El helicóptero aterrizó en los restos de lo que una vez fue un tranquilo pueblo en Sokovia. Los vientos fríos soplaban con fuerza, arrastrando cenizas y polvo de los escombros. Nick Fury descendió del helicóptero con pasos firmes, su abrigo largo ondeando mientras observaba los alrededores con un semblante imperturbable. A pesar de la destrucción que lo rodeaba, su mente estaba centrada en una sola cosa: descubrir qué había sucedido.
La transmisión de emergencia de Sokovia había sido confusa, casi incoherente. Informes de "destellos de luz" y "figuras misteriosas" acompañadas de explosiones inexplicables no eran comunes, ni siquiera para SHIELD. Fury había aprendido a desconfiar de lo inexplicable desde su encuentro con los Kree y los Skrulls. Algo le decía que esto no era una coincidencia, y estaba decidido a llegar al fondo del asunto.
"Director Fury," dijo la agente Hill mientras se acercaba. "El equipo está revisando los datos de los equipos. Los informes preliminares indican que se detectaron pulsos energéticos de una magnitud que no habíamos registrado antes."
Fury asintió, su mirada fija en el horizonte. "¿Y los testigos?"
"Escasos y aterrorizados," respondió Hill. "Pero todos mencionan a una figura... un niño que parecía estar en el centro de todo. Algunos incluso afirman que no era humano."
Fury alzó una ceja. "¿Un niño? Eso es nuevo."
Mientras avanzaba por el lugar, sus ojos se posaron en un cráter inusualmente simétrico, con restos de una casa a su alrededor. Algo en ese lugar irradiaba una energía que podía sentir, incluso sin tecnología para medirla. Era una vibración extraña, como si el propio espacio estuviera deformado.
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Horas más tarde, Fury se encontraba en la base temporal de SHIELD instalada en Sokovia. En la pantalla frente a él, los análisis iniciales mostraban lecturas complejas: un entrelazado de energías que desafiaban cualquier clasificación conocida. Los científicos estaban desconcertados.
"Director Fury," dijo uno de ellos, con voz temblorosa. "Esto es... completamente inusual. Las lecturas indican una combinación de energías que no deberían coexistir. Una parece estar relacionada con la manipulación de materia a nivel fundamental, mientras que la otra tiene características de radiación cósmica."
Fury frunció el ceño. "Tradúzcame eso al idioma humano."
"Podríamos estar viendo la interacción de fuerzas que nunca antes hemos registrado en la Tierra. Estas energías no solo son increíblemente potentes, sino que parecen ser incompatibles entre sí. Y sin embargo, aquí están... fusionadas."
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Los días pasaron, y los eventos de Nueva York agregaron una capa más de complejidad. Fury se encontraba ahora en una ciudad atónita, marcada por otro fenómeno inexplicable. Aunque para nada destructivo como el de Sokovia, el suceso en Nueva York había sido igualmente inquietante: la aparición repentina de una lectura de energía parecida a la de Sokovia, pero los detalles eran vagos y confusos.
Fury reunió a su equipo en un cuarto improvisado dentro de una instalación segura de SHIELD. Sobre la mesa había registros incompletos de energía.
Fury miró las imágenes, su mente trabajando rápidamente. Había visto muchas cosas extrañas en su vida, pero esto superaba incluso su encuentro con los Kree. Algo en esta situación iba más allá de lo humano, más allá de lo explicable.
"Hill," dijo finalmente, con tono grave, "quiero que localicen el origen de esta energía. No me importa lo que cueste, pero necesito respuestas."
Hill asintió, pero antes de que pudiera salir, Fury agregó con un tono aún más sombrío:
"Y quiero una lista de todos los expertos que podamos consultar sobre energías de esta naturaleza. Esto puede ser la clave de algo mucho más grande. Lo sé."
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Durante dos años, el rastro permaneció frío. Fury archivó el caso, aunque no dejó de pensar en ello. Si algo sabía por experiencia, era que los misterios que no se resolvían a tiempo tenían la mala costumbre de explotar en el peor momento.
En uno de esos días rutinarios, Fury iba de camino a una de sus reuniones. Como siempre, su mente paranoica le hacía conducir por diferentes caminos. Esta vez, por causa del destino, pasó por Brooklyn.
Conduciendo su vehículo, un destello atravesó su visión periférica. No fue un simple reflejo de los faros. Era algo más, algo que, por una extraña razón, le recordó al misterioso pulso energético que había investigado dos años atrás.
Curioso, detuvo el vehículo y se adentró a pie por el estrecho sendero que conducía a la fuente del destello. Lo que encontró lo dejó boquiabierto: en una vieja casa, emanaban luces desde una de sus ventanas. Las energías oscilaban entre lo etéreo y lo tangible, brillando y danzando como si tuvieran voluntad propia.
Fury, acostumbrado a los fenómenos extraños, pero no menos precavido, sacó su arma y avanzó con cautela hacia la entrada. La puerta estaba entreabierta, y el interior parecía mucho más ordenado de lo que el exterior sugería.
Desde las sombras del pasillo, vio a un niño en una habitación iluminada por aquellas extrañas luces. El chico, de unos ocho años, estaba de pie en el centro de la habitación. A su lado, un niño de cabellos plateados estaba a una distancia prudente, observando con cautela. En la cama, una niña parecía estar a punto de dar su último suspiro. Fury observó cómo frente al niño del centro se formaba una compleja red de luces y sombras entrelazadas. Cada movimiento suyo era deliberado, casi como si estuviera dando forma a algo que Fury no podía entender.
Fury observó en silencio durante unos minutos. No era fácil sorprenderlo, pero aquello estaba muy por encima de cualquier cosa que hubiera visto antes. Vió cómo se formaban orbes de luz frente al niño, como este tomaba uno de ellos y lo "bebía". Entonces, Fury observó con creciente incomodidad cómo el niño se retorcía de dolor en el piso. A pesar del inmenso sufrimiento visible en su rostro, no emitía ningún sonido. Fue un espectáculo inquietante: el niño soportaba el dolor con una valentía casi sobrehumana.
El proceso se repitió dos veces más, hasta que el niño, exhausto, se incorporó nuevamente. Los orbes desaparecieron, desvaneciéndose en el aire.
Finalmente, Fury decidió hacerse notar. Salió de las sombras y, con una voz grave, dijo:
"Eso que acabas de hacer... Es algo que no debías tocar."
El niño lo miró fijamente a los ojos, su mirada reflejando una calma inquietante, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo. La energía en sus ojos aún brillaba con fuerza.
"Espero que sepas lo que estás haciendo, niño. Lo que acabas de crear, lo que has desatado, podría ser el final de todo."
Sholan lo miró fijamente, su expresión seria. "Sé lo que hago… Fury", respondió con una convicción que hizo que Fury se sintiera incómodo.
Fury se quedó allí, en la habitación, observando al niño. Algo en su interior le decía que no podía simplemente irse. Esto no era un caso que pudiera archivar, ni un problema que pudiera ignorar. El niño era un misterio, y los misterios siempre tenían la mala costumbre de convertirse en algo mucho más grande de lo que cualquiera esperaba.