Obito caminó hacia la entrada del piso 18. Había investigado un poco, pero solo se había documentado superficialmente sobre los diferentes pisos de la Dungeon y los monstruos que habitaban en ellos.
Uno de los pisos que más curiosidad le despertaba era precisamente el piso 18, conocido como "Undert Resort". Los rayos de luz golpearon su máscara, lo obligaron a cerrar su ojo por un momento, pero luego lo volvió a abrir una vez que se adaptó al nuevo ambiente. Una brisa de aire golpeó su rostro y pudo percibir la humedad.
El paisaje era como un paraíso, probablemente de ahí venía el nombre del lugar. Frente a él se extendía un enorme bosque, verde, frondoso y hermoso. En el cielo no había un sol, pero había cristales de color azul y un enorme cristal blanco que brillaba con la suficiente intensidad como para iluminar la cueva como si fuera de día.
Obito se tomó un momento para admirar el paisaje. En este lugar, los monstruos no nacían; los únicos que podrían aparecer eran aquellos que venían de los pisos inferiores, pero los aventureros se encargaban de tratar con ellos.
Cuando escuchó un ruido, Obito se giró y vio a un grupo de aventureros dirigiéndose hacia la entrada. Era un grupo bastante grande, compuesto por aventureros de diferentes tipos, que hablaban animadamente entre ellos.
Obito los observó por un momento y luego continuó caminando. No se ocultó, a pesar de su extraña apariencia con la máscara y la túnica. Él no era ni de lejos el personaje más extraño que había en Orario. En la entrada había visto a alguien casi desnudo y a varios otros que llevaban túnicas y cascos que cubrían sus rostros. Considerando todo, sería más sospechoso si comenzaba a moverse escondiéndose.
Mientras pasaba junto al grupo, solo recibió algunas miradas curiosas, pero ninguna en particular fue demasiado intensa.
El lugar era enorme, tan grande que Obito no estaba seguro de que debía hacer primero. Su objetivo del día era llegar al menos al piso 24, pero también tenía planeado explorar este lugar, especialmente la ciudad administrada por aventureros de alto nivel, "La ciudad de Rivira".
Por el momento, decidió caminar tranquilamente por el lugar y tomarse su tiempo para llegar a la ciudad. Desde donde estaba parado, ya podía ver las estructuras de las tiendas y los techos de algunos edificios. Si continuaba caminando de esa manera, le tomaría aproximadamente 20 minutos llegar.
Mientras caminaba se detuvo junto a unos árboles, extendiendo sus sentidos, no noto a nadie en el área de alrededor.
Obito envió un pico de chakra, y momento después la cara de Guruguru sobresalió del suelo, pero no saco todo su cuerpo.
― entonces . . . ¿Qué piensas?
― no encontré nada raro, hay unos 3 grupos medianamente grandes, que están acampando en los alrededores, pero la mayor cantidad de humanos se encuentran dentro de la ciudad.
― ya veo.
― oh, y otro grupo salió de este piso hace unos momentos, eran unos 10 humanos.
― . . . ― Obito se mantuvo en silencio mientras miraba hacia la ciudad, gracias a las células de Hashirama sus habilidades como sensor eran buenas, probablemente gracias a la conexión con la naturaleza que tenía. Podía sentir la presencia de los seres vivos a unas cuantas decenas de metros, pero eso solo se aplicaba a los que tenían chakra, como los aventureros tenían mana, aun podía sentirlos y detectarlos con cierto grado de precisión, pero solo a unos cuantos metros de distancia.
Obito soltó un suspiro.
― ¿ haz notado algo extraño ?
― cada vez es más difícil moverse por el suelo . . .
Obito frunció el ceño detrás de su máscara.
― crees poder seguir más abajo.
― no . . . no lo creo. ― Guruguru dijo un poco triste. ― es como si el suelo y las rocas me rechazaran, en la superficie es débil, pero mientras más bajamos es más fuerte, creo que a este lugar no le gusta que me fusione con él . . .
Obito asintió ligeramente.
― ¿quieres continuar o me esperas en este lugar?
Guruguru su llevo un dedo a su mentón, luego de pensarlo unos momentos, asintió.
― ¿podemos hacer eso?
Obito se lo pensó un momento, y luego asintió, se quitó la túnica, y la dejo en el suelo, Guruguru salió del suelo por completo, y se dividió, lentamente extendiéndose hacia Obito, luego de unos segundos todo el cuerpo de Obito fue cubierto por Guruguru, con su mano ahora pálida, Obito tomo la máscara que había estado usando y se la quitó, un remolino se formó alrededor de su ojo, y el objeto fue absorbido en un instante.
