El reloj marcaba las doce, y el grupo de Candado permanecía inmóvil en su lugar. Era la oportunidad perfecta para atacar, pero sin los ojos de Dockly y la orden de Jane, no podían hacer nada. Entre el grupo de tres, estaba Isabel, una niña consentida hasta la médula que no hacía más que quejarse una y otra vez. Luego estaba Guz, o al menos ese era su seudónimo, sentado en meditación, y por último, Joel, cuyas agujas parecían ser su única preocupación.
—Me estoy hartando de esperar, ¿en dónde diablos se han metido esos dos?
—Relájate, Isabel. No querrás enfadar a Desza —dijo Joel mientras jugaba con sus agujas.
—No, ya estoy cansada de estar en este maldito bosque. Lo único que hemos hecho es observar cómo Candado juega con sus compañeros.
—¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó Guz.
—Ataquemos ya que están demasiado ocupados para hacer algo. Vamos, matamos a Candado y regresamos.
—¿Y luego qué?
—¿Cómo "y luego qué"? Volvemos e informamos a la casa de nuestro éxito.
—Es un plan estúpido. Si queremos matar a Candado, debemos hacerlo en el momento oportuno y desde lejos.
—¿Qué te pasa, mascarita? ¿Tienes miedo? —preguntó Isabel burlonamente.
—No, yo tuve la molestia de pelear contra él y perdí, me noqueó.
—Eres débil. A mí ni siquiera me hubiera tocado un solo pelo.
—¿Y por qué no vas sola entonces, si eres mejor que nosotros? —preguntó Joel mientras pulía sus agujas.
Isabel no contestó y cambió de tema.
—¿Cuándo vendrán esos dos?
—Deberían haber llegado hace más de diez minutos —dijo Joel mientras veía la hora en su celular.
Guz levantó la cabeza y dijo.
—Ya están aquí.
En ese instante, dos figuras aparecieron del interior del bosque: uno era Jane y el otro, Dockly.
—Por fin han llegado, cuando los casquetes polares ya se han derretido, y yo sufriendo.
—No seas tan melodramática, Isabel. Tuvimos algunos inconvenientes al venir aquí. Addel, uno de los Borradores, nos estaba siguiendo y debimos despistarlo. Nos costó mucho, pero lo logramos.
—Mierda, es mi culpa. Debí ser más cuidadosa.
—No te preocupes, Jane. Todos cometemos errores —dijo Guz.
—Es la hora. Candado está allá distraído. Es hora de que acabemos con esto ahora.
—Isabel tiene razón. Debemos acabar ya con esto —dijo Jane mientras se agachaba y continuaba—Acérquense. Este es el plan: nosotros estamos a diez metros de distancia de Candado. Lo que vamos a hacer es lo siguiente: todos nosotros nos iremos por un extremo formando una estrella. Una vez ubicados, ustedes atacarán. Así Candado se concentrará en ustedes y, cuando esté distraído —en ese instante sacó su espada y la clavó con todas sus fuerzas en el suelo—. Le atravesaré la espalda y destruiré su corazón.
—Me gusta tu sed de venganza —dijo Guz.
—Bien, empecemos —ordenó Jane.
El equipo se dividió de acuerdo al plan. Jane se posicionó detrás de Candado, a unos diez metros de distancia. Debido a su habilidad, Candado no sentía su presencia. Utilizando la cobertura de las altas yerbas y los árboles, Jane comenzó a acercarse sigilosamente, avanzando paso a paso, hasta llegar a un punto óptimo, ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Observó el tronco que bloqueaba su línea de visión y calculó el lugar exacto donde lanzaría su ataque mortal. Lentamente, se puso en pie, con una sonrisa en el rostro y una determinación férrea, lista para llevar a cabo su letal embestida. Pero entonces, algo cambió.
Cuando estaba a punto de correr hacia su objetivo, vio a una dulce niña corriendo justo hacia el lugar donde planeaba ejecutar su ataque. Por un instante, esto no le importó; planeaba esperar a que la niña se alejara para atacar. Sin embargo, ocurrió algo inesperado: Candado se dirigió hacia la niña en lugar de avanzar hacia Jane. La observación de esto desconcertó a Jane, quien, aunque se asustó momentáneamente al pensar que Candado la había descubierto, permaneció firme con su espada en ristre.
