Mis ojos sueñan contigo, de noche y de día.
Mis labios anhelan tu lengua seductora.
Mis dedos ansían tocar tu carne, recorrer tu esencia.
Mi corazón late desenfrenado, ahogándose en la desesperación por encontrarte, sin saber siquiera tu nombre.
En lo más profundo del oro y en lo más profundo del iris, mi alma vislumbra las doradas vetas de tus ojos de miel.
Entre el cielo y la tierra, estamos viajando a través de miradas fugaces, hurtadas al tiempo.
Y sólo cuando el sol y su plateada señora se fundan en un abrazo amante,
las exuberantes flores de la noche susurrarán tu nombre al viento.
¡Y yo te conoceré!