Finalmente, todos los picos se unieron alrededor de la cara del Uchiha, hasta dejar únicamente un agujero para su ojo, Obito se volvió a cubrir con su capa, y comenzó a caminar hacia la ciudad.
― ¿Cuánto tiempo vamos a estar en esa ciudad bobito? ― Guruguru pregunto con curiosidad, su voz resonando dentro de la cabeza de Obito.
Obito lo considero un momento.
― solo daré una mirada rápida.
― ok.
Obito continuo con su camino. Pero se detuvo por un momento, sus ojos viajaron hacia otra dirección, en medio de un claro del bosque iluminado por los cristales, Obito vio algo.
Un montículo de tierra, no había nada de raro en eso, pero el problema es que Obito lo sintió en el momento en que lo vio, sus entrañas se revolvieron al verlo, como una montaña, una pequeña, pero al mismo tiempo enorme montaña, había espadas clavadas en ella, junto con cruces de madera creadas de manera artesanal.
Fueron tumbas.
Obito se detuvo admirando, y sintiéndose aletargado.
Mirando el lugar Obito podía ver que las tumbas eran relativamente antiguas.
Giro sus ojos, y ahora, no miro, el observo el lugar, había cristales que brillaban en el área alrededor junto con árboles que daban a este lugar un aire místico y solemne.
Obito se detuvo por un momento.
― ¿Qué pasa? ― la voz de Guruguru resonó dentro de su cabeza.
El Uchiha se mantuvo en silencio.
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20 minutos después Obito estaba entrando a la ciudad.
Pudo escuchar el rumor y los sonidos de personas hablando y gritando, la mayor parte del sonido parecía provenir de los vendedores, mirando el lugar Obito noto que la ciudad estaba ubicada en una especie de montaña, envuelta por un acantilado que tenían una altura de unos 50 metros, tal vez más, cuyo fondo estaba lleno de agua.
Solo había dos puentes que cruzaban ese acantilado, y permitían a los aventureros entrar en ella, pudo notar a dos guardias parados en la entrada, que estaba adornado por dos troncos de madera, y sobre ellos un arco del mismo material, aparte de las defensas naturales del lugar, parecía que los habitantes habían colocado una pared de madera que cubría los lugares más vulnerables de la ciudad.
Inseguro.
Fue el primer pensamiento de Obito.
Caminando hacia la entrada, Obito piso el puente de madera, y lentamente cruzo.
Cuando llego a la entrada, noto que los dos guardias le dirigieron una mirada, y cuando paso por la entrada solo se limitaron a sentir, al parecer siempre y cuando no fuera un monstruo, su entrada estaba permitida.
Y claramente no parecía importarles su máscara.
Miro hacia arriba y vio que algo estaba escrito en el arco de madera, Obito entrecerró sus ojos y analizo la escritura, antes no hubiera podido leerlo, pero ahora podía traducir las palabras con relativa facilidad.
"BIENVENIDOS A RIVIRA"
Entrando, lo primero que Obito noto era que la mayoría de los "edificios" era chozas hechas de madera bastante vieja y destrozada, pero la mayoría de los puestos que vendían productos eran tiendas de diversos tamaños.
Obito camino ignorando la mayoría de las voces, que lo invitaban a comprar. Con su forma de caminar y su actitud, la mayoría de los vendedores n siquiera se molestaban en llamarlo, pues era obvio que, si él quisiera comprar algo, lo haría y si no, no lo haría sim importar que tan insistentes fueran.
Solo les daba ojeadas a los precios de los productos, y noto que todos ellos eran increíblemente caros.
Pero el precio, al menos a Obito le parecía razonable. Tomando en cuenta que estaban dentro del calabozo, obtener este tipo de productos, era en si un milagro, y definitivamente a los aventureros no debería de molestarles pagar los precios.
Mirando a los lados, Obito comenzó a caminar sin ningún destino en particular. Sabía que el anciano con el que trabajaba tenía un negocio en esta parte de la ciudad, administrado por su hermano menor. Entonces, naturalmente, Obito lo estaba buscando.
