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Chapter 6 - LA SALVADORA

Unos días antes, Rebecca se encontraba en su oficina revisando algunos documentos que debía entregar. Vetter la estaba volviendo loca con todas las quejas sobre su trabajo. Parecía que buscaba hasta el más mínimo detalle para criticarla y hacerla enfadar, pero ella hacia lo que podía para controlarse porque sabía que él lo hacía apropósito para que renunciara, pero no le daría el gusto. Un toque se escuchó sobre la puerta y esta se abrió.

– ¡Ha llegado el día amiga! –exclamó Marisa con emoción al ingresar en la oficina.

Rebecca quitó la mirada de los documentos que estaba revisando para observar a la chica que entraba de manera alegre. Le sonrió levantándose de su asiento para luego acercarse a abrazarla. Marisa le devolvió el abrazo con alegría. Hacía tiempo que no se veían, ya que la mansión de Luciano donde Rebecca había estado viviendo, quedaba realmente lejos y les era difícil encontrarse. Además, Marisa había dedicado sus días libres a un proyecto personal, por lo que no había podido ni siquiera ayudar a Rebecca a mudarse, pero esperaba que ahora que ella vivía cerca del campus, todo fuese distinto.

– Vengo a invitarte a la inauguración de mi bar y no acepto un no por respuesta –amenazó Marisa apenas se liberaron del abrazo. Rebecca dio un ligero suspiro, pero aceptó sonriendo.

– Claro que sí. Sabes que estaré ahí para ti –le aseguró.

Rebecca no era muy dada a los bares, discotecas y fiestas en general, era más una chica de libros y estudios. Marisa lo sabía muy bien, por eso no solía invitarla a esos lugares, pero esta vez era diferente, se trataba de su propio local y quería que su amiga estuviese ahí con ella. Rebecca sabía lo importante que era este bar para Marisa. Había estado trabajando muy duro para tener su propio negocio y ya no depender de su familia. Estaba cansada que todos la vieran como la niña mimada de papá que nada sabía hacer y quería demostrar que era diferente, que ella podía lograr todo lo que se proponía. Rebecca se sentía muy orgullosa de su amiga, así que aunque no solía asistir a bares, estaba comprometida en apoyarla.

Cuando llegó el viernes, estaba lista para la gran inauguración, Rebecca se vistió con un hermoso vestido negro de lentejuelas y un par de tacones altos que hacían juego. Había prometido a Marisa llegar unas horas antes de que iniciara todo para ayudarla con los preparativos, así que salió temprano de su casa y se subió en su auto rumbo a aquella fiesta donde esperaba pasarla bien. Necesitaba un descanso de todo el estrés que sentía y esta sería una gran oportunidad para olvidarse de todo y simplemente, divertirse.

Mientras iba camino a la fiesta, algo llamó su atención. Escuchó disparos cerca de donde estaba. Eran muchos de ellos, parecía una guerra. Supo de inmediato de qué se trataba, era la mafia enfrentándose una vez más. Rebecca los odiaba, había perdido a sus padres biológicos en uno de esos tiroteos por el control de la ciudad y algo le decía que en la misteriosa muerte de sus padres adoptivos, también estaba la mafia implicada. Definitivamente no había tenido buenas experiencias con ellos y para su desgracia, la ciudad donde vivía estaba llena de familias mafiosas que se la pasaban peleando.

Quiso alejarse del lugar antes de terminar en medio de la batalla campal que amenazaba con llegar hasta donde ella se encontraba. Sabía que era peligroso y que si se quedaba, podía acabar como sus padres, pero antes de poder huir, vio en la distancia a un chico que corría desesperado hacia una calle y luego era acorralado por un grupo de matones que aparecieron de la nada. Lo estaban esperando. Aquella escena la enfureció. No pensó, solo actuó. Pisó el acelerador dirigiéndose hasta aquella calle para llevarse por delante a varios de los tipos armados que ahí se encontraban. Su objetivo era rescatar a aquel joven indefenso antes que se convirtiera en una víctima más de la mafia.

– Sube –le gritó en cuanto se estacionó frente a él.

