Chapter 32 - VENGANZA

Todos mantenían una pelea al margen: Frederick contra Guz, Sofía contra Rŭsseŭs, Anzor y Declan contra Jørgen, Clementina y Carolina contra Chesulloth, Leandro, Fiore y Celeste contra Dockly, y ahora, Krauser, Rozkiewicz y Candado contra Desza, el sujeto más odiado de todos. Provocaba rabia con solo mirarlo. En la cima del edificio, Candado y los demás peleaban contra Desza, pero ninguno le hacía daño; sus ataques parecían insignificantes con sus hábiles maniobras defensivas.

—¿Dónde está esa sed de sangre? Sus ojos me dicen una cosa, pero sus puños, otra.

—¿Quieres ver mi poder? Pues te lo voy a mostrar —dijo Krauser.

Entonces, su cuerpo se deformó: las manos tomaron una forma tenebrosa, sus dedos se convirtieron en peligrosas cuchillas, sus piernas se unieron y formaron cantidades de tentáculos negros, su pecho se abrió y de él salieron dientes afilados. Su rostro cambió nuevamente; sus cuencas oscuras se mostraron, en aquellos agujeros se revelaron unos círculos rojos, y de su boca emergieron dientes puntiagudos con una lengua negra y larga. Cuando terminó, era un monstruo de quince metros de altura.

—Te mostraré lo que es la muerte —dijo Krauser con una voz deformada.

—Genial —dijo Desza.

Rozkiewicz y Candado retrocedieron, dejando a Krauser pelear en paz.

—¿Segunda ronda? Pues ahí va.

Desza corrió hacia la abominable criatura con su característica locura, cortando todo a su paso. Dado que Krauser era grande, era muy lento para moverse; Desza, utilizando esta estrategia, comenzó a cortar todo lo que podía, partes de sus tentáculos y parte de su tórax.

—¡NO TE BURLES DE MÍ! —gritó Krauser.

Luego tomó una forma más pequeña y comenzó a atacarle con todo lo que tenía: sus tentáculos iban hacia él con toda velocidad, pero Desza cortaba todo lo que se le acercaba. A veces, pasaba su arma a su otra mano y viceversa, ya que cada tentáculo se movía de forma independiente hacia su cuerpo.

Aprovechando la situación de que Desza estaba desconectado cortando tentáculos, Candado y Rozkiewicz lo tomaron por cada uno de los brazos, imposibilitándolo de cualquier ataque que quería dar. Por un momento, Desza estuvo asustado, pero ese miedo desapareció cuando golpeó a Rozkiewicz con su pierna derecha en su mentón, empujándolo lejos de él. Luego bajó con su machete en el brazo de Candado, pero este, ya experimentado con la primera vez, lo soltó, para luego tomarle del cuello y hacerlo volar contra una pared, lesionándolo de gravedad.

—No quiero volver con una herida de este encuentro —dijo Candado mientras se acomodaba la corbata.

Desza sonrió y corrió hacia él. Candado, con los brazos cruzados, agarró a Desza del brazo donde tenía el machete, y con su otra mano, lo golpeó en la clavícula con su contra palma, haciendo que, de algún modo, su brazo se durmiera. De manera muy eficaz, volvió a tomarlo del cuello y lo tiró contra el suelo, poniendo un pie sobre su pecho.

—Eres un asco, ríndete. —¿Vos crees?

En ese instante, Candado sintió un mal presentimiento y se apartó rápidamente. Efectivamente, hizo lo correcto, ya que del cinturón de Desza salió un cuchillo enorme.

—Oh, veo que todavía tienes trucos bajo la manga —dijo de forma fría.

En ese momento, aparecieron Rozkiewicz y Krauser, ya con su forma original, rodeándolo.

—Es momento de que pagues por lo que hiciste a la agencia tricolor.

—Soy inocente en ese tema.

—¿Te atreves a mentirnos en la cara? —preguntó Rozkiewicz.

—No, porque me aseguraré de que eso nunca haya pasado.

