Desperté con el aroma de mi postre preferido en mi nariz, mi cuerpo adolorido y con un ardor instalado entre mis piernas. Confusa me incorporé y eché un vistazo a mis alrededores.
¿Dónde estoy?
Lentamente y a la suave luz de la luna reconocí el lugar donde estaba.
¿Por qué estoy aún en el departamento?
Mi mente se quedó en blanco durante un segundo y entonces los recuerdos de la tarde anterior destellaron en mi mente. Mi piel se calentó y sentí la sangre correr a mi rostro y orejas. Vergüenza y pánico estallaron en mi mente.
Apreté los ojos.
…No puede ser verdad. No, no puede... Traté de tranquilizarme y analizar tranquilamente la evidencia real.
Me senté sobre el mullido sofá y algo cálido y suave cayó en mi regazo. Contemplé la chaqueta masculina cubriéndome. Parpadeé.
…Esto, simplemente no cuenta… Me consolé, pensando en que podía haberme cubierto luego de sentirme mal. Sí, eso era.
Suspiré y fruncí el ceño. Deslicé mi mano debajo de mi polo azul y encontré mis senos desnudos, adoloridos e hinchados. El rojo ascendió un par de pulgadas cuando imágenes de sus labios y dientes sobre ellos se deslizaron en mi mente.
Tapé mi rostro avergonzada.
¡Mierda! ¿De verdad me acosté con el hombre que no solo es mi jefe sino también mi tutor?
… ¡Tierra trágame! … Quise esconderme en un bunker y tan solo tirar la llave. Por suerte, Gray no estaba por ningún lugar cuando desperté, aunque supuse que andaba cerca porque descubrí sus cosas aun sobre su escritorio.
¿Debería huir ahora que puedo o esperar y disculparme? ¿Cómo demonios voy a mirarlo a la cara de ahora en adelante?
Desordené mi cabello y froté mi nuca.
Auch.
¿Qué fue eso?
Otro recuerdo llegó inmisericorde. Sus dientes mordiendo y rompiendo la piel de mi nuca, su lengua danzando sobre esta.
¿Me marcó? ¿Por qué me marcaría? Mi mente se quedó en blanco durante un segundo y entonces…
…Eres una omega… esas tres simples palabras trastornaron todo mi mundo.
Sentí como la tierra se estremeció bajo mis pies y todo pensamiento racional huyó bien lejos de mí. Me precipité sobre mis cosas y hui lejos del departamento. Llamé al chofer de la Familia en mi camino a la salida.
Diez minutos después me acurrucaba contra una esquina del asiento trasero del auto. Agradecí la presencia de la pantalla divisoria entre el asiento del conductor y el de los pasajeros.
Me sentía deprimida, confundida y muy, muy avergonzada.
Mi nariz registró un delicioso aroma a chocolate con wiski e inhalé profundamente, parpadeé y noté el objeto entre mis manos.
… ¿Hmp? No puede ser, me lleve la chaqueta en mi confusión…
Torcí los labios irónica.
…No creo que puedan empeorar más las cosas ahora… Suspiré y me rendí a la tentación, enterré la nariz en la tela e inhalé, encontrando por alguna razón confort y tranquilidad en el aroma.
¿Es porque es un alpha y yo una omega? ¿o será porque me marco? ¿Qué significa que me marcara? Y… ¿realmente soy una omega?
A cada segundo mi mente se tranquilizaba y nuevas dudas surgían.
Y si soy una omega, ¿Por qué me criaron como una beta?
Masajeé mis sienes adoloridas. Demasiadas preguntas ahora mismo.
—Al final, solo ellos pueden responder mis preguntas— Murmuré para mí misma.
El auto se detuvo y despabilé a la vida. Salí de este y entre a la mansión, aun aferrada a la dichosa chaqueta. Ahora mismo, siento que lo único que me mantiene tranquila es este aroma. Así que vamos a aferrarnos un poco más a él.
El antiguo reloj de abuelo al pie de la escalera tocó las doce en punto justo cuando la puerta se cerró a mis espaldas.
Tragué saliva, me había pasado sobradamente mi toque de queda. A pesar de tener veinte años ya, aun debía llegar a casa a las diez y media como más tarde. Sacudí la cabeza, por ahora concentremos en llegar a mi habitación, tomar un baño y tratar de dormir algo. Mañana ocuparía el día en despejar todas mis dudas y en disculparme.
O al menos eso pensaba, es gracioso como la vida se empeña en llevarte la contraria, porque cuando por fin entre a mi dormitorio, encontré a un muy molesto Rhys caminando de un extremo a otro de la habitación.
