Tardamos al menos diez minutos a pie en llegar a nuestro destino. Me detuve contemplando el edificio, era un edificio de apartamentos de al menos cinco plantas de clase media. Su apariencia de ladrillos rojizos, grandes ventanales de cristal y tejado inclinado a dos aguas le daba un aura industrial de otra época.
Mi respiración salió como humo blanco de entre mis labios y cerré la chaqueta negra con fuerzas sobre mí. Gray me había dejado la que traía puesta en algún momento del viaje, la anterior había quedado abandonada junto a mis cosas en la mansión.
Gray tiró de mi mano y lo seguí en silencio. Pasamos por una garita y él saludó al portero haciendo guardia. El portero intento echarme un vistazo, pero Gray se lo impidió en todo momento hasta que subimos al elevador.
Salimos a un pasillo franqueado por varias puertas en el último piso y nos detuvimos ante la tercera. Gray sacó un llavero de su bolcillo y abrió, entró tirando de mí tras de sí.
La puerta se cerró con un clank a nuestras espaldas.
Miré a todas partes, excepto al hombre de pie ante mí.
La entrada era pequeña, había un pequeño armario con zapatillas de andar a la izquierda. Solamente la entrada tenia suelo de baldosas, el resto, era un hermoso y pulido suelo de madera oscura.
Gray sacó sus zapatos mojados y los dejó al pie del armario. Tomó un par de zapatillas para él y un par ligeramente más pequeños para mí.
—Quítate los zapatos. — Me pasó las zapatillas de andar.
Hice como me dijo y me deslicé dentro de las zapatillas mullidas y cálidas.
—Ven. — Tomó mi mano otra vez y entramos a una sala de estar.
No sé qué esperaba encontrar, pero para ser un hombre que vivía solo y alpha además el apartamento estaba sustancialmente limpio y ordenado.
—¿Esperabas que viviese en una pocilga? — se burló.
Puse una expresión culpable y me pregunté qué tan obvia estaba siendo. Gray suspiró.
—No importa.
Me condujo hasta un pasillo lateral y me colocó delante de una puerta.
—Este es el baño. — Explicó con paciencia.
Lo miré.
—Dijiste que lo explicarías. — Di un paso atrás.
—Y lo haré. — Prometió y abrió la puerta, me empujó al interior —pero ahora mismo hay que entrar en calor primero.
Sus palabras fueron como un balde de agua helada en la cara y al instante me espabilé, por primera vez me resistí.
—Vamos. No te haré nada pervertido. — Murmuró en mi oído y calor quemó mi rostro.
Tragué saliva y negué con la cabeza.
—Meg. —Me estremecí, ¿Cuánto poder puede tener este hombre sobre mí? —tus labios están azules y tus dientes castañeando.
Y como broche de oro.
—Obedéceme esta vez. — Mi cuerpo se aflojó bajo el influjo de sus palabras y reluctantemente asentí.
Gray sonrió por primera vez y todo su rostro se transformó. Mi corazón palpitó y mi mandíbula se aflojó debido a la conmoción.
Gray era naturalmente bello como todos los alphas son, pero era una belleza fría y distante. Sin embargo, cuando Gray sonrió sus ojos grises se iluminaron desde adentro y todo su rostro se convirtió en el de un dios.
—¿Qué pasa? — Preguntó inocentemente.
Parpadeé y fruncí el ceño ante el sentimiento territorial que se levantó como una ola desde el fondo de mi mente.
—No le sonrías a nadie más. — ¿De dónde saqué el valor para hacerle demandas?
Su sonrisa creció y sus ojos quemaron.
—De acuerdo.
¿Y por qué demonios estás de acuerdo?
Dio un paso adelante y yo di uno atrás. Gray cerró el baño y comenzó a desvestirse.
—¿Qué haces?
—¿Hmp? Este es el único baño y yo también estoy empapado, ¿o quieres que me enferme?
