Después de los acontecimientos, Desza y su grupo de secuaces encontraron refugio en un bosque alejado de Resistencia, en una casa abandonada. Allí aguardaron hasta que cayó la noche, habiendo logrado eludir al escuadrón de captura de Almirón después de una tarde llena de intentos. La suerte estuvo de su lado, ya que perdieron a treinta y ocho de los cuarenta hombres que habían enviado para eliminarlos. Fue sencillo recompensar a los supervivientes con diez millones de dólares cada uno, quienes se marcharon con una maleta llena de dinero. Desza estaba eufórico por haber obtenido los documentos secretos de los Gremios, los cuales habían buscado durante mucho tiempo para traer de vuelta a Tanatos y purificar el mundo corrupto.
Cuando la noche se cernió sobre ellos, Rŭsseŭs proporcionó la luz necesaria para que pudieran ver, habiendo pasado de mil a tan solo once miembros en el grupo. Desza se acomodó en una silla de madera deteriorada por la humedad.
—¿Quién habría imaginado que esta casa sería nuestro refugio? —comentó Dockly mientras limpiaba su rifle.
—¿Viviste aquí antes, Desza? —preguntó Jørgen mientras miraba por la ventana.
—Por supuesto que sí, aquí pasé hambre.
—Suena triste —mencionó Jørgen.
—Ja, lo sería si importara, ¿no? —respondió Desza antes de soltar una risa salvaje que dejó a todos perplejos. Jørgen, curioso, se volvió para ver qué le hacía reír de esa manera.
—La vida puede ser una caja de sorpresas; solo depende de cómo le demos significado, ya sea bueno o malo.
Todos prestaron atención a las palabras de Desza, hasta que decidió poner fin a la charla.
—Basta de palabrería. Hoy celebraremos el logro de nuestros camaradas Jørgen e Isabel. Les pido un aplauso para ellos, por favor.
Desza clavó su machete en el suelo y todos comenzaron a aplaudir con alegría en sus rostros. Isabel se sintió halagada por la adoración que recibía, mientras Jørgen, a pesar de su expresión triste y vacía, alzó la cabeza y miró fijamente a Desza.
—Señor, ¿le importaría si soy yo quien toma la primera guardia?
—No, por supuesto que no —respondió Desza, confundido por la solicitud.
Una vez obtenido el permiso, Jørgen abrió la puerta y salió de la casa. A medida que se alejaba, los ruidos de la celebración se volvían más tenues. Transformando sus brazos en metal, comenzó a cortar la maleza alta que lo rodeaba antes de sentarse bajo la luz de la luna llena, que proporcionaba suficiente iluminación. Por primera vez en mucho tiempo, Jørgen mostró una sonrisa mientras contemplaba el cielo nocturno.
Isabel salió de la casa de repente y decidió seguir a Jørgen. Caminó escudriñando la zona hasta que finalmente avistó su espalda. Notó de inmediato que Jørgen estaba en paz, lo cual era una rareza. Cada vez que lo había visto antes, siempre estaba en estado de alerta máxima. Además, recordaba las noches en las que compartían el mismo lugar para dormir; él pasaba horas mirando por la ventana al cielo nocturno, sin cerrar los ojos para descansar. Era un enigma en cuanto al sueño.
Isabel se acercó con precaución, tratando de no asustarlo, hasta que decidió tocar su hombro. Jørgen no reaccionó bruscamente, simplemente se giró para encontrarse con la mirada de Isabel. A pesar de las profundas ojeras que oscurecían sus ojos, pudo ofrecer una tenue y tranquila sonrisa.
—Buenas noches, Isabel.
—Buenas noches, Jørgen. ¿Te importa si me siento a tu lado?
—No, por supuesto que no.
Isabel ajustó su vestido y se sentó en el tronco, asegurándose de poner un pañuelo en el lugar para no ensuciarse.
—¿Por qué no estás adentro con los demás? —preguntó ella.
—Podría hacerte la misma pregunta, Isabel. ¿Por qué estás afuera?
Él la miró a los ojos durante un momento y luego volvió la vista al cielo nocturno.
—Como mencioné antes, estoy de guardia.
—Jørgen, en todas las reuniones y celebraciones, siempre te mantienes apartado o simplemente ignoras nuestra presencia. ¿Por qué? Hoy es un día especial; hemos asestado un golpe mortal a los Gremios. Por favor, celebra con nosotros.
—...