Cerré la puerta y Rhys se volvió, camino en mi dirección y habló.
—Don…— dejó la palabra sin completar y aspiró profundamente. Desvié la mirada avergonzada, sabiendo muy bien a que olía.
Olía a celo, sexo y alpha.
Su rostro se oscureció y una expresión demoníaca retorció sus facciones. Sentí un escalofrío de miedo erizar mi piel, tragué saliva y sin pensar di un paso atrás.
—¿Qué has hecho? — su voz era siniestra.
Di otro paso atrás y choqué contra la puerta a mis espaldas. Mi corazón latió en pánico, no sabía por qué estaba tan segura, pero mi instinto estaba levantando banderas de peligro a diestro y siniestro.
—Te hice una pregunta, ¿Qué demonios has hecho?
—Yo…
Lanzó un puñetazo en mi dirección y mis ojos se abrieron. Mi oreja ardió por un segundo y la madera chilló a mis espaldas. El puñetazo había rozado de refilón mi oreja sin embargo fue la puerta quien sufrió todos los daños.
—Mejor cállate. — gruñó acorralándome contra está —Es bastante obvio lo que hiciste.
—Pero…
Un plaff hizo eco en el silencio de la noche y mi mejilla ardió de dolor. Lágrimas colgaron desde las esquinas de mis ojos. Sujeté mi mejilla y contemplé temblando al desconocido ante mí.
Este no podía ser Rhys. Mi hermano mayor siempre había sido amoroso y cariñoso conmigo, atento y permisivo. Esperaba esto de mis padres adoptivos, pero no de Rhys.
Agarró un puñado de mi cabello en su puño y dobló sin cuidado mi cuello, gemí de dolor. Él me ignoró, toda su atención estaba centrada en mi nuca. La atmósfera se enfrió peligrosamente antes de que mi cabeza fuera lanzada contra la puerta.
—Auch. — Me quejé de dolor, mi visión parpadeó durante un segundo.
Traté de alejarme en ese momento, pero Rhys sujetó dolorosamente mi barbilla y clavó una desagradable mirada en mí.
—¿Fue Gray? ¿verdad? Ese maldito bastardo te marcó. Realmente se atrevió a marcar lo que me pertenecía.
Me miró con odio no disimulado y siguió escupiendo veneno a diestro y siniestro.
—Eres completamente inútil ahora. No me sirves de nada en absoluto, ¿Tienes idea de cuánto costó comprarte? — Chasqueó la lengua malvadamente.
—¿Q-qué? — Tartamudeé.
¿Comprar? ¿a quién? ¿a mí?
—¿No me crees? — Se río a carcajadas —¿Por qué otra razón mi clan adoptaría a una inútil como tú si no fuera por tu valor como omega?
Sacudí la cabeza en negación. Esto no podía ser, no podía estar pasando. Mi pecho se apretó con dolor.
Ellos… ¿me compraron?
—¿Qué es lo único que nos falta a los Redfield para enfrentarnos en igualdad de condiciones con los otros grandes clanes? Lo sabes, ¿verdad? Sí, sí que lo sabes. Demuéstrame esa inteligencia que tan cuidadosamente nos encargamos de cultivar.
Lo miré en silencio. Mi lengua había dejado de funcionar en los últimos tres minutos.
—Respóndeme. — Ordenó, su voz descendió peligrosamente y dió un paso en mi dirección.
—Un a-alpha.
Una sonrisa oscura y peligrosa tiró de los labios de Rhys.
—¡Eureka! ¡Aprobada! — Aplaudió sarcástico. —Ese era tu valor. Tu único valor en realidad. Servir como una preciada y valiosa yegua de cría para la familia y darme herederos alphas.
Sus palabras despertaron en mí los recuerdos de muchos años. Sus palabras destellaron y lo que en un pasado me pareció afecto y cariño, adquirió toda una nueva y oscura connotación en la actualidad.
…Mi tesoro…mi preciosa…mi adorada…
—Pero todo es inútil ahora, tantos años perdidos y una inversión completamente arruinada.
No me podía mover. Mi cuerpo parecía petrificado de la impresión.
—Ah. — Suspiró. —Al menos ya no tendré que actuar y fingir ser un hermano mayor dedicado. Es un dolor, pero tendremos que buscar a otra omega para reemplazarte.
Una luz siniestra llenó sus ojos.
—Y en cuanto a ti, supongo que bien podría usarte como juguete hasta romperte.