—Luego metió su mano en su bolsillo y oprimió un botón.

De la nada, el edificio comenzó a tambalearse y a temblar, como si se avecinara un terremoto. Krauser fue el primero en enterarse de lo que estaba pasando, ya que corrió hacia la barandilla que había allí y miró abajo. Resultó que el edificio estaba derrumbándose.

—El... ¡El... ¡EL EDIFICIO ESTÁ COLAPSÁNDOSE!

Desza explotó de risa y dijo.

—¡MORID! Luego, saltó sobre una columna de hierro.

Todo empezó a temblar y desequilibrarse. Rozkiewicz se aferró a una de las barandillas, Krauser usó sus tentáculos para agarrarse a algunos postes publicitarios, mientras que Candado no tuvo tanta suerte, pues cayó y rodó hasta una de las barandillas destruidas; los tentáculos de Krauser no llegaron a salvarle.

—¡CANDADO! —gritaron ambos.

—¡LA MUERTE ES UN VIAJE DE IDA Y VUELTA! ¡NO SE PREOCUPEN! ¡TENGO BOLETO! —gritó Candado mientras caía del edificio.

Y justo cuando todo parecía perdido, y su amigo había caído hacia su muerte, Candado contestó.

—¡ESTOY BIEN!

—¿¡CANDADO!? —gritaron ambos nuevamente.

Luego, de la nada, Candado se alzó en el aire, siendo ayudado por una persona con alas grises que brotaban de su espalda.

—Sin mí no son nada, boludos.

—¿Esteeman? —Para servirles, par de zopencos.

Luego, ayudó a Candado a llegar al techo. —No podrán hacer nada, y el pobre Rem morirá como en las torres gemelas.

Candado gritó.

—Rozkiewicz, ¡HAZLO AHORA!

—A la orden, Candado.

Rozkiewicz se soltó y corrió en picada hacia abajo. Luego, saltó y en el mismo aire, se transformó en una gran criatura del tamaño del edificio, una criatura que se asemejaba a una serpiente, pero esta tenía brazos y se parecía a un naga, una de las criaturas mitológicas.

Y una vez transformado, sostuvo el edificio con su espalda.

—¿Todo en orden? —preguntó Rozkiewicz con una voz deformada.

—Bien hecho, grandote. Nosotros nos encargamos del resto —dijo Esteeman.

—Bien. Y una vez que el edificio volvió a estar de pie, Candado se dirigió al interior de este para salvar a Rem.

—No te lo permitiré —dijo Desza mientras bajaba con su potente machete. Krauser lo cubrió con su brazo derecho deformado y lo tiró contra una pared.

—Ve amigo, Rem necesita tu ayuda.

—Nosotros nos encargamos del resto —dijo Esteeman mientras se arremangaba la camisa.

—No mueran, ¿quieren? —dijo Candado mientras abría la puerta y se marchaba.

—¿Tan poca fe nos tiene? —preguntó Krauser.

Candado corrió por el edificio, aún dañado por la explosión, sosteniéndose de cualquier cosa que había a su alcance para evitar caerse. Mientras iba corriendo, gritaba el nombre de Rem para que este pudiera responderle. Aunque aún se escuchaban explosiones en el interior.

—Demonios, si no me doy prisa, todo esto se caerá encima, o peor, podría morir Rem —luego se detuvo y se arregló—se vería muy mal en mi expediente, aunque me da igual.

—¿Quieres darte prisa? —Cállate, Tínbari, estoy en eso.

—No, no lo parece.

—¡PUES AYUDAME ENTONCES!

Tínbari se separó de él e hizo una mirada rápida en la zona. Después de unos segundos, dijo:

—Está en el piso 70ª del edificio.

—¿Y en qué piso estoy?

—Estás en el número 90ª, solo son veinte pisos más abajo.

—Odio a los arquitectos, pero odio más a Desza. Candado se acomodó la corbata y comenzó a correr con todas sus fuerzas, saltando escritorios, camas, todo lo que era un obstáculo, él lo saltaba.