—Por favor, contéstame —insistió Isabel.
Jørgen bajó la vista, pero mantuvo su cabeza en alto.
—¿Celebrar, dices?
—Sí, celebrar.
—¿Qué hay que celebrar? ¿Celebrar el hecho de que masacramos a unos niños?
—Si piensas de esa forma, ¿por qué viniste con nosotros?
—Yo busco un mundo más justo, no quiero destruirlo para volverlo a construir. Esas criaturas, seguramente eran personas normales como tú y yo, con una familia muy unida, y nosotros les quitamos todo. ¿Eso es lo que quieres celebrar?
Isabel quedó reflexionando por lo que dijo, pero luego decidió preguntar nuevamente.
—Si piensas así, ¿por qué sigues con nosotros?
—Porque ustedes son mi familia —respondió Jørgen—. Perdí a todos los que me importaban hace cuatro años, cuando yo tenía diez años. El fuego apareció y arrasó con todo, mis hermanos, mis padres y mis madres, todos ellos, muertos por la noche y por un desconocido. Fue en ese momento que conocí a Desza, tomó mi mano cuando nadie más quiso. Él me dio un hogar y me dio a ustedes. Es por eso que decidí callármelas todas y no reflexionar por lo que hago yo o él. Sin embargo, cada vez que voy con Desza a causar problemas o a golpear a gremialistas con los que yo nunca tuve tratos, siento a la hermana Rosa en mi cabeza diciéndome que soy una deshonra a las cosas que me enseñó. Pero no puedo hacer nada, porque no quiero perderlos.
Isabel quedó perpleja por todo lo que estaba escuchando. Era la primera vez que veía a Jørgen de esa forma, arrepentido por el camino que había tomado. Decidió preguntarle más sobre él.
—¿A caso todo esto tiene que ver con el hecho de que no duermas?
Jørgen miró a Isabel, sorprendido por la pregunta, pero decidió confesarlo. Después de todo, no era un secreto.
—Verás, yo perdí a mis seres queridos mientras dormía, y hasta el día de hoy me culpo por eso. Si tan solo hubiera estado despierto, ellos aún estarían vivos y yo no me hubiese convertido en lo que soy ahora. Pero cuando los conocí a ustedes, sentí que una puerta se abrió ante mí, dándome otra oportunidad de proteger lo que yo no pude proteger. Y desde ese día, cuando estreché las manos con Desza, me hice una promesa a mí mismo de jamás darme el placer de dormir, para estar alerta de cualquier peligro que pudiera perjudicarlos.
—Pero alguna vez debiste descansar, ¿no?
—No he dormido en más de tres años.
—¿Cómo haces para estar de pie?
—Mi sangre tiene metal, así que no importa. Mis poderes renuevan mis células, aunque no quitan mi cansancio. Pero uno se acostumbra con el tiempo.
—Creo que deberías descansar.
—No puedo. Mis acciones han perjudicado a tantas personas que podrían ir tras ustedes. No, señor, estaré despierto y alerta. No quiero perderlos.
—Pero al menos podrás celebrar con nosotros la próxima vez.
—Está bien, lo haré.
Isabel se puso de pie y tomó el brazo de Jørgen.
—¿Qué haces?
—Vamos adentro a celebrar.
—¿Qué?
—Falta mucho para la próxima vez.
Con esas palabras, Isabel llevó a Jørgen, tironeándolo hasta la casa. Cuando entraron, vieron que todos estaban divirtiéndose. Tocando música y bailando. Dockly soplaba la flauta, Guz tocaba la guitarra y Jane un violín, que le pertenecía a Isabel. Luego estaban los que bailaban. Desza bailaba con Rŭsseŭs, Joel bailaba con su Rose, Azricam bailaba con Chesulloth, quien se había sacado la máscara, revelando una bonita cabellera de color blanco ceniza y unos ojos verdes impactantes.
—Hey, Jørgen, no pensé que volverías. Ven, hermano, y deja para después la guardia —dijo Desza mientras bailaba con Rŭsseŭs.
—Lo siento, creo que yo...
Isabel lo arrastró hasta la pista y ambos bailaron.
—Miren, Jørgen bailando. Pellízquenme, parece que se va a caer la luna —dijo Azricam.
Todos se rieron, incluyendo a Guz y a Joel.
—Isabel, yo no sé bailar.
—Tampoco yo, pero ya que estamos, bailemos.
