El frío glacial de tu mirar
hiela lo más profundo de mi sangre,
dejándome un corazón morado de frío.
Un rayo de luna, etéreo y níveo,
tu mirada de acero lacera mi corazón con el ímpetu de un Ares enfadado.
Por tus labios fríos circula mi último aliento vivo.
Y yo, aquí de rodillas ante tu grandiosa deidad, te juro, amor, que adoraré tu nombre con cada gota de sangre, con cada aliento de vida y cada lágrima que mis ojos lloren.