Cuando había algo en el camino, él lo destruía; cuando había fuego, él lo apagaba con su flama violeta, así lo hizo hasta llegar donde estaba su objetivo. Pero fue ahí donde las cosas comenzaron a empeorar. Candado se topó con un fuego que no podía apagarlo con sus poderes, por dos razones: una, porque si lo hacía, haría explotar el edificio, y la segunda, porque sus poderes harían más agresivo al fuego, equivaldría echar nafta al fuego.

—Genial, pediré una recompensa económica la próxima vez.

—¿Qué harás? Yo no puedo controlar el fuego.

—¿Vos? —luego se quitó la boina y se la entregó en las manos—cuídame esto. Después se aflojó la corbata, se arremangó las mangas y corrió hacia el fuego.

—¡ESTÁS LOCO!

—¡CLARO QUE NO! ¡SOY UN GENIO! —gritó Candado mientras se adentraba en el fuego.

En su interior era todo caliente y casi no podía ver por tantas llamas; solo seguía su instinto, evitaba quedarse quieto, ya que el fuego lo consumiría, o podía usar sus poderes de la flama ya que solo acrecentaría el fuego. Así que solo se mantenía en movimiento constante, destruyendo libreros o cualquier otra cosa con sus puños. Luego de unos segundos, Candado pudo encontrar la salida y saltó hacia la habitación donde estaba Rem, quien estaba atado y desmayado, probablemente por el humo.

Candado sacó su facón, cortó las sogas y tomó el cuerpo desmayado de Rem; luego, metió una patada a una ventana enorme, rompiendo el cristal y haciendo más grande el fuego en el proceso.

—Isidro, ayúdame por favor.

Aclaró su garganta y saltó al vacío con el cuerpo de Rem en sus brazos. En ese preciso momento, Declan, quien estaba peleando con Jørgen, cuyo resultado seguía siendo parejo, vio caer a Candado desde un edificio.

—Señor —luego guardó su espada y corrió hasta donde estaba Candado.

—¿Qué haces?

—Cúbreme, Anzor.

—Lo que digas, hermano.

Luego, Declan guardó a su demonio de nuevo en su espalda, saltó al vacío, sacó su esgrima y ató una soga a ella. Cuando estaba cerca de él, tiró su esgrima a la columna del edificio y se columpió en ella, hasta llegar a Candado.

—Declan, ¿cómo?

—Para servirle, señor.

Pero antes de poder llegar al otro extremo, Jørgen lanzó un cuchillo y cortó la soga, provocando que Candado y Declan cayeran.

—Jaque mate —dijo Jørgen fríamente.

Pero antes de que tocaran el suelo, frenaron a unos centímetros de él.

—¿Esto es cosa tuya?

—No señor, no lo es.

Y desde las sombras apareció Cantero.

—Oh, eres la del espíritu humanista —dijo Candado.

—Sí, los vi caer y decidí darles una mano.

—Gracias, pero ¿cómo hago para poder tocar el suelo?

Cantero golpeó una vez el suelo con su báculo, y ambos cayeron de pie.

—Me alegro que estés aquí, tenemos un herido entre nosotros, me gustaría que le brindes atención médica.

—Enseguida, Candado.

Cantero levitó el cuerpo de Rem y salió corriendo de ahí.

—Bien, Declan, tengo unos asuntos que atender con Desza.

—Y yo tengo que volver a por Anzor.

—Gracias por la mano.

—No hay de qué.

Luego se separaron, y cada uno fue por su cuenta. Declan corrió por los edificios hasta llegar a su objetivo, mientras que Candado, ahora sin preocupaciones, liberó todo el poder y la rabia que tenía adentro y subió al edificio a una velocidad increíble. Encaró a Desza y le dio un golpe en el pecho con su flama violeta; la fuerza del impacto lo sacó de ahí, dejando a los demás sorprendidos por tal golpe. En ese momento, apareció Tínbari y le puso la boina, mostrando una sonrisa y volviendo a desaparecer.

