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Chapter 25 - Los Becarios

Ya hace dos semanas que Ryo y Keanu trabajan en la bolsa de Tokio junto a Los Asociados. Las tareas que realizan suelen ser de limpieza, de vigilancia, transportar documentos... (lo que generalmente haría un secretario común y corriente).

"Así que hay que llevar esta carpeta hasta la otra punta de la ciudad. ¿No tienen internet o qué?" Protesta Ryo mientras cruza un semáforo.

Keanu, quien carga con dos cajas entre los brazos, contesta. "No te quejes tanto y acelera el paso, que ya está anocheciendo."

Con cada minuto, la luz del sol va destiñendo.

"¡Aparta de mi camino!" Grita una voz furiosa.

Ryo se gira para ver que está pasando. Es el típico grupo de pandilleros. Delincuentes juveniles con pocas luces y mucho ego. Parece que han empujado a una señora que se había cruzado con ellos.

Keanu se acerca a la señora y la ayuda a levantarse. "¿Se encuentra bien?"

'Tiene buen corazón. Ayuda a los demás siempre que puede.' Pensó Ryo observando la situación desde la distancia.

Al cabo de un rato, Ryo y Keanu llegan a la sucursal de Industrias Mikato.

"Buenaaas. ¿Hay alguien?" Dice Ryo al entrar al edificio. "Las luces ya están apagadas. Quizás ya hayan cerrado, es tarde."

Keanu enciende la linterna del móvil. "Separémonos para buscar. Es un edificio grande; quizás quede alguien en alguna sala."

'Sería genial encontrar el interruptor.' Piensa Ryo mientras sube unas escaleras. 'Ahí está.' Corriendo a encenderlo, tropieza con algo y cae al suelo.

"¿Estás bien, Ryo?" Pregunta Keanu habiendo oído el golpe desde abajo.

"Sí, sí. Todo bien." Apenas Ryo levanta la mirada para ponerse en pie, descubre un pequeño cuerpo de energía maldita. Es completamente negro y tiene dos ojos grandes y blancos, sin pupila. 'Una pequeña maldición. Me está mirando, qué mal rollo. Espero que no sea peligrosa.'

Una vez Ryo pulsa el interruptor de la luz, el edificio se ilumina.

Pero de repente, un irritante ruido ensordece a Ryo, quien se tapa los oídos. "¿QUÉ ES ESTE PITIDO?" Grita Ryo.

Enseguida, Keanu aparece para ver que pasa.

"¿NO OYES EL PITIDO?" Pregunta Ryo.

Keanu encoge los hombros y niega con la cabeza.

'Será cosa de esa maldición. Tengo que encontrarla.' Ryo empieza a correr por todos los rincones de la sucursal con las manos aún en las orejas.

Keanu lo mira extrañado.

'Debe pensar que estoy loco.' "EL RUIDO NO SE DETIENE."

'Debo hacer como Séneca y los otros grandes estoicos. Ignorar el problema.' Ryo cierra los ojos y centra toda su energía espiritual en sus dos oídos. Dibuja con ambas manos los kanjis de un hechizo. "Chinmoku" (沈黙).

"Keanu, vayamos a entregar los documentos." Añade Ryo con firmeza.

En una habitación del tercer piso esperaba una señora. Mayor. De unos 55 años.

Los jóvenes le entregan tanto la carpeta como las cajas.

"Llegáis tarde. Espero que os quiten de vuestro sueldo para pagarme estas horas extra." Dice la señora con tono desagradable.

"Vaya borde." Susurra Keanu a Ryo.

La señora se levanta de su silla y recoge una serie de papeles de la impresora. "Entregad este informe a Los Asociados cuanto antes. Espero que no los hagáis esperar tanto como a mí."

Por obligación laboral, Ryo y Keanu aceptan el encargo y salen de la sucursal.