Sus palabras fueron un buen detonante. Mi cuerpo volvió instintivamente a la vida, mi cerebro transmitiendo órdenes a trocha y mocha. Así que cuando Rhys comenzó a alcanzarme, lancé mi mochila cargada de libros y el portátil en su cara. Se tambaleó hacia atrás y soltó una maldición. Aproveché ese momento para huir del dormitorio.
Corrí y casi llegaba a la puerta principal cuando un puño se cerró en mi cuello y apretó, cortándome un poco la respiración.
—¿Dónde crees que vas querida? Aún tengo que cobrarme los miles que gasté en ti. Es lo justo, ¿no crees? — Susurró en mi oído.
Sentí algo despertar en mi interior, como una vieja radio buscando sintonizar con la frecuencia correcta, el dial giró varias veces en mi alma, al instante sentí que hacía conexión con algo más y entraba en resonancia.
Una extraña sensación me llenó, sentí el poder hincharse en mi interior buscando una vía de salida y un propósito. Volteé y clavé una mirada en mi antiguo hermano mayor. Mi garganta estaba constreñida por su puño así que solo el más leve susurro salió de mi boca.
—Suéltame. — Fue solo una palabra, pero el poder rodó con ellas, quemándome la lengua y arrancándome un gemido dolorido.
Rhys abrió los ojos conmocionado y me soltó. No entendía que pasó o el por qué me obedeció, lo único que me importaba era escapar. Antes de que sea lo que pasó dejará de funcionar y me atrapará otra vez.
Escape sin mirar atrás.
Cuando salí al exterior descubrí que una fría y ligera lluvia caía empapando al mundo, ignoré la molestia de caminar bajo el agua y comencé a caminar.
La situación era bastante deprimente. No sabía adónde ir. No tenía dinero. Ni amigos cercanos. Ni familiares. Ahora lo veía. El clan se había encargado de mantenerme toda mi vida en una burbuja de cristal y aislada de los lazos que podrían ayudarme a escapar de sus garras. Miré la lista de contactos en mi móvil pulsera y quise llorar porque los únicos contactos en él, eran los de las personas de las que pretendía escapar, Gray entre ellos.
Mis pensamientos se descarrilaron cuando un dulce anhelo creció en mi pecho, mi alma se estremecía en busca de él y mi nariz picó con ganas de sentir otra vez ese delicioso aroma a wiski y chocolate oscuro.
Sacudí la cabeza en negación. Apagué la pantalla del móvil con un toque y suspiré.
Él probablemente me odie ahora mismo.
Por alguna razón ese pensamiento me hizo llorar. Las lágrimas llegaron con fuerzas, quemándome los ojos y confundiéndose con la lluvia. Seguí mi penosa marcha a través de las tierras de la mansión principal del clan Redfield.
Tuve que trepar la verja del portón principal. Rhys debía haber eliminado mis códigos de accesos para detenerme. No me importó en lo más mínimo. Terminé de cruzar y…
Froté mis ojos varias veces, asegurándome de que la persona esperando a un costado era quien yo creía que era.
Gray me miraba fijamente con esos fríos y serios ojos. El agua corría por su cabello y rostro. Estaba completamente empapado. Llevaba una ropa diferente a la que recordaba de esta tarde.
No dijimos nada durante un tiempo. Miré mis zapatos. Estaba cansada y adolorida y lo único que quería hacer era encontrar un lugar seguro.
El primero en romper el silencio fue él al decir.
—Vamos. — Tendió su mano en mi dirección.
Tomé esa mano sin pensarlo demasiado, siguiendo el sentimiento instintivo en mi pecho, ¿debería de desconfiar? Lo más probable, con todo lo sucedido y todas las verdades descubiertas este día. Definitivamente debería de desconfiar, pero algo en mí se revelaba contra hacerlo.
Apretó mi mano y sentí una extraña sensación en el fondo de mi mente. Era un extraño sonido acústico, como ruido de fondo, casi un zumbido. Ladeé la cabeza confundida.
—Vamos. Después te explicaré todo. — Asentí y caminé a su lado. Mi mano seguía fuertemente aprisionada entre la suya.
No intenté huir.
Gray me llevo hasta la estación de metro más cercana y tomamos el último tren hasta uno de los distritos residenciales en la ciudad. Tardamos unos cuarenta y cinco minutos en llegar, cabeceé un poco al principio, sintiéndome soñolienta. Una gran mano cayó suavemente sobre mi cabeza y fui empujada contra un pecho masculino. La ropa bajo mi mejilla estaba mojada pero un agradable calor podía ser percibido a pesar de todo. Inhalé el aroma a chocolate y wiski y me acurruqué. Mi cabello fue lentamente acariciado y me dormí con el sonido confortante del corazón del hombre sosteniéndome en mi oído.