Bueno. Cuando lo plantea de esa forma supongo que tiene razón. Sacó el suéter por encima de su cabeza revelando un pecho perfectamente cincelado y un abdomen exquisitamente definidos. Mis ojos se quedaron pegados, podía sentir su mirada caliente sobre mí.
Gray tenia manos de pianista, elegantes y de dedos finos y delgados, pero aun así masculinas.
Sus manos se desplazaron hasta el cinturón y cuando abría el botón de sus pantalones volví a la vida. Desvié la vista avergonzada, mi rostro y orejas quemando.
Giré sobre mis talones y me concentré en la cabina de ducha. Escuché una carcajada a mis espaldas, pero lo ignoré.
—Desvístete o lo haré yo. — Respiró bajo en mi oído antes de pasar a mi lado.
Entró en la cabina y al instante sentí el chorro de agua caer.
—¿Meg?
—Ya voy. Ya voy. — Tartamudeé y rápidamente me deshice de la ropa mojada. No fue una tarea fácil pues la ropa mojada se aferraba con obstinación a mi piel.
Me cubrí lo mejor que pude con mis manos y entré yo también. Gray me daba la espalda. El agua de la ducha corría por los músculos firmes de su espalda, bajando por sus nalgas bien moldeadas y sus piernas largas. Fue la primera vez que pensé que el trasero de un hombre podía ser masticable.
Gray respiró hondo y se estremeció.
—¡Basta ya, Meg! — Se quejó con voz ronca —estoy tratando de contenerme.
Miró por encima de su hombro y sus calientes ojos grises me deslumbraron como un león a un ciervo.
¿Cómo se dio cuenta? Desvié la mirada avergonzada para nada acostumbrada a este tipo de situación. No soy una mujer conocedora de la vida, más bien todo lo contrario, fui criada para mantenerme pura y casta hasta mi boda o pensándolo mejor, hasta que Rhys decidiera recoger su premio.
Mi piel se erizó con asco y por primera vez en ese día agradecí la torpeza de mi compañera.
Una mano tiró de mí, sacándome de mis pensamientos. Parpadeé y traté de huir cuando el cuerpo desnudo de Gray se pegó como una segunda piel a mí. Podía sentir gráficamente la erección pujando contra mi abdomen.
—¿Gray? — Me quejé, viendo su rostro borroso, el agua caía sobre mi rostro emborronando mi visión.
Sentí una mordida en mi oreja y…
—No me llames así. — Ordenó enojado.
Aparté el rostro del chorro de agua y lo miré.
—¿Cómo te llamó entonces? — Pregunte tímida.
—Por mi nombre. Llámame Joshua o Josh, pero no por mi apellido, ¿está claro?
Asentí. Josh apoyó su frente contra la mía y permanecimos un rato bajo el agua cálida de la ducha. Diez minutos después el agua comenzó a enfriarse.
Josh cerró la ducha y salió de la cabina. Volvió con un par de toallas, una envuelta alrededor de sus delgadas caderas, gotitas de agua corrían por su piel provenientes de su cabello aún húmedo.
—Toma. — Dejo una de las toallas en mis manos, me sequé rápidamente y envolví el cuerpo con esta. Salí de la cabina y caí entre las manos del hombre.
Joshua me cargó sin previo aviso y me sentó sobre el mostrador de madera.
Lo miré conmocionada.
—¿Q-qué haces? — Josh sonrió con esa sonrisa de cien voltios dejándome momentáneamente aturdida.
Cuando reaccioné, él secaba mi cabello con una toalla adicional fácilmente instalado entre mis rodillas abiertas. Ese aroma delicioso a chocolate y wiski llenaba mis fosas nasales sosegándome y drogándome.
Traté de apartar la cabeza.
—Yo lo hago.
—No. — Negó mi petición y siguió frotando mi cabello a gusto y conciencia.
Comenzaba a impacientarme cuando por fin se detuvo. Bajé al suelo con su ayuda, apesta ser tan enano. Josh salió y al cabo de unos minutos regresó, vistiendo unos pantalones deportivos negros y una sudadera de mangas largas negras.
