—¿Y cómo te fue? —Me preguntó Ángel.
Estábamos sentados en la sala del televisor. Veíamos una película en blanco y negro, de la época dorada del cine mexicano. María Félix aparecía allí.
—Muy bien. Fuimos a comer tacos cerca de aquí, visité la casa de Román y platicamos. Más que nada eso, platicamos un buen rato. Después de todo, Román me vino a dejar hasta acá, justo donde me recogió. En la puerta principal de esta casa. Luisa se sorprendió. Ella pensaba que él era un delincuente o algo así. ¡Le causaba desconfianza!
—¿Y dónde vive?
Por dentro, no pude evitar carcajearme de risa. Primero Román me cuestionaba. Ahora era el turno de Ángel en su faceta de inspector. ¡Los dos tenían algo en común!
—Mmmmm no recuerdo el nombre del lugar. Creo que cerca de Cholula. Alquiló un loft. ¡Es muy amplio y bonito!
Ángel trataba de disfrazar su curiosidad con un toque de indiferencia. Era la primera vez que le veía comportarse así.
—Pues qué bueno que pudo encontrar casa.
—Si. También me puse feliz por él. Me dijo que si quería mudarme.
—¿A su casa?
Sus ojos se abrieron así bien grandes de la sorpresa.
—A su loft.
Sonreí.
—¿Y qué le dijiste?
—Le dije que lo pensaría.
Prefirió dirigir su atención a la televisión. No me dijo nada. Sus manos parecían temblar. ¿Estaría celoso?
—¿No te gusta estar aquí? —Se animo a preguntar.
Parecía que sus preguntas tenían la intención de hacerme saber que él también se preocupaba por mí. ¿Qué tan grande seria su preocupación?
—Me gusta mucho estar aquí contigo. Me has dado muchas cosas que nunca imagine recibir. Tu ayuda, la bondad, tu familia y esa parte tan íntima de ti a la que sueles llamar hogar. ¿Crees que no me sentiría a gusto en un lugar como este? Nunca había recibido cosas como las que compartes conmigo. La idea de Román no es descabellada porque, antes vivíamos juntos. Estaría bien que volviéramos a estar juntos, ¿no crees?
Medito en mi respuesta.
—¿De verdad te piensas mudar?
Se giró a mirarme y me sentí conmovida. Sus ojitos tiernos me confirmaban lo que mi mente sospechaba. ¡Él estaba celoso! Pero ¿por qué?
—Solo estaba bromeando. Tranquilo, me quedare más tiempo contigo.
—¡Uffff! —Parecía más tranquilo de repente.
Sonreí.
—Es cierto que Román me pidió que me mudará con él. Pero le dije que no. Yo estoy en deuda contigo por tantas cosas que haz hecho por mí y te dije que estaría dispuesta a ayudarte. Bueno, aún no termino con mi comisión, así que no esperes que me vaya de aquí. ¡Te estaré dando molestias por algún tiempo!
Su perfil era perfecto. Incluso cuando sonreía, podías ver sus labios bien dibujados y esas pestañas rizadas. ¡Lindo!
—¡No es ninguna molestia! Me gusta ayudarte y realmente me siento a gusto de que estés aquí; puedes quedarte todo el tiempo que desees.
En la escena María Félix empezó a rechazar al hombre que le echaba los perros, es decir, que la pretendía. Ella era de la alta sociedad y el solo era un general revolucionario que no tenía aparentemente nada. María le gritó de cosas. Él iba vestido como un general y ella era la niña rica orgullosa. Soltamos varias carcajadas cuando ella comenzó a jugarle pesado y él también le correspondía muy brusco.
—¿Te gusta la película? —Preguntó mirándome.
—Sí, está un poco chistosa. No es muy común que yo vea películas. En mi antigua habitación no teníamos televisión.
—¿Quieres tener una televisión en tu habitación?
¡Me estaba ofreciendo más cosas! La película aún no terminaba.