—Es hora de la venganza —dijo Candado mientras se arreglaba las mangas de su camisa y su corbata.

Candado encendió sus ojos de la flama violeta y voló hacia donde estaba Desza, y mientras este se estaba poniendo de pie, recibió un rodillazo en su pecho.

—¡SIENTE LA CÓLERA DE HARAMBEE!

Luego le tomó de la pierna y lo tiró por los aires, para después lanzarle llamaradas de su fuego violeta. Esto llegó a dañarlo, pero aún mostraba su sonrisa. Descendió con todas sus fuerzas con su machete, pero Candado lo detuvo en el aire. Sin embargo, Desza le dio una patada en la cara, cuyo golpe no le hizo nada, solo mostró su actitud seria, mientras sus ojos reflejaban el fuego violeta.

—Esa es la mirada que quería ver.

Candado lo tomó del cuello y lo tiró contra el suelo. Desza se puso rápidamente de pie y comenzó a atacarlo, de arriba a abajo, izquierda a derecha, pero Candado detenía todos sus ataques. Incluso, no le dio oportunidad de defenderse, así que le propinó golpes en el estómago, la cara y la nuca.

Desza, de forma traicionera, sacó un cuchillo de su bota y se lo clavó en la cintura. Sorprendentemente, Candado no sintió dolor, le dio un puñetazo en la cara, lo agarró del cuello nuevamente y lo tiró contra un muro. Luego, se sacó la daga y la destruyó con su fuego, la herida se cerró y se curó por sí sola.

—Eres una rata y un imbécil, nunca podrás matarme con tus juguetes cortantes.

Desza se rió y se puso de pie.

—Esto es muy divertido.

—Tu sanidad mental está por los suelos, ya no eres el mismo Desza que alguna vez mostró su compromiso con los gremios.

—Sorpresa, dios abrió mis ojos y me mostró lo que tenía que ver. El mundo es malo, y lo malo debe ser castigado.

—No comparto tu punto de vista.

—Soy la persona que los salvará de ustedes mismos.

—Es estúpido pensar eso. Uno no cambia el mundo matando, sino con buenas acciones. Uno tiene que llevar a las personas por el buen camino, no asustándolas y matándolas. Tú no eres un salvador, eres un asesino con una mentalidad destruida.

Desza explotó en carcajadas.

—Mírate, no eres más que una persona que ha caído muy bajo. No eres un dios, no eres un héroe, ni siquiera un salvador. Solo eres un pobre idiota que piensa que hacer esto lo hará sentir mejor. Solo eres un egoísta loco.

Desza volvió a reírse, pero esta risa fue más salvaje que la anterior.

—Dios me dio un objetivo por el cual saltar, y ese eres tú. Así que solo tengo que matarte —luego levantó su machete al aire y lo señaló—eres un demonio, eres el mal en persona.

—Yo no lo soy, nunca se me ocurriría matar a gente inocente.

—Pero lo piensas.

—No, por lo visto no me conoces.

—Pullbarey, creo que ya oíste de él.

Y de la nada, una persona apareció a su lado, un humo negro.

—¿Qué?

—Buenas noches, Candado Ernest Barret.

—Vos eres el que me maldijo, el que mató a mi abuelo.

—Candado, Candado, creo que no lo entiendes, tú me robaste algo que me pertenece.

—¿Qué fue?

—Los poderes que posees son míos por derecho.

—No, no lo son.

—Voy a matar…

—No puedes, mi cuerpo físico está oculto. Lo que estás viendo es un producto de mi poder. Estaba esperando a que Desza pronunciara mi nombre para poder aparecer.

—Maldito, solo…

Candado tiró su poderosa flama mientras manifestaba su odio, quemando todo el cuerpo de Pullbarey, pero como este dijo, no le hizo daño, solo cortó la conversación.

—¿Cómo? Eres un bastardo.

—Nunca lo entenderás, Candado, jamás.

—No me interesa si lo entiendo o no, solo quiero matarte.

Desza volvió a romper a carcajadas.