—Ponte esto. — Me tendió una camisa de mangas largas blanca.
Y como no tenía nada mejor que ponerme y tampoco me atraía pasar lo que quedaba de noche envuelta en una toalla, acepté.
—Date la vuelta.
Una sonrisa irónica tiró de las comisuras de sus labios, pero accedió. Me cambié rápidamente y toqué su espalda.
Después de eso volvimos al living y de ahí a una cocina-comedor.
—¿Tienes hambre?
—No. — Mi estómago gruñó, desmintiendo mis palabras.
Entrecerró los ojos sobre mí.
—¿Cuál fue tu última comida?
—Almuerzo.
—Lo imaginé.
Me senté en la barra y observé al usualmente frio doctor en Historia Mundial desenvolverse en la cocina. Rápidamente preparó dos tazas de chocolate caliente y un plato de sándwiches de queso y jamón.
—Come. — Dejó una taza delante de mí y colocó el plato entre los dos. Tomó asiento a mi lado y comenzó a comer.
El olor amargo dulzón del chocolate invadió mi nariz y no me pude resistir. Devoré la comida ante mí y bebí con placer mi bebida preferida. Terminamos de comer y Josh recogió y limpio todo.
—¿Cuándo lo explicarás?
Josh me miró.
—Ahora. — Dijo y se dio la vuelta.
Entendí que debía seguirlo y eso hice. Titubeé ante la puerta abierta de un dormitorio, Josh se recostó en la gran cama y me hizo señas para acercarme.
—¿Por qué estás actuando tan tímida ahora?
—Yo…— Carraspeé. Mi mente por fin estaba llegando a su límite en cuanto a experiencias nuevas. Y dormir en la cama de un hombre definitivamente cuenta como una.
—Quieres saber, ¿no? Entonces ven. — Palmeó la cama a su lado.
Le dirigí una mala mirada, pero obedecí.
Subí a la cama y gateé hasta él.
—Habla ahora, ¿Qué me sucedió hoy? ¿Qué fue todo eso? ¿Cómo es que nunca supe que era una omega? Y ¿Qué significa que me marcarás?
—Tantas preguntas, tan impaciente. — Suspiró.
Lo miré oscuramente.
—Imagino que tu familia adoptiva reprimió tu verdadera naturaleza con drogas.
¿Mi medicación? ¿No que era para mí enfermedad? ¿Siquiera estoy enferma en realidad?
—¿Por qué necesitarían hacer eso?
—Porque tu verdadero yo hubiese atraído a todos los alphas a una milla a tu alrededor, como una flor a las abejas. El aroma de los omegas está cargado de potentes feromonas y es increíblemente adictivo, ni siquiera los betas se salvan de su influencia.
Ladeé la cabeza pensativa.
—¿A qué huelo? — pregunté con curiosidad.
Su mano me alcanzó y deslizó un mecho castaño de mi cabello entre sus dedos. Acercó mi cabello a su nariz e inhaló.
—Vainilla y canela—. Sus ojos se calentaron y una sonrisa tiró de sus labios—. Hueles como mi postre favorito.
Volteé el rostro en su dirección.
—Tú también—. Inhalé el aroma a chocolate y wiski que segundo a segundo se espesaba a mi alrededor— ¿Por qué hueles a mi postre favorito?
Estaba perpleja por esto. Josh encogió los hombros.
—Supongo que porque somos compatibles. — Murmuró, su rostro se acercó, sus ojos, hipnóticas piscinas de humo.
Parpadeé y me alejé, despejando mi mente.
—No me distraigas y termina de explicar. — Hice un puchero.
Sus ojos grises se clavaron en mis labios y una expresión hambrienta lleno sus irises. Dejé de hacer pucheros al instante y una penetrante mirada después Josh continuo con su explicación.
—Dejaste de tomar la droga, ¿verdad?
—Perdí la dosis de la tarde anterior.
Joshua desordenó su cabello.
—Con una sola dosis que dejarás de tomar era suficiente, el efecto de la droga desaparecería en menos de media hora y tu celo reprimido sobrevendría.