—No te preocupes. No es necesario. Que yo ni estoy acostumbrada a ver la tele.
Se sorprendió un poco por mis palabras. Sin decirme algo, tomó el control de la televisión y la apagó.
—Creo que ya es hora de dormir.
Eran las once de la noche.
—Si. Ya es un poco tarde.
La forma en que me miraba me hacía sentir en paz.
—¡Gracias por estar conmigo!
Él me estaba dando las gracias y eso me sorprendió. ¿Un hombre rico agradeciéndole a una prostituta?
—No me agradezcas. No tienes por qué agradecer.
Me sonrió.
—Aparentemente soy un hombre millonario que lo tiene todo. Pero eso no es cierto. Estos días que han pasado, realmente han sido muy agradables. Tu compañía me hace sentir bien.
¿Qué estaba pasando? De pronto me sentía de forma chistosa. ¿Realmente dijo eso? Decidí solo limitarme a escucharle, mis emociones comenzaban a revolotear dentro de mí y yo no podía permitirme soportar otro huracán emocional.
—Pues es que de eso se trata una amistad, ¿no? Dos personas que se sienten cómodas y a gusto, gracias a la confianza que ambos se demuestran. ¡Creo que eso somos nosotros! Te entiendo perfectamente porque también me siento a gusto.
Noté un poco de desilusión en su sonrisa. ¿Fue por la palabra amigo? Lo más probable que sí.
—Si. Es verdad...
El silencio comenzó a profundizar entre nosotros. Después de unos segundos me despedí.
—¡Buenas noches Ángel! —Dije y me puse de pie.
No supe que más decirle. Pensé en huir a mi habitación.
—¡Buenas noches Karol! —Su voz se grabó en mi mente.
En mi habitación, corrí directamente a la cama. Me acosté y me puse a escuchar música. Tantos pensamientos e ideas revoloteaban en mi mente. ¡Volví a esa noche!
Estaba corriendo a toda velocidad, mi respiración era agitada y el hombre venía detrás de mí. Llegando a la esquina de la calle. ¿Qué paso? ¿Qué hubiese pasado si Ángel no hubiese aparecido en ese momento? ¿Aquel hombre me habría capturado? ¿Estaría en un nuevo prostíbulo? Si bien, era cierto que las posibilidades eran muchas. La posibilidad ganadora fue la de estar a salvo con un millonario.
Comenzaré a dejar de llamarlo millonario. Después de todo es un hombre de carne y hueso, tiene emociones y eso es lo importante. Las emociones son aquellas cosas que nos hacen brillar como humanos y creo que actualmente les estamos dando menos importancia. ¿Qué hubiese pasado si Ángel no hubiese aparecido? Hubiese pasado lo que tenía que pasar. No nos hubiésemos conocido.
***
—¿Estás lista? —Me preguntó él.
—Si. Podemos irnos si quieres.
Su sonrisa bonita me hizo mover las cejas. Caminamos hasta el vehículo, eran las seis de la tarde y nos dirigíamos a un lugar al que Claudia nos había invitado.
—¿Cómo te fue hoy? —Le pregunté.
Avanzamos hasta la caseta del fraccionamiento. La pluma se alzó y pudimos continuar con nuestro camino.
—Fue un día normal. Terminamos algunos pendientes de un proyecto de construcción y tuve algunas reuniones. Una empresa brasileña quiere que desarrollemos una aplicación para ellos.
—Eso suena muy importante.
Se sonrió.
—Un poco sí. Es solo trabajo. ¿A ti como te fue?
—Pues muy bien. Me la he pasado escribiendo y reescribiendo algo sobre tu libro. Hoy tuve mi primera clase de cocina.
—¡Enserio! ¿Y qué cocinaste?
—Preparé unos huevos con queso y zanahoria.
—¿Omelette?
—Mmmmm. Creo que sí. No recuerdo su nombre, pero sonaba nais.
