Se dice que la curiosidad mató al gato, por suerte tienen siete vidas. Nosotros los humanos por desgracia tenemos sólo una, pero es gracias a la curiosidad, que hemos progresado un montón.

Yo, en particular, le atribuyó a la curiosidad nuestra supervivencia y evolución.

Imagina por un momento un mundo sin curiosidad, es triste.

Sin curiosidad no existirían los científicos, y eso es más que suficiente para marcar el fin de nuestra raza. Es más sin curiosidad la humanidad nunca hubiese logrado dominar el planeta en el que habitamos.

La historia dice que somos seres que se adaptaron, que evolucionaron para seguir existiendo. Pero nunca, en lo personal he escuchado que diga, que somos seres curiosos, que sobrevivimos gracias a que un tipo movido por la curiosidad se acercó al fuego y sujetando una rama la uso para espantar una feroz criatura nocturna. O un tipo le dio curiosidad el ruido que hacía una piedra al chocar con otra y se produjo una chispa, y puedo poner miles de ejemplos más, bueno unos pocos más, pero no estamos aquí para eso.

El día de hoy les voy a hablar de La Diosa de la Curiosidad, mujer que aunque no fue la primera de mis creaciones es la más importante, porque pienso que debido a ella todas mis creaciones tienen vida (aunque solo sea en mi mente, y la de ustedes pronto)

Una tarde, mientras repasaba mis escritos, me dí con la sorpresa, que nunca había escrito sobre el inicio del universo, de mi universo. Cerré los ojos un momento y pensé:

—Al principio, todo estaba oscuro, no existía nada. Y al ver todo eso me aburrí, entonces decidí crear vida de la nada. Y entonces surgió la primera raza del universo, los llamé «Personas» y les dejé allí para que le den forma al universo. Pero aunque eran seres inteligentes, estas criaturas no hicieron nada. Se quedaron donde los dejé.

Imaginen, teniendo el universo para ellos, y no aprovecharlo. Me dio pena, se comportaron como se supone lo debían haber hecho Adán y Eva.

Así que decidí darles una motivación para que salgan a recorrer el vasto universo, fue entonces que tomé la decisión de crear a una criatura única, capaz de mover a todos ellos de distintas formas. Y la cree a ella.

La primera Diosa del universo, la madre de todos los dioses, y si ella es la madre yo vengo a ser el padre. Y si se supone que seremos una pareja entonces la cree en base a mis gustos.

Le di lo que llamó el cuerpo perfecto, con curvas no tan pronunciadas y no tan escasas. Le brinde un atributo único, una voz suave y melodiosa, capaz de encantar hasta el más duro de los corazones. Su poder, le llamé «Susurro» y ella es invisible para todos menos para mí. Desde entonces anda hechizando a todas las criaturas del universo, haciendo que se muevan por el amplio espacio y logrando que la vida llegue a todos los rincones.

Ella, a quien aún no tiene nombre, solo título divino, espero algún día poder presentarla a todos.