Pero Candado no se acercó a Jane; en cambio, se dirigió hacia la niña y, para sorpresa de Jane, la abrazó con ternura. Un torrente de emociones inundó a Jane en ese momento. Sus pies temblaban, el sudor empapaba su frente y su rostro, su respiración se volvió forzada y agitada, como si estuviera a punto de sufrir un ataque de asma. Sus manos y su espada temblaban de manera incontrolable, y su enojo e ira se mezclaron con una sensación extraña y desconcertante.
Jane no entendía lo que le estaba sucediendo. No podía atacar en ese estado. Ver a la niña abrazando a Candado la paralizó. Mientras intentaba desesperadamente recuperar el control de su cuerpo, un recuerdo inundó su mente: una imagen de ella misma abrazando a su padre de la misma manera en que ahora observaba a la niña. Jane sacudió la cabeza para intentar alejar esos pensamientos, pero la sensación persistía. Furiosa consigo misma, trató de concentrarse en su objetivo, pero sus intentos fueron en vano.
Finalmente, guardó su espada y huyó del lugar a toda velocidad, las lágrimas corriendo por sus mejillas. Se preguntaba a sí misma qué le estaba ocurriendo y por qué estaba huyendo de la misión que ella misma había planeado.
—¿Qué me sucede? ¿Por qué estoy huyendo? —se preguntaba Jane mientras se alejaba.
Al enterarse de que el espíritu de su compañera se alejaba, Joel informó a los demás que el plan había fracasado. Con gran decepción, los demás miembros del equipo se retiraron del lugar, desilusionados por la falla de la operación.
Mientras tanto, Candado, sí la sintió y sí la descubrió, de hecho tenía las manos sobre su facón mientras abrazaba a Yara y miraba el monte con disimulo. Cuando sintió que se había retirado la amenaza, este calmó sus instintos.
Joel corrió con todas sus fuerzas siguiendo el espíritu de su hermana. Estaba preocupado por ella. Tras un rato de búsqueda frenética, finalmente encontró a Jane recostada junto a un árbol, mirando su espada con lágrimas en los ojos. Se acercó rápidamente a ella, con una mano en su hombro y preocupación en su voz.
—¿Jane? ¿Qué te ha ocurrido? —preguntó Joel mientras se agachaba frente a su hermana.
—He... he... he visto...
—¿A quién has visto? —preguntó Joel, lleno de frustración y preocupación.
—He visto a papá.
Tras esas palabras, Jane se quebró. Las lágrimas corrían por sus mejillas, y su mente estaba sumida en una tormenta de emociones incontrolables.
—¿Qué estás diciendo? Papá está muerto, tú, yo y Rose vimos cómo eran asesinados.
—Vi su rostro en mi mente, Joel. No podía creerlo; jamás me había ocurrido esto antes.
Joel abrió la boca para decir algo, pero no pronunció palabra. En su lugar, abrazó a su hermana con fuerza.
—Sé lo que sientes, yo también los extraño mucho. —Luego, se separó de ella y, con las manos en sus hombros, la miró a los ojos—. Es por eso que le prometí cuidarlas a ustedes dos, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, yo estaré siempre a su lado.
En ese momento, los demás miembros del equipo llegaron, la mayoría con expresiones de enojo hacia Jane por su incapacidad para llevar a cabo el plan.
—¿Me puedes explicar qué significó eso, Jane? —preguntó Isabel de manera autoritaria.
—Nada, Candado se percató de nuestra presencia. —Mintió Joel.
—No te han preguntado a ti. —Replicó Dockly.
—Jane está en una situación muy delicada, por favor, déjenla tranquila por ahora. —Intervino Guz.
—¿Delicada? —Dijo Dockly, escéptico—. Solo porque vio a Candado está llorando.
—No me lo explicó, pero por favor, déjenla tranquila hasta que se recupere. —Insistió Joel.
—Creo que es mejor que nos diga qué pasó. —Añadió Dockly mientras se acercaba a Jane.
Joel se puso en medio de su hermana y Dockly.
—Dije que está muy delicada, así que aléjate. —Advirtió Joel, con enojo visible.
—¿Me estás amenazando, Joel? No tienes ninguna oportunidad contra mí.
—¡SUFICIENTE! —Guz intervino—. Está claro que hemos perdido, y a todos nos ha dejado un mal sabor de boca. Pero yo la entiendo, porque fui yo quien peleó con Candado y perdió. Tú, en cambio, nunca te has enfrentado a él, Dockly.