El trato que le había ofrecido incluía llevar materiales de diferentes pisos, pero también podía considerar la idea de enviar materiales y armas a este lugar con su Kamui. No había límites para el dinero que podría conseguir, ya que, a diferencia de los aventureros, él no tenía que llevar un voluminoso y pesado equipaje y recorrer los 18 pisos para llegar hasta aquí.
Pesándolo bien, ¿no era demasiado tramposo? Podría terminar arruinando los demás negocios de este lugar, si él hubiera sido ese tipo de persona.
Obito desechó ese pensamiento mientras continuaba caminando. Había infinidad de escaleras que llevaban a las diferentes tiendas y negocios del lugar. Había bares y posadas, pero Obito imaginó que debían ser increíblemente caras.
Dado que la ciudad de Rivira estaba en constante destrucción y reparación, no había una ubicación fija para el negocio. Al final, lo encontró. Era una tienda. Como en todos los demás lugares, el dueño era un enano, como no podía ser de otra manera. Además, había una chica; tal vez era una ayudante o una aprendiz. Obito los observó por un momento y finalmente decidió no ponerse en contacto con ellos, asegurándose solo de recordar la ubicación donde estaban, ojala la ciudad no sea destruida pronto, pensó por un momento.
Se dio la vuelta y continúo caminando un poco más.
― escuchaste sobre eso.
Un aventurero que estaba caminando junto a su compañero dijo, mientras pasaba al lado de Obito.
― si, al parecer un grupo fue emboscado y atacado por monstruos en el piso 24. ― contesto su compañero, a pesar de lo que estaba diciendo, Obito noto que el hombre hablaba como si fuera un asunto sim importancia para él, como si estuviera hablando del clima.
― demonios, sí que tuvieron mala suerte. .
El otro aventurero se lamentó, pero no había ningún tipo de sentimiento detrás de sus palabras, simplemente tuvieron mala suerte.
― si, murieron dos y uno quedo lisiado. . .
Hubo un momento de silencio.
― demonios. ― contesto el otro aventurero.
Y luego ambos se fueron a un bar que estaba incrustado dentro de las rocas.
Obito se detuvo y miro hacia el resto del piso.
― ya nos vamos. ― Guruguru dijo.
― sí, no hay nada más que me interese en esta ciudad.
Mientras se daba la vuelta, alguien cocho con él.
― oh, lo siento. ― fue una voz femenina, pero eso no fue lo extraño, fue el hecho de que se hubiera disculpado con él, Obito se giró para mirar a la persona.
Era una chica de su misma altura, estaba usando poca ropa, y su piel era bronceada, su cabello era corto.
Si Obito recordaba bien, ella pertenecía a las amazonas.
La ignoró y continuó con su camino, no tenía ningún tipo de interés en este tipo de cosas.
Podía sentir los ojos de la chica en su espalda, pero eso poco le importaba.
Cuando llegó al puente de la ciudad, continuó con su camino alejándose del lugar, y dirigiéndose hacia la salida, y la entrada al piso 19.
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Le llevó alrededor de una hora llegar al piso 24. No había ningún motivo en particular para ello, simplemente estaba interesado en la estructura existente entre los pisos 19 y 24. El paisaje y la disposición de la mazmorra cambiaban drásticamente en esta sección; ahora, en lugar de lo que había antes, había árboles y vegetación por todas partes.
Era evidente que muchas de esas plantas eran, en realidad, monstruos disfrazados de vegetación, aguardando la oportunidad para atacar a cualquiera que se acercara.
Pero no se trataba solo de eso. Obito observó cómo un grupo de monstruos, compuesto por una especie de jabalí con un tamaño al menos tres veces mayor que el suyo, y otros seres con características más humanoides, se precipitaba hacia él.
Después de reflexionar un poco, Obito extendió su mano hacia adelante y, acto seguido, de su ojo se materializó una guadaña cuyo filo resplandecía bajo la luz artificial de las rocas.
Obito se tomó un momento y luego desapareció, reapareciendo detrás de los monstruos, la hoja de su guadaña goteando sangre. Los monstruos estallar con nubes de ceniza. Moviendo sus ojos, logró distinguir a un grupo de insectos voladores que se dirigían hacia él.
Clavó el mango de su guadaña en el suelo y luego comenzó a formar sellos con sus manos, culminando con el sello del tigre.
Inhaló una gran cantidad de aire.
Las pequeñas bolas de fuego se dispararon hacia los monstruos, golpeándolos con una precisión milimétrica. Sus cuerpos ardieron mientras caían al suelo.
