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Chapter 6 - Esperanza - Un nuevo comienzo

- Durante ese breve recorrido, cada momento parecía eterno. Finalmente, podía contemplar la belleza de la vida. Aunque mi vida pueda extinguirse en este mismo instante, no albergo arrepentimientos. Mientras mi hora se acerca y me encamino hacia mi destino, ruego a Zephyr que esa elfa encuentre un refugio donde la paz sea su hogar.

No le temo a la muerte, lo pienso una y otra vez, tratando de aceptar que mi vida se extinguirá en un instante. Estoy preparado para abandonar esta vida desdichada y grito con las últimas fuerzas que me quedan. De repente, la hija del duque se acerca a mí. En su rostro, se vislumbra la tristeza. Siento que ella no desea cumplir con el deber de quitarme la vida. Para presionarla a que cumpla con su deber, la insulto con todas mis fuerzas.

Hasta que llego a llamarla "maldita zorra" y amenazo con tomar su vida e incendiar el castillo por mi cuenta.

Ella comprende mis intenciones y se niega a arrebatarme la vida. En su interior, sabe que soy una buena persona. Entre lágrimas, me pregunta mi nombre. Al principio, me resisto a decirlo; después de tantos años de cautiverio, llegué a creer que mi vida valía menos que una moneda de bronce ennegrecida por el tiempo. Pero al ver la tristeza en su rostro, confieso mi nombre con voz entrecortada. Soy Steve, descendiente de los elfos, y con orgullo me identifico como un granjero.

Ella se presenta como Amelie, la primogénita del duque, y mientras llora desconsoladamente, ordena a su escolta que tome un hacha. El miedo me invade, y cierro los ojos, esperando encontrar la gracia de Zephyr en el más allá. El tiempo pasa y, de repente, siento un dolor indescriptible en mis piernas. Abro los ojos con temor. El escolta solo ha cortado mis dos piernas y coloca junto a mí el cadáver de un joven elfo. No logro asimilar lo que está ocurriendo.

Amelie toma mis piernas y las guarda en una bolsa, mientras rasga su vestido. Incredulidad me embarga, y le pregunto por qué sigo con vida. Ella me cuenta que, cuando intentó quitarme la vida, un grupo de lobos los atacó y devoró mi pequeño y maltratado cuerpo. Lo único que lograron recuperar fueron mis piernas. Entonces, recuerdo las marcas que el duque solía hacer en las piernas de sus esclavos con su sello. Amelie me entrega algunas monedas de plata como pago por todos los años de abuso y trabajo forzado.

Se marcha con su escolta, deseándome una vida mejor. Todavía no puedo creer lo que acaba de ocurrir. Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos. Hace poco, estaba resignado a morir, pero Zephyr me ha otorgado una segunda oportunidad. El recuerdo de esta noble acción jamás se desvanecerá. Con total serenidad, profeso mi lealtad hacia la futura duquesa, Amelie.

Comienzo a arrastrarme por el extenso bosque, incapaz de usar mi maldita habilidad, ya que hace tiempo, de forma voluntaria, suprimí esa habilidad. No podía soportar el agotamiento y el dolor que me causaba al utilizarla, y, sin la capacidad de regenerar mis heridas, el duque perdió interés en mí, pero me mantuvo cautivo durante tantos años.

Mi cabello ha cambiado de color, mis dientes han perdido firmeza y se han caído uno tras otro. Ha transcurrido tanto tiempo que ya no puedo recordar lo hermosa que puede ser la vida, aunque en este momento tenga un largo camino por recorrer para encontrar un lugar que pueda llamar hogar.

No sé cuánto tiempo me he arrastrado hasta que comienzo a perder la consciencia. Mi cabeza gira una y otra vez, hasta que me desplomo en medio del bosque. A lo lejos, puedo escuchar una voz. Puede que mi mente esté delirando por la falta de alimento, pero entre susurros, escucho una voz un tanto familiar. Abro lentamente mis ojos y veo una silueta joven. No puedo creer que la elfa a la que salvé esté frente a mí.

Aunque han pasado algunos años, ella conserva su belleza. Puedo confiar lo que me queda de vida en sus manos. Quiero creer que ella no me guarda rencor y que es un milagro de Zephyr que aún esté viva y que me haya encontrado. No recuerdo lo que sucedió, me dejé vencer por la debilidad y perdí el conocimiento.

Al despertar, me doy cuenta de que estoy en medio de una llanura cubierta de flores. Veo flores de todo tipo y de muchos colores. La elfa se acerca a mí. Creo que su nombre era Nari o algo así, pero no puedo estar seguro. Ha pasado tanto tiempo que no puedo recordarlo. Mientras la elfa se acerca a mí, de pronto recuerdo que su nombre era Nariel.

Con temor, le pregunto si me recuerda. Ella me dice que no. Luego, le pregunto si su nombre es Nariel. Ella se sorprende y me confirma que sí, que conocí a su abuela hace muchos años. Se presenta ante mí como Juliet. No puedo salir de mi asombro al ver que son idénticas.

Le pregunto a Juliet si vive con alguien. Ella me cuenta que su madre se suicidó al enterarse de quién era su padre, y su abuela murió hace algunos años. Ha vivido sola desde entonces. Al escuchar sobre la muerte de su madre, intuyo que la hija que tuvo Nariel sea el pervertido y sucio duque.

Luego, ella me pregunta hacia dónde me dirijo. Para ocultar los traumáticos sucesos que he vivido, le miento y le digo que no tengo un sitio al que llamar hogar, que durante años he viajado por el mundo, hasta que tuve un accidente con una manada de lobos y que, en la intensa lucha por salvar mi vida, sacrifiqué mis piernas por ver una vez más la luz del sol.

Ella, con una sonrisa, me invita a vivir con ella en un pequeño establo de su propiedad. Me cuenta que su abuela fue una fugitiva durante la gran guerra y que gracias a un amable señor logró escapar. Desde entonces, guarda con mucho cariño un trozo de tela de su noble salvador. Puedo percatarme de que ese trozo de tela fue el que utilicé para curar sus heridas.

Así transcurrieron algunos años hasta tu llegada, Max.

Con lagrimas en los ojos Steve menciona que tal vez deba sentirme engañado al enterarme que Juliet y el no están emparentados por la sangre.

Con un tono exuberante Max le dice a Steve que no se siente engañado y lo único que provoca en el es empatía y este menciona que admira y respeta a Steve sobre todas las cosas.