Evité los recuerdos ligados a la palabra ''celo'' con decisión y seguí escuchando.
—El primer celo de un omega es especial.
—¿Por qué? ¿Y cómo es que sabes tanto?
—No me mires así, tengo un padre y un hermano menor omega, es normal que este bien informado. — Abrí los ojos sorprendida.
Demasiado sorprendida para evitarlo, escupí como una total idiota.
—¿Tienes familia?
Una mirada irónica brillo en sus ojos.
—De debajo de una roca con toda seguridad que no salí. —Se burló, pero notando mi expresión avergonzada rápidamente se apiado de mí.
—El primer celo de un omega es a los dieciocho y durante este, el omega se atará a su primera pareja. —continuó con la explicación.
Levanté la cabeza y acaricié la marca a medio sanar en mi nuca.
—Entonces, ¿tú eres…? — no terminé la frase.
Sus ojos me miraron con atención y asintió lentamente.
—Cuando estábamos en el departamento, ¿recuerdas sentir unas ansias incontrolables porque te mordiera?
Asentí con las mejillas quemando. Lo había necesitado desesperadamente, no había estado segura de que necesitaba en ese momento, pero era una comezón ansiosa en mi nuca. Mi piel palideció cuando recordé las palabras de Rhys.
—¿Es posible que pase si la pareja es un beta?
Josh entrecerró lo ojos, su rostro perdió todo rastro de emoción y sentí su molestia.
—Sí. Un omega sin marcar es susceptible tanto a alphas como betas, aunque un vínculo verdadero solo puede forjarse entre un alpha y su omega. — frialdad goteó de su voz.
No sé de donde me vino el coraje, pero pellizqué su nariz y dije.
—Ya basta.
Creo que había sido lo suficientemente intimidada por el día de hoy.
Joshua parpadeó y suspiró.
—Él dijo que me había vuelto inútil para sus planes. — Recordé en voz alta.
Enfrente al alpha ante mí.
—¿Qué quiso decir con eso?
Josh tiró de su cabello y explicó.
—Un omega marcado solo es fértil con su pareja.
Eso explicaba muchas cosas, los Redfield estaban desesperados por un alpha, pero solo existían dos vías para que un alpha nazca. En primer lugar, que ambos padres sean alphas y en segundo que uno de los padres sea un omega.
Mi mente hizo clic y una verdad que pasé por alto se puso a la vanguardia de mis pensamientos, entonces… La única persona con quien puedo tener hijos es con Joshua, ¿verdad?
Y hablando de hijos, trate de recordar si habíamos usado protección, pero mi mente se quedó en blanco. Había tenido mi período hacia una semana, pero aun así respiré hondo y pregunté.
—Nosotros, ¿usamos protección?
Joshua soltó un "Hum" y lo tomé como que lo había hecho. Suspiré aliviada, no es que no quiera tener hijos, pero aun así era muy pronto. Todo en mi vida había cambiado de la noche a la mañana, no solo había adquirido una pareja, sino que también había descubierto un par de cosas inquietantes sobre mi misma y las personas a mi alrededor.
Perdón si necesitaba de un poco de tiempo para aclimatarme.
—Cuando Rhys me atacó en la salida, algo extraño sucedió, él…obedeció mi orden y me dejo ir, ¿sabes algo acerca de eso? — recordé la otra duda en mi corazón.
Joshua soltó un suspiró antes de negar.
—Suficiente por hoy.
—Pero…
—Meg, es suficiente por hoy, necesitas dormir y yo también.
Tiró de mí y caí sobre su costado, mi cabeza sobre su pecho cálido. Joshua deslizó una manta por encima de los dos. Sus brazos me rodearon y me quede rígida a su lado, mi corazón bombeando con prisa nerviosa.
—Duerme ahora, Meg— sus palabras y aroma me envolvieron antes de que mis párpados comenzarán a pesar. Aguanté un par de minutos más, pero al final me dormí.