Obito se giró hacia un jabalí que se dirigía hacia él con fuerza. Lo habia rodeado y esperó para tomarlo por sorpresa. Fue una estrategia muy astuta por parte del monstruo. Lo más sencillo habría sido dejar que el ataque pasará a través de él, pero Obito tenía otra idea.
Extendiendo su mano hacia adelante, sujetó la cabeza del jabalí. Su cuerpo se movió ligeramente hacia atrás, pero no más.
Obito agarró uno de los cuernos del monstruo y lo levantó en el aire. Luego lo lanzó hacia otro grupo, derribándolos a todos. Seguidamente, lanzó un jutsu de fuego sobre todos, y aquellos que lograron escapar fueron derribados por kunais dirigidos a sus puntos vitales.
Alrededor de 20 monstruos fueron barridos en el olvido en menos de un minuto.
Obito movió su mano frente a su rostro y la apretó un par de veces, sintiendo la fuerza. Ya era fuerte sin Guruguru, pero cuando lo usaba como una armadura, su poder se triplicaba. Incluso su chakra y su afinidad con el elemento madera también lo hacían.
Sentía que en ese momento podría realizar algunos de los jutsus de Hashirama Senju. Obviamente, no sería ni una décima parte del poder de este. Incluso Madara podría llamarlo una vergonzosa imitación de los jutsus de su rival. Sin embargo, considerando que Hashirama era el dios de los Shinobis, poder usar una décima parte de su poder podría considerarse un milagro.
Ni siquiera Madara en su mejor momento había logrado derrotarlo.
Moviendo su ojo, Obito esquivó otro ataque que provenía del suelo: un monstruo que aparentemente se desplazaba cavando y creando trampas para los aventureros.
Tenía garras en sus patas, largas como dagas, que utilizaba para cavar a través del duro suelo de la mazmorra. Obito tomó un kunai con un sello explosivo y lo lanzó hacia el monstruo. La explosión ocurrió y el monstruo voló en pedazos.
Obito aterrizó en el suelo y observó a un grupo de monstruos que se acercaban hacia él.
Considerando sus opciones, Obito caminó hacia ellos con tranquilidad. Luego, la guadaña fue absorbida por un remolino en sus ojos. Un momento después, se formó un nuevo remolino y una espada se materializó, la atrapó con su mano.
Usando un poco de chakra en sus pies, el suelo debajo del Uchiha estalló y él se convirtió en una mancha, moviéndose velozmente entre los monstruos. Los apuñaló y esquivó sus golpes por milímetros. Dado que había tantos monstruos juntos, algunos de ellos terminaban golpeándose entre sí, lo cual solo aumentaba la desorganización en su ataque.
Obito aterrizó en la espada de un jabalí, luego movió su espada y cortó la columna vertebral del monstruo. La sangre brotó y otros monstruos se estrellaron contra el suelo cuando su capacidad para moverse se vio afectada. Un momento después, el monstruo se desvaneció en cenizas.
Obito recogió la piedra mágica que este había dejado, como única prueba de su existencia
Luego la envió a un lugar de su dimensión.
Escuchó un grito que emergía desde algún lugar en la distancia, sus oídos captaron el sonido y sus sentidos se agudizaron. Trató de conectar con la energía de su entorno, de sentir el mana que fluía a su alrededor, pudo sentir el movimiento un poco más allá.
Con agilidad, Obito saltó varios metros en el aire, apoyando sus pies en una de las paredes antes de impulsarse hacia los árboles que se extendían a su alrededor. Esquivando hábilmente las ramas, se desplazó a una velocidad sorprendente, avanzando con destreza. Finalmente, detuvo su avance en un acantilado desde el cual pudo observar una escena impactante: una manada de monstruos rugía y se lanzaba ferozmente contra un grupo de aventureros, o al menos lo que quedaba de ellos.
Los angustiantes gritos llenaban el aire, penetrando en los oídos de Obito y agudizando sus sentidos. Los ecos de la carnicería se mezclaban con los horribles rugidos de los monstruos que asaltaban sin piedad a los aventureros desafortunados. La escena que se desplegaba ante él era un cuadro aterrador, una danza macabra de muerte y destrucción.
Inicialmente, el grupo contaba con una decena de valientes aventureros, pero ahora solo quedaban cinco almas. Los otros cinco habían sido arrancados de la vida por las garras y fauces de las bestias. Los monstruos habían devastado sus cuerpos, dejando un rastro de sangre y restos mutilados en su camino. Obito observó sin inmutarse la carnicería, resultaba extrañamente familiar.