Desza, que estaba muerto de risa, señaló a los músicos.
—Camaradas, toquen algo más movido.
Dockly guiñó un ojo a Guz y a Jane.
—Hagamos lo que pidió el jefe.
Dockly estiró su flauta, Guz dio una vuelta entera a su guitarra y Jane solamente cambió de hombro el violín. Y una vez que terminaron de hacer todo lo que estaban haciendo, comenzaron a tocar una música que habían inventado para ocasiones especiales, más movida y con más dinámica.
—Ahí está, me gusta —dijo Desza mientras bailaba con Rŭsseŭs.
Joel se cansó y se sentó en un sillón con una sábana blanca, mientras colocaba a Rose en su regazo.
—Todos están felices hoy —dijo Rose.
—Sí, en serio. Hoy hemos dado un duro golpe a los gremialistas.
Rose no contestó, simplemente se desilusionó por un rato, pero luego mostró una sonrisa cínica.
Mientras seguían bailando, Jørgen empezaba a sentirse incómodo. Nunca en su vida había bailado, pero a pesar de su falta de experiencia, no lo hacía mal. De hecho, lo hacía muy bien, pero estaba tan preocupado por cometer un error que no notaba que estaba bailando bien. Su inseguridad era tan evidente que resultaba gracioso para el grupo.
—Es como ver a Van Gogh tratando de imitar a Martín Quinquela —dijo Guz.
—¿Qué? —preguntó Jane.
—Oh, nada.
—¡Vamos, Jørgen, no lo haces tan mal!
—Eh, gracias, Dockly.
—No te preocupes, solo sígueme el paso.
—¿Cuál de los dos?
Isabel dejó escapar una risilla, pero rápidamente se recuperó y guio a Jørgen en los pasos para que se sintiera más cómodo, y de hecho, lo logró.
—¡QUE DOMINADO QUE SOS! —gritó Azricam.
Isabel guió el paso hacia donde estaba él y le dio un pisotón bien fuerte. Tan fuerte, que Azricam dio un grito mudo, porque sintió que su armadura se hundía.
—Eso te pasa por meterte con la dama de hierro —dijo Rŭsseŭs.
—Ja, eso pasa cuando te metes con mujeres muy fuertes, bebé —dijo Desza mientras aceleraba el paso.
Pero después, Isabel se arrimó a Jørgen, y esta vez nadie les prestó atención y seguían en lo suyo.
—Este paso no lo conozco.
—Relájate, yo te guiaré.
Isabel, arrimada a Jørgen, su baile comenzó a ser lento entre el movimiento que había a su alrededor.
—¿Estás bien?
—No lo sé, ¿Tú estás bien?
—¿Yo? Claro que sí.
—Me alegro —después soltó una leve sonrisa—. Gracias por traerme aquí.
Isabel hundió su cara en el pecho de Jørgen y dijo:
—No hay nada que agradecer.
La fiesta siguió y siguió. Era la una de la mañana cuando todo acabó y una hora después, todos estaban durmiendo, todos excepto Jørgen, quien estaba sentado en una silla de madera con un mate en las manos, mirando el cielo nocturno con una mirada fría. A cada sorbo que daba a su mate, jamás dejó de ver la luna y las estrellas. Se sentía en paz. Usando sus sentidos, podía determinar lo que había a su alrededor. Luego volteó y vio que Isabel estaba dormida en un sillón que estaba a su lado. Debido a la cercanía que tenía él del sillón, Jørgen posó su mano en su frente, alejando unos cuantos mechones de cabello y dejando al descubierto su frente. Jørgen acarició la frente de Isabel con su mano derecha, sus guantes de cuero negro eran muy finos, pero podía sentir la frente de Isabel en las yemas de los dedos. Luego sacó su mano y miró al cielo nuevamente. Después, una puerta se abrió detrás de él. Jørgen no volteó, solo movió sus ojos a la izquierda como si intentara agudizar el sonido y adivinar quién era. Cuando el primer pie tocó la habitación, cerró los ojos, mostró una sonrisa y dio un pequeño susurro.
—¿Eres tú? ¿Joel?
—Oh, parece que tu sentido es bueno —susurró Joel.
Jørgen se puso de pie y llevó su silla hasta la mesa que estaba al menos a dos metros de Isabel, para no despertarla. Joel lo siguió y se sentó en el otro extremo de la mesa, mientras Jørgen se sentaba en el lado opuesto.