—Candado, tú y yo lo sabemos, en este camino no hay inocentes, todos somos culpables, yo lo soy, pero dios me dio una oportunidad de limpiar mi alma.

—Eres un desquiciado, Desza.

—No, todos somos desquiciados, yo sé que vos me entendés.

—Vaya, qué mente más atrofiada —luego levantó su puño—no eres más que un pobrecillo que es marioneta de Pullbarey.

Desza se rió nuevamente y dijo.

—¿Yo? Claro que no, solo soy la mano derecha de dios.

—Oyik, Harry Joaquín Desza.

Luego, de su puño, apareció una energía violeta que creció de la nada y se lo lanzó a él, pero antes de que esto ocurriera, Desza saltó hacia el vacío y huyó. Candado inclinó sus hombros y apagó la esfera de energía, puso sus manos en los bolsillos y caminó hasta donde Desza había saltado, y ahí lo pudo ver, huyendo con sus camaradas, los cuales habían sido derrotados por el equipo de Candado y de Rozkiewicz. Pudo notar la sonrisa psicópata que había hecho todo este desastre; él había subestimado su inteligencia. Sin poderes, él seguía siendo peligroso para todos. Candado le dio la espalda y fue a ayudar a sus compañeros; después de todo, el edificio estaba colapsándose, así que sacó a sus amigos y los llevó al suelo, mientras que Rozkiewicz se encargaba de detener el edificio, al menos temporalmente, para poder soltarlo. En ese momento, Hammya visualiza a Candado y corre a saludarlo y, de paso, saber si estaba bien. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él, Candado pasó de largo, con las manos en los bolsillos y con Tínbari siguiéndole a su izquierda; este volteó y le mostró una sonrisa, dando, por alguna razón, un poco de tranquilidad a la niña. Pero al volver a ver la espalda de Candado, volvió su preocupación por él.

Nunca se supo por qué Candado no siguió a Desza aquella noche, tampoco contó la conversación que tuvo con el mismo. Hay algunos cuantos rumores que dicen que Candado quería ver hasta dónde iba a llegar con su locura y por eso le dio otra oportunidad; otros dicen que Candado sentía lástima por Desza, ya que alguna vez fueron amigos, y los del círculo más íntimo dicen que Candado quería que se destruyera así mismo. Pero sea cual sea la respuesta, Candado no lo persiguió aquella noche y jamás habló del tema; la razón sigue siendo un misterio para todos, pero no para uno, o en este caso, una de los presentes de la masacre de ellos.

Esa misma noche, en los escombros de la ciudad de Buenos Aires, una figura femenina caminaba entre los restos de la cabaña donde Candado y los demás pelearon con Desza horas antes de la destrucción de la ciudad. La misteriosa figura avanzaba sobre ladrillos y rocas, inclinándose para apartar algunas piedras y descubrir un libro envuelto en una tela vieja.

—No son muy inteligentes.

La mujer se quitó la capucha, revelando ser la misma chica que estuvo en la habitación de Nicolás. Después, retiró un parche que coincidía con su tono de piel, revelando el tatuaje del número ocho que resplandecía en verde. Abrió el libro, arrancó una página y sonrió al mirar la luna llena de color amarillo.

—Estoy cada vez más cerca de conseguir mi objetivo.

Justo cuando Ocho lograba su objetivo, Cabaña, herido y postrado en una cama, abrió los ojos en una habitación oscura. La única luz provenía de la máquina a la que estaba conectado, hasta que sintió la presencia de otra persona. Nicolás giró la cabeza y vio a Ramiro sentado ahí, utilizando su celular.

—Hola, veo que has despertado.

Nico agarró el respirador y se lo quitó.

—¿Dónde estoy?

—Estás en el hospital de la agencia. Tuviste suerte. No muchas personas sobreviven a una herida como esa. Si no fuera por la velocidad de Krauser y los poderes curativos de Cantero y Aldana, no habrías sobrevivido.

Cabaña se exaltó.

—¿Y los demás? ¿Qué pasó? ¿Cómo…?