"Oye, Ryo..." Exclama Keanu. "Es ya la una de la madrugada y yo no debería llegar tarde a casa; mi familia me espera..."

"No worries, iré yo solo a entregar el informe." Asegura Ryo dando una collejita a su amigo.

"Muchas gracias. Prometo que te devolveré el favor."

Pasó otra hora más hasta que Ryo regresó a la bolsa de Tokio. Aún había algunas luces encendidas.

Tras entrar, Ryo se percata de que hay ruidos en el interior del cuarto de Los Asociados. 'Parece algún tipo de sollozo.'

La puerta se abre.

"Señorito Shura. ¿Qué hace usted aquí?" Susurra Bernard con lágrimas en los ojos.

"V-venía a entregar esto. Siento haberte interrumpido." Ryo pone el informe sobre las débiles manos de Bernard.

"No hay problema." Susurra él. Bernard desaparece por el largo pasillo informe en mano.

Ryo echa un vistazo al cuarto. 'Qué peste a alcohol... Este hombre me da mucha pena.'

La sombra de Bernard desaparece por la puerta del rellano que da al subsuelo de la bolsa de Tokio.

Ryo lo sigue lentamente. Baja las escaleras con extrema precaución y coloca la oreja sobre la puerta metálica del sótano, que estaba cerrada.

"¿Es este el último informe?" Pregunta una voz desconocida para Ryo.

"Sí, señor. Cumpla su parte del trato ahora." Dice Bernard.

"Lo prometido es deuda." Exclama el otro hombre.

Bruscamente, aparece una desagradable energía espiritual en el sótano.

'¿Qué es esta sensación?'. Ryo tiembla de miedo.

Ryo separa la oreja de la puerta y al girar la cabeza se encuentra con un hombre trajeado de pie mirándolo. Va rapado y lleva una máscara de calavera.

"¿Te apetece tomar algo?" Le propone el hombre a Ryo.

Por la puerta sale Bernard. Mira a Ryo, pero no le dice nada. Parece no haberlo reconocido.

Ryo comprueba que lleva el gladio en un bolsillo interior del esmoquin y entra al sótano sin decir nada.

"Puedes tomar asiento." El hombre prepara dos sillas metálicas y se sienta.

Ryo observa el sótano sucio, totalmente opuesto al limpio traje del desconocido.

"¿Quién eres?" Pregunta Ryo.

"Puedes llamarme Death, no suelo revelar mi nombre a espías." Death hace un gesto queriendo indicarle a Ryo que se siente.

"¿Qué le has hecho a Bernard?" Ryo insiste en quedarse de pie.

"Lo que él quería; soy un hombre de negocios." Death cruza las piernas y junta ambas manos.

Ryo prepara la mano bajo el esmoquin. "No estoy entendiendo nada. ¿Qué haces aquí?"

"Soy el dirigente de la empresa Warawere, que colabora también con la bolsa de Tokio. Nos dedicamos a la producción de armas para el combate. Dicho en otras palabras: hago de la guerra un negocio."

"Ya veo. ¿Pero eso que tiene que ver con Bernard?"

"Bernard es uno de los topos que tengo en las distintas empresas de la bolsa. Esto me permite conocer el panorama económico y acosar a los accionistas que tienen dudas de otras empresas para convencerlos de que inviertan en la mía."

Ryo pone ambas manos sobre los muslos. "¿Y no te causa remordimiento negociar con las vidas de la gente?"

Death ajusta su corbata. "No, no me lo causa. El mundo es así, siempre el vencedor se aprovecha del vencido. La violencia es aquella herramienta que permite solucionar los problemas cuando no hay otras vías, es algo instintivo."

"Además, vivimos en una sociedad donde quienes cuentan con el favor de la ley se aprovechan constantemente del resto, pisotean sus derechos y se inflan a privilegios a costa de los demás. Pero claro, acabar con el sufrimiento de alguien es mucho peor que abusar de una nación entera." Dice Death con ironía.