—¿Problemas para dormir? ¿Verdad?
—Je, algo así. Rose estaba teniendo pesadillas, así que la llevé hasta su hermana para que se calmara un poco. Cuando volví a mi cama, el sueño se había ido, así que pensaba pasear un poco afuera, pero me topé contigo.
—Bueno —Jørgen cargó agua nuevamente en el mate y se lo ofreció. Joel aceptó y dio un sorbo.
—Gracias, ahora ya no tendré más sueño.
Jørgen soltó una sonrisa y le dio otro sorbo al mate.
—¿De dónde sacaste esto?
—Lo traje conmigo. ¿Por?
—No, por nada, solo me parece extraño que tú bebas esto.
—¿Por qué?
—Bueno… Te llamas Jørgen Czacki ¿No?
—Claro, pero en el lugar donde vivía, siempre se tomaba mate.
—Je, creo que sí, era más factible creer eso —dijo Joel sarcásticamente.
Después, Jørgen bajó la mirada.
—Mañana por la mañana habrá que entregar esos escritos a Pullbarey.
—Sí, espero que después de lo que hicimos hoy, haya valido la pena. Créeme, yo lo pasé muy mal con ese sujeto extraño, me dio un golpe en el pecho bien fuerte, casi me mata.
—Ja, es increíble que seas habilidoso con las agujas, pero no con los poderes.
—Muy gracioso. Espero que tengas esa confianza cuando te toque pelear con Candado.
Jørgen borró la sonrisa de su cara y mostró de nuevo su actitud seria.
—Estoy seguro de que Candado irá por nosotros. Después de lo que hicimos, será más factible creer que no se quedará de brazos cruzados.
—Hablas como si le temieras.
—Debería temerle. Después de todo, Candado fue capaz de arrebatar los poderes a Desza. Si me llegase a atrapar, me arrebataría a mí también.
—Gracias a Dios que no poseo poderes como ustedes, solo mi vista es poderosa.
—Eso no es suficiente para que no le temas. Es estúpido decir eso.
En ese momento, Guz irrumpió en la conversación, estaba recostado en un muro viéndolos atentamente. Su máscara en la oscuridad era tenebrosa, y sus ojos claros brillaban en la oscuridad como los de un gato.
—Guz, pensé que estabas dormido.
—Jørgen, Jørgen, Jørgen, yo siempre me despierto a esta hora, solo que tú no lo notas, ya que vos y yo no compartimos habitaciones.
—Lo siento, nunca lo he notado.
Guz caminó hasta ellos y tomó una silla, sentándose en la punta de la mesa, parecido a un director en una sala de empresarios.
—Hola, muchachos madrugadores.
—Hola, veo que te encanta levantarte a esta hora.
—Los parásitos de mi cuerpo lo necesitan. Duermo cuatro horas, cinco a lo máximo, así que es muy común para mí despertar a esta hora.
—Vaya, eres un enigma para nuestro grupo, siempre tan reservado.
—No hables de esa forma, Jørgen, porque aquí no hay nadie más misterioso que tú. No duermes, no hablas mucho y ni siquiera asistes a las reuniones que hace Desza.
—Mejor, cierro la boca.
—Exacto, mejor ciérrala. ¿Y de qué hablaban?
—De Candado y su peligrosidad para ustedes —dijo Joel de forma sarcástica.
—Deberías temerle tú también —dijo Jørgen.
—No tengo por qué temerle, no puede quitarme nada, no tengo poderes, aunque ellos piensan que sí.
—¿Y qué hay de tus hermanas? ¿Qué hay de Jane? —preguntó Guz.
—No permitiría que alguien como él pusiera sus malditas manos en ellas.
—Ahora que lo pienso, nunca vi los poderes de Rose —comentó Jørgen.
—Ah, ella, solo Jane tiene poderes en nuestra familia —luego cambió su actitud y se volvió nostálgico—. Después de nuestros padres.
Cuando Jørgen escuchó eso, dejó de tomar su mate y lo dejó a un lado.
—Disculpa por preguntar.
—No, está todo bien.
—Una vez, cuando estaba limpiando la casa, escuché a Desza hablar de ustedes con Azricam, hace un año atrás. Recuerdo que los mencionó como "mercenarios" y que se llamaban "Los hermanos Wandering". Eso me llevó a pensar, ¿por qué os llamáis así?