—Parece que todos son unos expertos en Candado. ¿Quién de ustedes, "expertos", se encargará de comunicarle a Desza que hemos fracasado? Porque yo no pienso dar la cara por ustedes. —Añadió Dockly.
—Lo haré yo. —Joel se ofreció.
—Bien, díselo, y veremos cómo lo toma. —Dockly dijo, y se alejó de ellos hacia un destino incierto fuera del bosque.
—Joel, perdóname, yo...
—No digas nada. Yo me encargaré de esto.
—¿Estás seguro? Desza ha estado muy impaciente por asesinar a Candado en estos últimos días, y decir que el plan ha fallado bastará para que explote de ira hacia ti.
—Lo sé, Guz. Lo sé, pero yo no le tengo miedo.
—Deberías, ya que él posee el Monstruoso Poder. —Isabel agregó.
Joel ayudó a su hermana a ponerse de pie, y ambos comenzaron a caminar, acompañados por Isabel y Guz. Durante el trayecto, un silencio abrumador se apoderó del grupo, y Jane seguía en estado de shock debido a los eventos recientes.
Joel estaba profundamente preocupado por su hermana, pero Guz, por otro lado, no podía dejar de mirar su reloj. Guz era un enigma para sus compañeros. Nadie había visto su rostro, y nunca hablaba de su pasado. No tenía familiares ni padres, y cuando no estaban en misión, desaparecía sin dejar rastro, encerrándose en su habitación para descansar. Siempre llevaba la misma ropa y una máscara de madera que ocultaba su rostro. A pesar de todas las incógnitas que rodeaban a Guz, su odio hacia el gremio era monumental, aunque los motivos de este odio eran un misterio.
En contraste con Guz estaba Isabel, una niña insoportable, arrogante y mandona. Siempre vestía con ropa elegante: calzas negras, botas rojas, un chaqué verde sobre su camisa negra, y su cabello oscuro y corto estaba sujetado con un broche en forma de rosa de diamante. Más allá de su personalidad difícil, Isabel tenía un poder poco común llamado "Furia Sangrienta". Este poder hacía que una persona perdiera el control de su cuerpo y se dejara llevar por el odio y la rabia, convirtiéndola en una fuerza temible. Isabel era conocida por su actitud desagradable y su disposición a enfrentarse a cualquier enemigo, ya fueran circuistas o gremialistas. Incluso el mismísimo Candado no era alguien al que enfrentarse a la ligera.
Luego estaban los hermanos Wandering, un apodo que habían ganado en algunas misiones. A pesar de haberse unido al grupo recientemente, habían ganado el respeto de los demás miembros, aunque aún había quienes dudaban de sus habilidades.
Todos ellos estaban bajo el liderazgo de un hombre llamado Desza, conocido como "El Profanador". Se decía que Desza había sido un ferviente seguidor de Harambee, pero su radicalismo y sed de sangre lo habían llevado a ser expulsado de la Organización Mundial de Gremios y Alianzas Brigadistas (O.M.G.A.B). Su paradero se desconocía desde hacía días. Desza creía que la paz mundial solo podía lograrse eliminando todo lo que se opusiera a ella, incluso si eso implicaba matar a inocentes. Esta creencia se convirtió en una realidad sangrienta en la ciudad de Cecilia, donde Desza estuvo involucrado en la muerte de setenta y dos personas. Candado, al enterarse de estos horrores, convocó a Desza para que rindiera cuentas ante los líderes de la organización y su pobre defensa no fue suficiente con sacarlo y expulsarlo de los gremios.
Su juicio se inició a las nueve de la mañana y se prolongó hasta las cinco de la tarde, ocupando un total de nueve horas. Durante este proceso, el acusado repetía una y otra vez que las muertes que había causado eran necesarias para alcanzar la paz. Candado, con un conocimiento enciclopédico del reglamento, que constaba de oficialmente diez mil leyes, se mantuvo firme en su postura. En ningún momento, Desza mostró arrepentimiento; estaba convencido de que esas vidas debían ser sacrificadas en aras de la paz.