Su sonrisa.
—¿Sonaba nais?
—Sí. O sea, elegante, de clase. ¡Así como tú!
—¿Yo soy nais?
—Por supuesto. Eres elegante, de clase y guapo.
Se ruborizo. Abrió los ojos con algo se sorpresa.
—¡Tú también eres nais! —Me dijo.
Me reí. Obviamente no era así y yo lo sabía. ¡No me sentía nais!
—Para nada. Yo solo soy una persona común, corriente no, pero común sí.
Reafirme mi postura. Era claro que había una diferencia.
—Yo no creo que eso sea así como dices. Tú eres una chica valiente, sencilla y carismática.
Parecía que esté era el momento para sincerarnos tocante a emociones. ¿Eso pensaba él sobre mí? ¡Vaya!
—Gracias por pensar así de mí. Pero eso no es cierto, no me siento así como dices. Yo creo que solo soy una chica, una simple mujer que está aprendiendo sobre la vida y lo demás.
Me miró rápidamente, solo unos segundos y ese contacto visual me hizo sentir bien. Sonreí. Platicar con él era como un respiro a mis tempestades.
—Creo que eres más que eso. En verdad me sorprende verte y ver qué la mayor parte del tiempo estás sonriendo. Nunca había estado con alguien que fuera tan simple, cálida y muy optimista a pesar de tener un pasado difícil...
—Soy alguien común —le interrumpí.
—Yo también soy común. Todas las personas lo somos, solo que algunas se pasan de arrogantes. Pero al final, todos somos personas que vamos y venimos.
Tenía razón. Todos somos iguales aunque este mundo no quiera admitirlo, por eso somos desastre cuando no logran etiquetarnos a su manera.
—Es verdad, yo...
Mi celular comenzó a sonar. La pantalla se encendió. Era Román. Mi conversación con Ángel se vio interrumpida.
—¡Hola! ¿Cómo estás? —Le pregunté.
Ángel me miraba de reojo, seguía conduciendo.
—Karol. Estoy bien, gracias. Te marcaba por qué necesito darte algo.
—¿Me darás algo?
—Sí, ayer ya no pude dártelo. ¿Quieres que vaya a la casa del millonario?
Román parecía estar muy decidido a marcar la diferencia social con las palabras.
—Qué crees que, no estamos en la casa.
—¿Y dónde están? —Preguntó con tono necesitado.
Sonreí. Había olvidado que Román a veces era muy entrometido.
—¿A dónde vamos exactamente? —Pregunté a Ángel.
—A un bar, por la zona de Cholula. Container —respondió sin dejar de prestar atención a la carretera.
¿Un bar? Lugar para niños ricos.
—Vamos hacía...
—Si. Lo escuché todo. Conozco el lugar.
—¿Cuándo has ido?
—Yo vivía cerca de esta zona antes de trabajar en el prostíbulo.
Me sorprendí.
—No sabía. Pues...
—Te veo en ese lugar.
Y colgó. De forma rápida y sin decir más, él me dejó con el semblante sorprendido.
—¿Román? —Ángel parecía estar necesitado en saber sobre la llamada.
—Sí.
—¿Todo bien?
—Por supuesto. Lo veré en ese lugar que dijiste.
Sus ojos hicieron un gesto curioso y la sonrisa tenue de su rostro desapareció rápidamente. ¡Seguro que él no confiaba del todo en Román!
***
En el lugar al que fuimos todo era ambiente y alcohol. ¿Por qué habían decidido venir a un lugar como esté? A diferencia de un prostíbulo, un bar es el lugar indicado para loquear, emborracharse hasta el fondo y hacer muchas tontearías. Era curioso, un bar seccionado en muchos mini bares. Habían usado remolques de tráiler para convertirlos en el lugar perfecto de todos los universitarios locos. Mucha gente joven estaba bebiendo, bailando, gritando bien alocados y perdidos en risas borrosas. ¡Sentí un poco de pena por ellos! Y no es que me creyera mejor que todos esos chicos, pero ¿qué sentido tenia beber a lo loco y terminar vomitando a los demás; o peor aún, orinados por completo? Mis días de prostituta me habían enseñado que no debía sobrepasar el alcohol para poder divertirme. ¡Eso es lo que yo pensaba mientras caminábamos en Container!
