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Chapter 20 - [El destino nos une]

El día empezaba a florecer, el sol realizaba su cambio con la luna. Los rayos solares recaian sobre la vida silvestre, floreciendo pétalos.

Federick abría los ojos renovado. Una energía creciente se arremolineaba en su interior.

Era temprano en la mañana, amaneciendo en su cama. Había trasnochado realizando meditación, recibiendo cómodamente la energía natural que impregna al cielo y la tierra.

La primera realización que obtuvo fue su estado interior. Diferente a días anteriores, se sentía ligero. La segunda, fue la vista de su madre, Perla, quién se sentaba en la esquina de su cama.

Ella mantenía una tabla de madera, que tenía su presunto desayuno. Frutas y frutos secos, con un refrescante pequeño contenedor de agua pura.

Perla al observar el estado somnoliento de su hijo, emanó una pequeña sonrisa.

"Buenos días, pequeño Fe"

"Buenos días Madre. ¿Qué te trae tan temprano por aquí?". Preguntó Federick con duda.

"Oh, debido que ayer te reuniste con tu Padre, había decidido traerte la cena. Pero al verte dormir, decidí dejarte cómodo. Por eso te traje el desayuno, hijo". Respondió Perla con una gran sonrisa debido al recuerdo.

Federick rápidamente se levantó, preparándose para desayunar.

"Ven, compartamos el desayuno". Ofreció Federick.

Madre e hijo compartieron un asiento, mientras la tabla se situaba en el escritorio de Federick. Era su habitación por lo que naturalmente nunca necesitó un asiento extra, error que se observaba en este momento.

"¿Y qué tal te fue ayer, tu Padre te trató bien?". Preguntó con curiosidad Perla.

"Fue rutinario... Sino contaramos sus acciones. Me demostró acciones de otro mundo". Federick había posicionado el cebo intentando obtener alguna reacción de su madre.

"Oh, sí; Él no es originario del continente central... En realidad, incluso yo desconozco de dónde proviene, pero sí, es extranjero, etnia y sociedad diferente... Debes comprenderlo". Expresó Perla, exponiendo su prácticamente nula relación.

"¿Cómo es posible que ni siquiera tú lo sepas, siendo la esposa?". Dijo con sospecha.

"Es una larga historia, pequeño Fe. No creo que quieras escucharla". Complementó Perla con una risueña risa.

...

Hace una década.

Era un día caluroso. El sol colgaba ardientemente sobre los cielos, castigando a los mortales. El clima era seco e incluso las bestias sufrían.

Barrancos sin fin existían, extensos en sus números. Sobre ellos, se superponían montañas voladoras conectadas por resistentes cadenas gigantes forjadas con materiales divinos.

Sobre un puente colgante caminaba incansablemente un individuo. No tenía prendas visibles, en cambio llevaba encima una imponente armadura de bronce.

Aunque vestía una imponente armadura que expresaba prestigio, sobre sus hombros llevaba un instrumento que mantenía dos cubetas de agua. Sí, estaba cumpliendo el labor de un aguatero.

Tanto en su postura como expresión, expresaba agotamiento. A pesar de sus dificultades, con disciplina prosiguió su camino en dirección a una montaña de mayor altitud.

Finalmente cuando sus pies se rendían, observó al frente suya un árbol. No producía fruto alguno pero sí sombra; Más su satisfacción no era producto de está, sino el hombre que descansaba en la misma.

Impasible, se encontraba descansando bajo está, pero innumerables cadenas lo aprisionaban a la misma posición.

"¡Viejo! ¿Por qué los mayores te aprisionan aquí? Es tan lejos que simplemente quiero descansar con mis ancestros". Gritó el hombre con armadura.

Se refería al hombre bajo las sombras, que demostraba signos de vejez. Entre su cabello y barba se mezclaban canas, con brazos flacos y arrugas en el rostro.

"Innumerables camaradas míos han ocupado este cargo, y muchos de ellos han abandonado el plano terrenal, para volver a los brazos de la reencarnación. ¡¿Por qué no cierras los ojos y me dejas ser inmortal?!". Expresó con agravio el joven.

"Es gracioso lo que dices. Mí vida no se extingue, más la luz de aquellos que persiguen la inmortalidad, sí lo hacen". Dijo el viejo mientras reía ruidosamente.

"No sé cómo tienes ele estado de ánimo para reír, viejo. Si no fuera por mí entrenamiento, incluso maldeciría llevar está armadura de la cual estoy orgulloso". Expresó dudoso.

