Mara estaba profundamente preocupada, consumida por un dolor intenso.
Mientras observaba a Robin golpeando sin piedad a Martín, que era demasiado débil para defenderse, el miedo la invadió.
Temía la idea de la posible muerte de Martín, sabiendo que también marcaría el fin de su propia existencia.
En ese momento, los ojos de Mara cayeron sobre Sabrina, quien permanecía inactiva, sin hacer ningún intento de intervenir o detener la brutalidad de Robin.
La rabia surgió dentro de Mara, alimentada por la creencia de que la vida de Martín estaba en juego y que Robin acabaría trayendo también su propia muerte.
Un destello de esperanza centelleó en el corazón de Mara cuando notó el arma tirada a su lado en la cama.
Al principio, contempló usarla contra Robin, pero dudó, incierta del resultado.
Aun si Robin llegara a perecer, temía que Sabrina aún saliera victoriosa, y que Martín continuara persiguiéndola.