Candado estaba agotado de escuchar el mismo argumento una y otra vez. Sin embargo, la situación dio un giro inesperado cuando Desza utilizó el nombre de Harambee para justificar sus acciones. Este acto provocó una ira feroz tanto en Candado como en todos los presentes. Candado se levantó de su asiento y pronunció una sentencia inmediata de expulsión y prisión para Desza. Sintiéndose traicionado, Desza se liberó de sus esposas, eliminó a sus custodios y se dispuso a asesinar a Candado. Sin embargo, resultó ser inferior en habilidades y perdió no solo el combate, sino también sus poderes. Candado se aseguró de que Desza nunca volviera a representar una amenaza, privándolo de sus capacidades.
Ese día, Desza perdió dos cosas cruciales: sus poderes y su cordura. Desde entonces, juró destruir Kanghar, decidido a no dejar con vida a nadie y a no dejar una sola estructura en pie.
Las puertas se abrieron con un estruendo ensordecedor cuando el equipo regresó de su misión para asesinar a Candado. Desza estaba sentado en un sillón roto, limpiando su machete, que aún goteaba sangre, mientras el cuerpo decapitado de un adolescente vestido de negro yacía a sus pies. La cabeza cercenada de la víctima reflejaba el horror de su muerte. ¿Cuánto miedo habría sufrido ese pobre muchacho?
Cuando el equipo observó la escena, quedaron petrificados, excepto Guz, que permaneció impasible en todo momento.
Desza, de espaldas, se encontraba junto a una mesa de luz con una máscara sobre ella. Al escuchar la puerta abrirse, Desza tomó su máscara y se la colocó en el rostro antes de girarse para enfrentar a sus seguidores. Su apariencia era tanto imponente como aterradora: una máscara que cubría todo su rostro, excepto el mentón, una armadura brillante en el pecho, pantalones negros y una túnica negra que parcialmente ocultaba su cuerpo.
—Díganme, ¿tuvieron éxito? —preguntó Desza con una sonrisa.
Joel, visiblemente asustado, dio un paso al frente y respondió titubeante:
—No, la misión fracasó.
Desza mostró una sonrisa siniestra al grupo y luego observó el cuerpo sin vida a sus pies con indiferencia. No mostraba ningún remordimiento o sentimiento de culpabilidad. Con una voz gélida y amenazante, Desza comentó sobre el cadáver:
—Este pedazo de carne que ven aquí fue completamente inútil.
Guz, desafiante, habló sin inmutarse:
—Si sigues matando a nuestros compañeros, al final te abandonarán, y quítate eso ya sabemos cómo eres.
Desza se quitó la máscara y miró a Guz con una sonrisa burlona, al parecer le encanta hacer eso.
—Has estado mostrando mucha rebeldía últimamente, Guz. Me pregunto si esa rebeldía beneficia a nuestra causa o si simplemente lo haces para irritarme.
—Piensa lo que quieras, pero te diré algo: ¿De qué nos sirve matar a nuestros camaradas? En estos días, ser un Testigo es peligroso, y casi nadie viene en nuestra ayuda. Además, estás eliminando a las pocas manos que tenemos.
—Aquellos que no puedan cumplir con lo necesario deben ser eliminados. La debilidad no es bienvenida aquí.
—Si no quieres que tus seguidores sean débiles, ¿por qué no los entrenas en lugar de decapitarlos?
Desza, sin cambiar su expresión, miró a un grupo de personas a su derecha y ordenó:
—Llévense a este inútil y arrójenlo al fuego.
Tres individuos se aproximaron, cargaron el cuerpo decapitado y se marcharon de la habitación, dejando a Desza solo con el grupo.
—Bien, seré benevolente. Debo admitir que fue un desafío para los novatos. Descansen, camaradas, mañana será un nuevo día.
Con estas palabras, el grupo asintió con la cabeza y se retiró de la habitación, dejando a Desza solo con sus pensamientos.
Caminaron por un largo pasillo apenas iluminado. Isabel se separó de ellos y se dirigió a su habitación. Guz y los hermanos entraron en sus respectivas habitaciones. Rose, preocupada, estaba sentada en su cama. Cuando escuchó la puerta abrirse, corrió hacia sus hermanos y los abrazó. Guz se recostó en su cama y expresó su frustración:
—Qué día de mierda.
Joel se dirigió a la cama de Guz después de agradecerle por lo que hizo en la confrontación con Desza. Guz, mirando al techo, respondió con cierta indiferencia:
—No hice nada, solo dije lo que pienso.
Joel, sin embargo, estaba decidido a entender mejor a su compañero y le preguntó sobre su identidad oculta:
—Dime, ¿por qué ocultas tu cara?