—¿Qué te parece este lugar?
—¡Hay mucha euforia y chicos inmaduros!
Volvió a sonreír. Seguíamos caminando por un pasillo entre tanta gente.
—Si. Vienen muchos universitarios, ya te imaginaras porque se comportan de esa forma.
Nunca fui a la universidad, así que no sé cómo debe de ser un universitario.
—¿Tú solías venir aquí y hacer lo mismo que ellos, cuando estabas en tu época de universidad?
—Pues, verás, no estudie la universidad.
¡Que sorpresa! ¿No estudio la universidad? Teníamos eso en común.
—¿No la estudiaste?
Asintió.
—Resulta que la escuela no siempre es la respuesta para forjarte un futuro prometedor. Así que no, no fui a la universidad, pero si solía venir a este lugar.
Sonreí. Era muy curioso que un hombre como Ángel no hubiese tenido estudios universitarios. ¡Y tenía mucha razón! Al final el futuro depende de ti, no de una escuela o alguna opinión ajena. Yo misma lo confirmaba con mi falta de educación escolar.
—¿Te emborrachabas?
—No. Nunca me he emborrachado. ¿Y tú?
Supongo que él siempre debía mantener su buena compostura.
—Yo tampoco. Aprendí a beber a los quince años. Román me enseñó, me dio consejos y tips. Aunque trabajaba en un prostíbulo, la orden del padrote era que ninguna de nosotras debía perder los sentidos y bueno en mis primeros momentos de cabaret, a mí me tocaba estar en la barra. Ningún hombre podía estar conmigo. Yo solo les servía las bebidas.
—¿Román nunca se emborrachaba?
—Creo que no. Bueno no sé. Nunca lo vi borracho aunque si solía beber de vez en cuando.
Subimos unas escaleras para poder llegar a la segunda planta. Entramos a un lugar con mucho estilo. Había varias mesas ocupadas por la chaviza y la pista de baile estaba un poco abarrotada. El ambiente olía a alcohol y tabaco. En una mesa vi a todos esos chicos que estuvieron en el viaje con nosotros, Claudia, Jacob, Daniela y otros más.
—¡Hey! Pensamos que no iban a venir.
—Tuvimos un retraso, había mucho tráfico.
De eso no me había percatado.
—¡Hola! —Saludé.
Claudia correspondió a mi saludo.
—¡Qué bueno que están aquí! —Dijo ella.
Daniela estaba sentada, tenía un caballito de alcohol en la mano. Me estaba mirando y parecía molesta.
—Pedimos sus bebidas —dijo Jacob.
A mí me dieron un vaso. La bebida era de color azul y sabía a vodka. Solamente le di un trago.
El vodka solía subirse rápido por las venas y yo no quería romper mi autocontrol.
—¿Cómo has estado? —Pregunté a Claudia.
—Muy bien. Ya falta menos de lo que parece. La verdad es que estoy nerviosa. Ya sabes, solo te casas una vez en la vida y eso me emociona.
¿Una vez en la vida? Hoy ese pensamiento se ha desgastado. Me pareció lindo que ella tuviera mucha fe en su matrimonio y es que, de alguna u otra forma yo también pensaba igual. Solo te casas una vez en la vida con mucha emoción, claro, a menos que el esposo se muera o te sea infiel.
—Si. Me da mucha felicidad que estés emocionada. ¡Algún día espero poder sentirme igual que tú! También me pienso casar.
No había pensado en mis palabras. Claudia se emocionó más y Ángel, bueno, su mirada se clavó con mucha atención en mí.
