidor.
Li Chen se vio obligado a luchar por su supervivencia en un entorno hostil. Las peleas y conflictos eran constantes, y su habilidad para controlar su poder demoníaco lo mantuvo a salvo de ser derrotado por completo. Sin embargo, estaba solo, enfrentando no solo a los demonios que lo despreciaban, sino también a la soledad y la alienación que lo habían perseguido en el mundo terrestre.
A pesar de la adversidad, Li Chen se aferró a su deseo de redimirse y encontrar un camino hacia la convivencia pacífica entre los mundos humano y demoníaco. Su lucha en el mundo demoníaco se convirtió en una prueba de su determinación y en un intento de encontrar un lugar donde finalmente fuera aceptado y respetado por quienes era.
El Emperador Demoníaco Oriental enfrentaba su desafío más grande hasta el momento, en un mundo donde nadie lo quería ni respetaba, y donde tendría que demostrar su valía y su compromiso una vez más.