El corazón de Obito no sentía nada mientras los aventureros morían, pero su mente trabajó a toda marcha. Tomó un instante para evaluar las opciones, sopesar los riesgos y determinar el mejor curso de acción. Por un momento considero la opción de no hacer nada, después de todo era natural que gente muriera en este lugar, incluso si los salvaba ahora, nadie los ayudaría en el futuro.
En su antigua vida, habría saltado a la refriega sin pensarlo. Habría luchado con feroz determinación, arriesgando todo por proteger a esos inocentes, sin importar si había un plan o no. La pasión de su antiguo yo lo habría llevado a enfrentar cualquier peligro con una voluntad inquebrantable.
Pero no era él mismo.
Madara le había enseñado, lo había reconstruido para crear a un Shinobi que pudiera llevar a cabo sus planes. No importaba cuanto actuara como su antiguo yo frente a las personas.
Un grito agudo rasgó el aire, arrancando a Obito de sus pensamientos. Una aventurera estaba siendo sometida por un monstruo. Sus mandíbulas poderosas se cerraron sobre su brazo, dejándola suspendida en el aire mientras la sangre salpicaba en todas direcciones. El monstruo agitaba su cuerpo con violencia, como si estuviera jugando con una muñeca rota.
Obito reaccionó al instante.
Sin perder un segundo, deslizó un kunai y rápidamente ató una etiqueta explosiva a él. arrojo el kunai modificado con precisión hacia la parte trasera de la criatura.
Con un impulso poderoso, Obito saltó hacia el precipicio.
Sus pies se aferraron a la cabeza del monstruo que sujetaba el brazo de la mujer. Su espada brillante atravesó la cabeza de la bestia en un solo golpe, liberando a la mujer de su agarre siniestro.
Obito sujetó a la mujer con firmeza y saltó lejos de la horda de monstruos que comenzaban a congregarse a su alrededor. Su agilidad le permitió esquivar con maestría los ataques aéreos que los monstruos lanzaban desesperadamente. Se movía con una velocidad sorprendente, aprovechando la superficie de las cabezas y espaldas de los monstruos para desplazarse. El campo de batalla era un caos frenético, y Obito hacía uso de su destreza para navegar a través de él.
Con un movimiento fluido, Obito lanzó el cuerpo de la mujer hacia un lugar alejado de los monstruos. Múltiples explosiones resonaron cuando las etiquetas explosivas que había colocado en los monstruos comenzaron a detonar. La caótica situación se volvió aún más desastrosa mientras las explosiones se propagaban, arrojando a los monstruos en todas direcciones y llenando el aire con humo y escombros.
Obito aterrizó junto a los otros cuatro aventureros que habían sufrido heridas leves, pero aún estaban en condiciones de combatir. Sus armas estaban desgastadas y sus escudos mostraban grietas que amenazaban con romperse en cualquier momento. Observando la situación, Obito evaluó rápidamente sus opciones y tomó una decisión contundente.
― Váyanse.
Pronunció Obito con autoridad. No era una sugerencia, sino una orden firme y clara.
Los aventureros de nivel 2 y 3 no protestaron, Sabían que la atención de la mayoría de los monstruos estaba enfocada en el enmascarado en ese momento, y aprovecharon la oportunidad para escapar mientras podían.
― Guruguru, ¿estás listo?
Preguntó Obito en su mente, mientras observaba cómo una gran manada de monstruos comenzaba a acercarse hacia él. La visión de cientos de esas criaturas que se abalanzaba en su dirección.
Tomó un momento para reflexionar sobre la situación. La conclusión a la que llegó fue clara: no había necesidad de enfrentarse a todos ellos directamente. En un gesto rápido y preciso, Obito tomó diez kunai entre sus manos, cada uno atado con varias etiquetas explosivas. Saltó en el aire con agilidad, esquivando el barrido de un enorme tronco que uno de los monstruos blandía como arma rudimentaria.
El tronco pasó zumbando a pocos centímetros de su posición, mientras Obito mantenía su concentración en el objetivo.
Mientras estaba en el aire lanzó los kunai con precisión milimétrica. Los kunai, ahora convertidos en proyectiles mortales, se dirigieron hacia las zonas donde la manada de monstruos estaba más densamente concentrada. El viento cortante silbó a su alrededor mientras Obito mantenía su posición en el aire, observando cómo los kunai se dirigían hacia su destino.