—Ya verás que si amiga. Solo es cuestión de que Ángel se anime.
Él bajo su mirada justo cuando su hermana termino de hablar. Apareció una sonrisa en su rostro y yo quise intentar descifrar lo que significaba esa sonrisa. La idea de un matrimonio con Ángel no había pasado por mi cabeza.
—Ah. Es que Ángel y yo...
Mi celular comenzó a vibrar. Él estaba llamando.
—¿Dónde estás? —Su voz me hizo pensar—. Te he estado buscando pero no te encuentro, ahora estoy subiendo unas escaleras del bar.
Román había llegado.
—Estoy en la segunda planta, en un...
Lo vi llegar. Vestía unos vaqueros negros y una playera del mismo color. Si bien, el color favorito de Román era el negro, realmente se veía muy bien con esa combinación que traía puesta. Tenía el celular pegado a su oído.
—¡Ya te vi! —Dijo cuándo nuestras miradas se cruzaron.
Colgué. Sonreí. Me puse de pie y fui hasta él.
—¿Ellos son tus nuevos amigos?
Hizo un gesto con las cejas hacía la mesa en donde yo estaba sentada segundos atrás.
—Mmmmm no realmente. Solo Ángel y su hermana.
—¿La que se va a casar?
—¡Exacto! —Hice una pausa—. Ven, te presentaré.
Di un paso pero al instante, su mano me tomó de la muñeca.
—Tranquila. ¡No es necesario! Yo solo venía de rápido.
¿Eso era verdad?
—¿De rápido? Se supone que este es el ambiente más cercano a lo que nosotros solíamos llamar hogar. ¿No quieres quedarte un ratito?
El prostíbulo fue nuestro hogar por algunos años, aunque claro, este lugar no se le acercaba ni en lo más mínimo. ¿Román extrañaría aquel lugar? Su gesto me gustaba. Esa seriedad siempre me agradaba.
—Está bien. Me quedare solo porque tú me lo pides y yo, pues no tengo compañía en casa.
¡Auch! Eso me dolió. Era verdad que él estaba solo y no tenía a nadie más. Me soltó la muñeca y comenzamos a caminar. Todos nos estaban mirando con detenimiento y sorpresa.
—Chicos, quiero presentarles a alguien. Él es Román.
Algunos correspondieron y dieron una cálida bienvenida al bravucón.
—¡Un gusto Román! —Dijo Claudia.
Ángel me estaba mirando, Román también me estaba mirando. ¡Qué situación!
—Qué bueno que nos acompañas, ¿eres hermano de Karol?
—Si. Soy su hermano.
Mintió. ¿Por qué? Yo no tenía miedo en decir la verdad. Él era mi amigo, eso lo sabía muy bien.
—¿Gustas un trago?
Los chicos empezaron a conversar y nosotras estábamos hablando sobre lo genial que sería la boda. De vez en cuando no podía evitar mirar a mis dos muchachos, ellos intercambian miradas serías y frías. ¿Por qué? ¡No lo sé! Solo ellos entendían.
Empezó a sonar una canción de Bad Bunny.
—¡Vamos a bailar! —La emoción de Daniela era mucha.
Todas se levantaron y corrieron a la pista. Román se me quedó mirando y yo le sonreí. Las muchachas estaban perreando y sacudiendo sus cuerpos. ¡Yo perreaba mejor que ellas! Me puse de pie y él me pidió que le acompañará afuera.
—Tengo que irme —dijo Román.
—Pero, no han pasado ni quince minutos desde que llegaste.
Estábamos recargados contra el barandal.
—Eso lo sé. Esa gente no es mi tipo de compañía y siento que estoy perdiendo mi tiempo con ellos.
—A veces pueden ser superficiales, pero...
—Solo vine a entregarte esto.
De su chaqueta saco un cuaderno. Era mi cuaderno. ¡Mi vida escrita y lo más profundo de mí!