Guz lo miró directamente a los ojos y respondió con firmeza:
—¿Qué estás diciendo? Esta es mi cara, no hay nada debajo de este rostro.
Joel continuó su interrogatorio:
—Nunca nos dijiste tu nombre.
Guz volvió a desviar la mirada hacia el techo y suspiró:
—¿Nombre? Hace años que lo olvidé.
Joel pudo sentir la melancolía en las palabras de Guz y expresó su preocupación:
—Eso suena triste.
Guz, sin darle mayor importancia, le aconsejó a Joel:
—Te preocupas demasiado, Joel. No te ates a esos sentimientos, son un veneno para uno mismo.
Con esto, Guz dio a entender que no deseaba profundizar en su pasado o revelar más sobre sí mismo. Se volteó y se sumió en el sueño. Joel, entendiendo la indirecta, se alejó y se recostó en su cama. Desde su posición, observó a Jane jugando con Rose. Inicialmente, sonrió al ver que sus hermanas estaban disfrutando juntas, pero esa sonrisa se desvaneció rápidamente. Joel sabía que mientras Candado estuviera vivo, nadie estaría a salvo. La incertidumbre y el peligro eran constantes en sus vidas.
Mientras tanto, Desza experimentaba una alegría siniestra al limpiar la sangre de su machete, un arma que había segado innumerables vidas. Para él, cada muerte era necesaria en su búsqueda por eliminar a quienes consideraba corruptos y perjudiciales para la paz mundial. Desza estaba convencido de que su causa justificaba cualquier sacrificio, y cada vida que tomaba no le importaba en absoluto.
Mientras Desza estaba inmerso en sus pensamientos y locura, Jørgen, uno de sus soldados, apareció con una maleta en la mano. Desza lo saludó y se levantó de su asiento. Jørgen notó la sangre en el machete de Desza y bromeó sobre ello:
—El aire está algo sucio, así como su machete, ¿Ha asesinado a alguien?
Desza respondió con indiferencia:
—Sí, una basura, nada más.
Jørgen reveló que habían enterrado el cuerpo en las montañas del Tíbet, aunque aún les faltaba una llave para su propósito. Sin embargo, Jørgen tenía buenas noticias:
—Sabemos cuál es la llave para traer de vuelta a Tánatos a nuestro mundo.
Desza se mostró interesado y le arrojó una botella de agua azucarada, escuchando atentamente mientras Jørgen revelaba la clave:
—La lanza de Harambee.
Desza soltó una carcajada y se sentó en su sillón. Bebió su agua azucarada con entusiasmo antes de hablar:
—Las jaulas se han abierto, los lobos aúllan, las águilas cazan, tigres atacan y el león es devorado, los Testigos han renacido de sus cenizas para vengarse de los herederos de la infamia. Tánatos volverá.
Luego, Desza se levantó y levantó su machete en el aire, proclamando su determinación:
—¡PREPÁRENSE, GREMIALISTAS, ES HORA DE QUE USTEDES VEAN EL TERROR EN PERSONA! ¡LA GUERRA HA EMPEZADO Y SU SANGRE SERÁ MI ALIMENTO!
Jørgen aplaudió emocionado. Sin embargo, en ese momento, dos personas inesperadas aparecieron detrás de Jørgen, un niño y un anciano. Desza y Jørgen los miraron con cautela.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Desza.
El anciano, identificado como Pullbarey, habló con calma:
—Bueno, yo solo quiero ayudarlos.
Jørgen, aún desconfiado, preguntó:
—¿Por qué?
Pullbarey explicó que había hechizado a un joven llamado Candado hace años y que quería recuperar algo que consideraba suyo por derecho. Ofreció sus servicios y propuso un trato:
—Créame, Desza el profanador, es más que interesante.
Desza, intrigado, preguntó cómo podía confiar en ellos. Pullbarey ofreció un regalo y reveló una condición:
—He notado que es difícil para ustedes movilizarse bajo tierra, es por eso que yo les daré un obsequio.
Desza preguntó más sobre el obsequio, y Pullbarey dio una pista:
—Es una máquina, muy potente.
Desza mostró su disposición a aceptar, pero Pullbarey tenía una última solicitud:
—¿Me darías una pista?
Desza, sonriendo siniestramente, respondió con determinación:
—¿Qué prefieres, su cabeza o corazón?