Joel sacó de su bolsillo un reloj antiguo y lo deslizó en la mesa. Jørgen lo agarró y lo observó atentamente.
—Eso le perteneció a mi padre. Él me lo dio a mí cuando cumplí nueve años.
—Es un gesto muy lindo de su parte, también antiguo y costoso —elogió Guz.
—Él era un Circuista y mi madre una gremialista, sin embargo, esa unión no era compatible. Tres años después de que me obsequiara ese reloj, mientras iba a la escuela, unos sujetos gremialistas asesinaron a mis padres. Recuerdo que tomé a Rose y a Jane, corrimos y corrimos, hasta saltar al río para poder sobrevivir.
—¿Qué ocurrió después?
—Nos volvimos mercenarios. Jane y yo aceptábamos trabajo de cualquier persona: secuestrar, robar y, por sobre todas las cosas, hacer la vida imposible cada vez que podíamos a la O.M.G.A.B.
—En ningún momento escuché de ti la palabra "matar".
—Es porque solo nos dedicábamos a eso, jamás se nos pasó por la mente asesinar. Pero Jane y yo tuvimos la experiencia.
—¿Matar? ¿A quiénes? —preguntó Jørgen.
—A todo aquello que nos molestaba: secuestradores, asesinos y violadores.
—¿Rose llegó a matar? —preguntó Guz.
—No, nunca se lo permití. De hecho, nosotros dos éramos los que hacíamos el trabajo.
—¿De dónde vino su apellido Wandering?
—Un empresario de Estados Unidos vino a nosotros una tarde, una tarde lluviosa. Quería que nosotros matáramos a una familia para hacerle sufrir a su empleado por haberle ganado un juicio. Lo rechazamos, pero él no estaba satisfecho. Volvió a la mañana siguiente con nuestra hermana en sus brazos, amenazando con matarla si no aceptábamos la misión.
—¿Y qué pasó?
—La respuesta no tardó en llegar. Fuimos al lugar donde estaban los secuestradores y los liquidamos, a cada uno de ellos. Llegamos donde estaba Rose, encadenada, sucia y golpeada. Al ver cómo estaba ella, nos bastó para acabar con su vida, no sin antes torturar al hombre. Los gritos de él y los insultos no nos llegaban, ya que no entendíamos nada de lo que decía. Habíamos asesinado a su traductor, así que no había manera de entenderlo. Pero rescatamos de él una palabra que repetía y repetía: "Wandering". La dijo la primera vez que lo vimos. Así que desde ese día nos llamamos "Los sin rumbo" o "Wandering".
—Fue demasiado escalofriante, casi puedo decir que me dio miedo —dijo Jørgen mientras bebía su mate, con su actitud seria.
—Creo que sería mejor que te guardaras esos comentarios.
Guz acomodó su máscara y miró por la ventana.
—Me gustaría poder saber qué ocurrirá mañana.
—Puedes averiguarlo. Es divertido conocer las cosas que predecirlas. Sería aburrido saber de antemano lo que podría ocurrir —dijo Jørgen mientras bebía su mate.
—En mi caso me serviría, porque me gustaría saber cuánto tiempo durará esto.
—Durará lo que tenga que durar.
Guz se inclinó y miró a Joel.
—¿Durará lo que tenga que durar? Claro, supongo que tú tienes las mañas suficientes como para decir eso.
—¿A qué te refieres?
—Joel, no seas ingenuo. ¿Cuánto tiempo vas a pelear para conseguir un futuro para tus hermanas?
—Pelearé hasta que mi cuerpo diga basta.
—Lindas palabras, pero...
—Guz, silencio —dijo Jørgen mientras miraba a Isabel moviéndose en el sofá. Este guardó silencio y se reclinó en la silla, mientras que Joel lo miraba e intentaba saber qué es lo que le iba a decir.
—Vaya enamorado, guardar silencio por una mocosa como ella —susurró Guz.
Cuando Isabel se quedó quieta, Jørgen se dio vuelta y siguió tomando su mate, ignorando completamente lo que había dicho Guz.
En ese momento, una puerta se abrió y salió Rose, medio dormida y con su pijama de ositos.
—Joel, quiero ir al baño.
—Ya voy.
Joel se puso de pie y se dirigió hasta donde estaba ella, tomó su mano y caminaron por un pasillo que había a su derecha, perdiéndose de vista ambos.
—Je, ese muchacho. ¿Hasta cuándo va a ser su niñera? Una niña que no sabe ir por sí sola al baño será presa fácil.