—¡Estas bromeando! —No lo podía creer—. ¿Enserio lo trajiste? ¡Muchas gracias!
Tomé el cuaderno con mucha emoción y lo apreté a mi cuerpo.
—De nada. Yo te hice una promesa y así la cumplo.
—Lo sé. ¡Gracias Román! En verdad.
Asintió.
—Antes de irme, necesito preguntarte algo.
—Por supuesto.
—¿Ángel y tú han tenido sexo?
No esperaba esa pregunta, abrí los ojos como platos y sonreí de forma tímida.
—No. No me he acostado con ningún hombre desde que escapé.
—¿Te gusta él?
—No pienso así de Ángel, verás, yo...
—¿Yo te gustó?
Quedé impactada. ¿Cuál era la respuesta a su pregunta? La relación entre Román y yo era fuerte debido a que los dos siempre decíamos las cosas de forma directa y sin tapujos. Quizá si me había enamorado de él al principio, después ni yo misma sabia como era nuestra relación y ahora tenía que responder a su pregunta.
—Tampoco he pensado así de ti.
—¿Podrías intentarlo?
No pude evitar sentirme como en shock.
—¿Me estás pidiendo que yo intenté que tú me gustes?
—Por supuesto. Soy un hombre y me conoces perfectamente. ¿A caso no puedo tener una oportunidad contigo?
—Estás jugando conmigo ¿verdad?
—¿Cuándo he jugado contigo?
—Nunca has jugado conmigo, pero ¡te pasas! Me estás pidiendo algo que ni siquiera yo misma sé, porque resulta que ahora mismo...
—Entonces te gusta Ángel —me interrumpió.
—Que no me gusta Ángel y tú te estás apresurando a pensar las cosas.
Solté un suspiro. Se acercó un poco más a mí.
—¡Lo siento! Pero necesito aprovechar cualquier oportunidad. No quiero que te vuelvas a escapar de mi vida.
Y me abrazo. Así bien fuerte y a todo calor, me envolvió con sus brazos fuertes y su aroma me inundó por completo. Era muy agradable sentir su cercanía.
—Román, tú...
—Tengo que irme. Saldré varios días, piensa en lo que te dije.
Sus brazos me soltaron. ¡Se marchaba ahora! ¡Pero recién me había encontrado!
—Pero...
Dio media vuelta, bajó la escalera y despareció a toda velocidad. Atravesó ese pasillo lleno de gente, el cuaderno estaba en mi pecho y él no quiso escucharme. Me quedé apoyada, mirando a todos esos chicos del pasillo que bailaban, se carcajeaban y bebían. ¿Qué pasaba con todos ellos? ¿Qué pasaba conmigo? Ahora volvía a tener el cuaderno que hablaba de todo mi pasado y que de alguna u otra forma, contaba la historia de una prostituta. ¿Por qué sigo llamándome prostituta? Supongo que yo misma sigo discriminando mi vida y no puedo aceptar que ahora estoy libre de todos mis pesares.
—¿Está todo bien?
Me gire a mirarle. Ahora era el turno de Ángel. La luz de la noche le sentaba muy bien. Sus cejas bien pobladas y sus labios bien dibujados capturaban mi atención.
—Si. Todo bien. Estaba mirando a toda esa gente.
—¿Y Román?
¿Ahora le interesaba Román? Bajó su vista hacia mí cuaderno.
—Tuvo que irse.
—¿Y tú?
— ¿Yo?
—¿Quieres irte?
—Ah, pues no sé. Me da lo mismo si nos quedamos o nos vamos. ¿Tú te quieres ir?
Su gesto era curioso. Evadió mi pregunta.
—¿Quieres bailar?
Seguía sonando un reguetón de moda.
—¿Perrear contigo?
Su risa apareció entre la música.
—Si. Aunque no soy muy bueno.
—Pues podemos intentar.