"Meh, que te jodan". Finalizó el joven, dejando las cubetas y yendose.

El canoso hombre observó su retirada, mientras agarraba su cuenco para obtener un sorbo de agua.

Pero al ver el agua, vio una peculiaridad en la misma: Está producía ondas ante su agarre.

'Que extraño, el karma se cierne sobre mí destino... Es abrumador'.

"De hecho, serás el último". Susurró.

...

Las nubes del misterio se situaban sobre la montaña. Un suceso extraño estaba aconteciendo.

La figura del joven ya había desaparecido con el tiempo, más aún había dos figuras en la montaña. El viejo hombre aún se encontraba bebiendo de su cuenco de agua, pero al otro extremo de la montaña, frente a un barranco sin fin, una figura observaba el abismo.

Lo extraordinario fue que las figuras no eran similares, sino idénticas. El viejo hombre se hallaba en dos lugares diferentes, una aprisionado y el otro libre...

En el abismo no se hallaba otro color más allá de la oscuridad. Era tenebroso y no tenía fin, como la Gruta de un demonio.

El hombre lo observaba mientras contemplaba las fuerzas naturales que lo aquejaban. Luego de una reflexión, finalmente saltó en dirección del abismo.

El viento golpeó su rostro y la oscuridad se acercaba... Pero con un leve movimiento de su dedo índice, una grieta se abrió en el espacio. Grieta por la cual entró.

El espacio circundante había sido intercambiado. Ya no existía a la vista naturaleza, sólo la fría nada.

Lugar que no era hogar para nadie, en realidad existía vida... Vida maldita.

Innumerables bestias extrañas se acercaron al hombre, con la intención de devorarlo; Pero él blandió incansablemente una espada de energía, mutilando y decapitando a cada criatura que se le acercara.

Luego de un tiempo desconocido, aterrizó finalmente en un mundo distinto. La energía era delgada y la edad del mundo era limitada.

Sus antiguas arrugas habían desaparecido, intercambiadas por una piel joven y saludable.

"No sabía que existían reinos inferiores aún en la era actual". Fueron las primeras palabras del hombre.

Observó sobre él, donde se encontraba una energía gris tumultuosa. Está bajo el efecto del aterrizaje, se movió incansablemente.

"De hecho, el método más efectivo".

Rápidamente libero su sentido divino, que se extendía por todos los terrenos que componían al mundo.

Intuitivamente sintió en el corazón que era una acción incorrecta. Por ello tomó las riendas del destino.

Con un zapateo tranquilo en el aire, se encontraba sobre las nubes. Cabalgó sobre ellas, en una caminata tranquila y lenta, pero rápidamente cubrió la distancia de un continente.

Finalmente descendió sobre terrenos nuevos. Sus antiguas prendas andrajosas habían sido despedidas e intercambiadas por unas nuevas.

Observó por un momento la sociedad que se había construido en un sitio tan primitivo.

Aunque racionalmente lo había catalogado de tal manera, sus acciones no eran propias de llamarse 'sofisticadas'. Debido a que se aventuró en aguas tormentosas, probando únicamente la capacidad de su cuerpo.

Aunque el clima no era uno tormentoso, la tempestad se presentaba en estas aguas. La corriente era violenta y las olas gigantes, capaz de ahogar a cualquier embarcación.

Pero un solo hombre se hundía en ellas, y luchaba ferozmente contra las corrientes. Cómo si el mar fuera propio de consciencia, dirigía impacablemente sus esfuerzos sobre sólo un individuo.

Pero rápidamente se decidió al ganador. Victoriosamente salía un hombre sobre unas costas diferentes.

Sus prendas no estaban mojadas, pero su cabello y barba eran diferentes. Sus canas habían desaparecido con la corriente perdedora.

Viajo a pie por cinco días, sin beber ni comer nada. Finalmente frente a él, se presentaron murallas desgastadas.

Las murallas contaban una historia por sí solas. Altas y antiguas por igual, pilares que soportaron una civilización.

Como un fantasma, el individuo se escabulló sin levantar sospecha alguna. Pasó desapercibido hasta la zona central de la ciudad.

Donde rápidamente se coló al palacio. En este, se encontraban varios funcionarios y en el centro el trono, sobre él un anciano.

'El Padre de un fénix, naturalmente tendrá el aura de un dragón'. Pensó

Finalmente reveló su posición, para decir:

"Señor, me llamó Amagatzu y debe entregarme a su hija en matrimonio". Dijo...

"..."