Jørgen sirvió el mate y lo deslizó en las manos de Guz.
—Bébelo, estás mejor si lo pruebas un poco.
Guz se levantó un poco la máscara, mostrando parcialmente su mentón, tomó el mate y le dio un sorbo.
—Hace mucho que no bebía mate.
—Entonces, es tu día de suerte —dijo Jørgen con una sonrisa torcida en su rostro.
—Creo que debería hacer un agujero en la zona de la boca para poder beber, ¿no? Es demasiado molesto beber así, no puedo ver.
Después de decir eso, Guz bajó su el mate y lo deslizó hasta las manos de Jørgen.
—Gracias —dijo Guz mientras se fijaba la máscara.
—No hay de qué.
En ese momento, Jørgen sacó un libro y empezó a leerlo.
—Sabes, creo que es la primera vez que hablamos los tres juntos.
—Yo también pensé eso, Guz.
—Creo que deberíamos repetirlo más seguido, ¿no te parece?
Jørgen levantó la vista y mostró relajación en su rostro una vez más.
—Sería grandioso, sí.
Guz se sorprendió al ver esa expresión en la cara de Jørgen, tanto que estaba por dar un comentario, pero en ese momento apareció Joel con su hermana Rose somnolienta y con una sonrisa.
—Buenas noches a todos —dijo en voz muy baja que casi no se entendía.
Inclinó la cabeza, aceptando el saludo, mientras que Guz solo hizo una seña con su mano. Rose sonrió, pero se tambaleaba, no podía quedarse quieta un momento.
—Creo que deberías mandarla a dormir, Joel, ni siquiera puede ponerse de pie —dijo Guz.
Joel alzó a su hermana y la llevó hasta su cama, abrió la puerta y la colocó al lado de su hermana, esta rápidamente la abrazó y se quedó dormida instantáneamente. Joel mostró una sonrisa, acarició la cabeza de ambas y les dio un beso en la frente a las dos. Luego salió de la habitación y se sentó de nuevo con sus compañeros.
—Sabes, creo que deberías enseñarle a pelear a esa pequeña.
—¿Qué te hace pensar que ella no sabe defenderse? —preguntó Joel mientras se sentaba en la silla.
—Bajen la voz por favor.
—Lo sentimos.
Jørgen deslizó el reloj en las manos de Joel y dijo.
—Cuídalo, es un obsequio de vos y de tu familia y me imagino que el único, así que cuídalo.
—De hecho, no es el único recuerdo de mis padres —Joel sonrió y señaló con su dedo pulgar atrás de él y continuó—. Ellas son también un recuerdo de mis padres, creo que deberían pensar en eso, siempre.
—Vaya, qué profundo.
—Todos tenemos algo que queremos proteger, así somos los Testigos ¿No? —preguntó Joel.
—Es verdad, yo protejo mi identidad.
—Qué subjetivo —dijo Joel mientras hacía una mueca.
—Ahora que lo dices, es cierto, todos protegen algo —dijo Guz.
—Rŭsseŭs protege a su gata, Dockly protege a su familia, tú tu identidad, Chesulloth protege a su tío, Azricam a su perico, mis hermanas se protegen entre ellas y yo las protejo, Isabel protege sus joyas, creo, Desza busca protegernos.
—Vaya, se ve que estás al pedo —dijo Guz.
—Lo que tú llamas estar al pedo, yo lo llamo pasar el tiempo.
—Vaya, sí que estás al pedo —repitió Guz.
Joel solo se rió del comentario, luego miró a Jørgen, quien ya había dejado de tomar mate para leer un libro que tenía el tamaño de la palma de su mano.
—¿Y tú, Jørgen? ¿No tienes algo que proteger o alguien que consideras valioso?
En ese momento, las primeras luces del amanecer se deleitaban en las ventanas, la noche había acabado, pero la claridad del sol pasó en una de las ventanas de la casa y se posó en el rostro dormido de Isabel, este hecho hizo que ella abriera los ojos con dificultad, se levantó y miró el ambiente donde estaba, su vestido celeste y limpio, brillaba por las primeras luces del sol de la mañana. Pero después de observar a su alrededor, sus ojos descansaron en la espalda de Jørgen, mientras que la luz solar seguía postrada en ella.
—¿Proteger alguien importante?—preguntó Jørgen mientras cerraba su libro y miraba perdidamente la habitación.