Luciano no necesitó pensarlo dos veces. Se subió a toda prisa a aquel vehículo mientras la joven pisaba el acelerador y escapaba a toda velocidad. Se escucharon los disparos golpear el auto en incontables ocasiones. El chico permanecía oculto en el piso del copiloto al tiempo en que Rebecca maniobraba ágilmente aquel automóvil intentando escapar. Iba tan rápido como la maquina se lo permitía. Su mente estaba en blanco y solo reaccionaba por instinto. Pasaron varios minutos entre disparos hasta que lograron alejarse lo suficiente para que el silencio volviese a aparecer. Ninguno de ellos sabía en dónde estaban, pues Rebecca había conducido solo pensando en escapar, así que apenas logró ver un sitio que le pareció seguro, se estacionó para tomar un poco de aire.

– Gracias –exclamó Luciano a su salvadora en cuanto todo se calmó.

Rebecca solo asintió. Respiraba agitadamente. Sentía su corazón saltar en su pecho casi a punto de salirse. Permanecieron unos minutos en silencio mientras ambos se recuperaban de aquel susto.

En ese momento parecía que todo había salido bien, pero cuando Rebecca huyó a toda velocidad de la escena, los matones se habían fijado muy bien en su auto y habían tomado nota de la matrícula para hacerlo saber a sus superiores. Rebecca siempre intentó evitar a la mafia, pero ahora, gracias a su alocada decisión, había quedado fichada para ellos. Era una persona de interés.

Rebecca volteó a ver al joven junto a ella. El chico tenía el rostro completamente cubierto de sangre y suciedad, por lo que no podía ver realmente cómo era, solo sus ojos estaban expuestos para ella. Eran unos hermosos ojos marrones. Rebecca sonrió al verlos.

– Necesito agradecerte de alguna manera –explicó su inesperado copiloto con voz suave y dulce.

– No te preocupes, no tienes que hacerlo –respondió ella sin dejar de mirar a los ojos de ese hombre. Estaba completamente hipnotizada con su mirada.

– Debo hacerlo. Salvaste mi vida –insistió. Rebecca solo sonrió aun cautivada por su mirada– Debes dejarme darte algo a cambio ¿Qué quieres? ¿Dinero? ¿Poder? ¿Quizás que me encargue de alguien que te está molestando? –preguntó arqueando una ceja y mostrando una sonrisa. Ella negó con la cabeza– cualquier cosa que quieras te la daré –le aseguró

– No es necesario –insistió ella.

– Bueno, pero me gustaría darte algo a cambio por lo que hiciste, pero ya que no quieres ni dinero ni nada de esas cosas, que tal si… me ofrezco yo… ¿No me quieres a mí como recompensa? –propuso levantando una ceja de forma pícara.

Rebecca se sorprendió por aquella propuesta y se mordió el labio ante los pensamientos que llegaron a su cabeza. Su corazón comenzó a latir fuertemente. Sentía unas ganas tremendas de decirle que sí. No conocía a ese hombre, pero ya sentía que había caído ante aquella profunda mirada que la descontrolaba. Separó los labios para hablar, pero en ese momento se vio interrumpida por el repicar de su teléfono. El sonido la hizo salir de su trance.

– Hola –respondió la llamada aun entre la confusión de su mente.

– ¿En dónde estás? –preguntó Marisa alterada.

Con todo lo que había pasado se había olvidado por completo de la fiesta a la que se dirigía. Le explicó a su amiga que había tenido un pequeño contratiempo, pero que pronto llegaría al bar. Guardó su teléfono y le dijo a su copiloto que debía irse, pero este insistió una vez más en que quería darle algo como agradecimiento. Ella lo rechazó.

– Puedo al menos saber tu nombre –pidió el chico.

– Ana –se limitó a decir.

Rebecca sabía muy bien que si aquel hombre se encontraba en esa situación era porque probablemente no andaba en buenos pasos. Ella no quería enredarse con la mafia, ya había tenido suficientes problemas para ir por ese camino, así que decidió mentir. Rebecca se despidió y arrancó el auto en cuanto el chico se bajó. Este se quedó observando cómo se alejaba el vehículo. Luciano repitió el nombre de aquella hermosa joven como intentando grabarlo en su mente. Había quedado prendado de ella. Era atrevida y valiente. Nada parecida a las otras mujeres que había conocido. Además, era la más hermosa que había visto en su vida. Sin duda necesitaba volver a ver a esa mujer.