—Relájate, todavía estás en recuperación. Los demás están bien y todo está bajo control. Podrás volver a estar en forma dentro de tres días.

Luego se recostó en la cama.

—¿Qué hace aquí el presidente de la agencia?

—Haciendo guardia. Dentro de unas horas vendrá tu amigo, el sujeto bien vestido y con un pasamontañas en la cabeza.

—Leandro.

—Exacto.

Nico miró por la ventana nuevamente.

—¿Qué habrá pasado afuera?

A la mañana siguiente, después de que la policía y la gendarmería llegaran, Candado había dado la orden de ayudar a las personas heridas en la ciudad. Como muestra de su poder adquisitivo, indemnizó a toda la ciudad de Buenos Aires y a cada familia que sufrió pérdidas, tanto físicas como materiales. Con la ayuda de los Semáforos, Borradores y algunos gremios, la ciudad fue reconstruida en tan solo cuatro días. Durante este tiempo, Candado no comió ni durmió, afectado por lo sucedido aquella noche. Sus amigos se preocuparon al ver que no se movía del hotel. Pasó los cuatro días en el balcón, aparentemente mirando hacia la nada. Hammya lo observaba cada noche, sin comprender lo que estaba ocurriendo. Candado había pagado un avión privado para su equipo, pero estos se negaron a irse sin él, alargando así su estancia. Una noche, mientras Hammya caía rendida por el sueño, Candado pronunció, por primera vez, una palabra: "Todos somos desquiciados, no lo entiendo. ¿Por qué sabes eso?" Estas palabras quedaron guardadas en la memoria de ella justo antes de quedarse dormida.

Pero al quinto día, mientras Hammya se levantaba, vio a Candado tirado en el suelo. Asustada, corrió hacia él y, utilizando sus poderes descubiertos hace unos meses, los cuales le permitían sumergirse en los recuerdos (que estaba tratando de aprender para conocer más a Candado), pudo revisar completamente las acciones de esa noche. También vislumbró fragmentos de su sueño, donde él estaba sentado en medio de cadáveres, volviéndose loco poco a poco, dando la impresión de que él mismo lo había causado.

Este descubrimiento resultó abrumador para ella. Decidió abandonar su sueño y tratar de despertarlo. Cuando Candado abrió los ojos, la tristeza de su alma era evidente. Mientras que otros lo percibían como una persona fría y sin sentimientos, ella lo veía como alguien roto y herido.

Así que Hammya, mientras esperaban a que Candado se recuperara de la fatiga, buscó consejo de Walter sobre la personalidad abrupta de Candado. Walter, experto en el análisis del comportamiento humano por consejo de Cantero, le sugirió hablar con una persona llamada Agustina Oviedo, asegurando que sería de gran ayuda en esa situación. Hammya siguió su consejo y buscó la ayuda de Agustina.

Le relató todos los detalles de la noche que Candado vivió, punto por punto, hasta que Agustina respondió.

—El problema con Candado es que él se siente totalmente abandonado. Al darle un enigma como ese, trata de extraer un significado que, aunque para nosotros no tenga importancia, para alguien con una mente más amplia como la suya, se convierte en algo personal. Por lo general, personas como él toman una frase como esa y la analizan en relación con su entorno familiar o algo relacionado con su pasado. Seguramente, cuando encontró la respuesta, se sintió completamente herido. Al ser alguien que busca respuestas a toda costa, es obvio que querría hallar una. Pero no estaba preparado para recibir una respuesta como esa, lo que llevó a su mente a defenderse mediante el desmayo.

—Suena complicado.

—Me recuerdas mucho a un amigo llamado Alan. No te preocupes, eres la única que puede ayudarlo. Lo necesitamos más que nunca, Hammya Saillim.

Estas palabras, de algún modo, le dieron una idea. Aunque Candado se sentía acomplejado con su familia y, al encontrar esa respuesta, empeoró, decidió abrirle los ojos y mostrarle que estaba totalmente equivocado. En ese momento, surgió una idea y era el momento de actuar.