Las etiquetas explosivas comenzaron a detonar en rápida sucesión, generando explosiones que destrozaron parte de la manada de monstruos. El impacto se propagó, creando caos y confusión en las filas de los monstruos. La visión de cuerpos destrozados y escombros volando llenó el campo de batalla mientras los monstruos rugían.
Obito aterrizo en el suelo, con suavidad, sus pies apenas si produjeron un ligero sonido.
Los monstruos cercanos sin perder el tiempo se abalanzaron hacia él, de inmediato.
Sin perder tiempo, Obito ejecutó una serie de sellos manuales con maestría, su mente enfocada en el flujo de chakra y la secuencia precisa de movimientos. Extendió sus manos hacia los lados.
Mokuton: sashiki no jutsu
De entre las mangas de su túnica brotaron con violencia estacas de madera que se retorcían en el aire, y se extendía por el aire, produciendo un silbido ligero.
En cuestión de segundos, los monstruos que lo rodeaban quedaron empalados por las raíces afiladas. Los cuerpos de las criaturas fueron perforados sin piedad, mientras las raíces se extendían en todas direcciones, buscando a su presa.
Obito no mostró signos de vacilación mientras las raíces se alargaban, su control perfecto sobre la técnica permitiendo que las raíces se expandieran a voluntad. Las estacas de madera se extendieron en un frenesí, alcanzando distancias sorprendentes y abarcando varios metros a su alrededor.
Las raíces se detuvieron luego de unos momentos, Obito movió sus brazos con fuerza rompiendo la madera que conectaba sus brazos con las estacas.
Pasó un instante y los cuerpos de los monstruos se redujeron a cenizas, dejando caer sus piedras de mana en el suelo.
Moviendo lentamente su cabeza Obito analizo sus alrededores, con solo una mirada noto que habia eliminado a varias decenas de monstruos, dio un salto para alejarse del área donde estaban los restos de su técnica mokuton.
Cuando aterrizo de inmediato un monstruo se abalanzo contra él.
Obito extendió su mano para detener el mazo de madera del monstruo. Sus pies se hundieron ligeramente en la tierra bajo el impacto, una sensación efímera que apenas perturbó su concentración. Giró lentamente la cabeza, enfocando su mirada en el monstruo humanoide que lo había atacado.
En ese instante, una idea se formó en la mente de Obito.
¿Podrían experimentar el miedo?
Dejó libre el mazo de madera y rápidamente esquivó los ataques restantes del monstruo. Utilizando su agilidad y destreza, manejó su espada con precisión para cortar los tendones de los brazos y las piernas del monstruo. La criatura cayó al suelo, su cuerpo deformado ahora inmovilizado por sus heridas.
Obito evaluó sus opciones en medio de la inusual pausa. Luego, utilizó su espada para asestar una puñalada en un área no vital del monstruo. Había enfrentado y aniquilado a decenas de ellos, por lo que tenía una estimación de cuánto daño podían resistir de morir.
Un aullido escapó de los labios de la criatura, un sonido lleno de dolor y sufrimiento.
Lentamente, comenzó a mover su espada, manteniendo su mirada fija en el monstruo mientras se debatía entre la vida y la muerte.
Los gritos del monstruo resonaron en el aire.
Los otros monstruos a su alrededor parecieron quedarse quietos, como si hubieran percibido la angustia de su compañero. Obito captó la tensión en el ambiente, notando cómo la presencia de la criatura herida influía en el comportamiento de los demás.
El enmascarado reflexionó sobre esa reacción.
¿Era miedo lo que percibía en la quietud de los monstruos restantes?
¿O tal vez una comprensión instintiva de que estaban superados?
Obito sopesó ambas posibilidades mientras continuaba con su tarea, cortando la carne del monstruo para debilitarlo sin causar una herida mortal.
Mientras Obito sopesaba las distintas opciones, la voz de Guruguru lo llamó de vuelta a la realidad, desviando su atención del dilema que enfrentaba.
Volvió su mirada hacia el desastre sangriento que había creado, una mueca se dibujó en su rostro.
Sin demora, Obito se acercó al monstruo agonizante y, con un gesto decidido, le puso fin a su sufrimiento, poniendo fin a la vida de la criatura.
Sus ojos luego se posaron en los monstruos que aún permanecían en pie, una indiferencia palpable se reflejaba en su mirada.
Obito se desvaneció en un remolino de energía.