Ryo se acomoda en la silla. "Bueno, no sé. Yo creo que pensar en la muerte es perder el tiempo, pero aun así..."
"¿Aun así qué?" Contesta Death. "Si sabes alguna cosa de economía, entenderás que la oferta se adapta a la demanda, es casi como una ley natural. Si no fuese mi empresa, habría otra persona que vería oportunidad de hacer negocio con la venta de armas."
"Tienes razón." Exclama Ryo. 'Aun así yo me sentiría responsable por crear algo que solo sirve para dañar y matar.'
"Además, la muerte es un concepto absurdo. Lo mejor que puede hacer aquel que está condenado a morir es disfrutar de la vida. Una vez muera no sentirá más nostalgia ni ganas de vivir, dejará de sentir, de ser."
'¿Es este hombre realmente una mala persona?'
"¿Entonces que le has hecho a Bernard?" Pregunta Ryo.
Death chasquea los dedos y a su lado aparece una maldición humanoide. Viste un manto negro y lleva un casco medieval. Por las franjas de la visera, ilumina una única raya de luz roja.
"Esta es Oblivion, maldición del olvido." La extraña visitante hace una cortés reverencia.
"Es poderosa en sus atributos. Cuenta con el poder de hacer olvidar, de hacer recordar y de crear memorias falsas en el cerebro de la gente. Bernard trabaja para mí como topo en vuestra empresa a cambio de que yo lo ayude a olvidar a su difunta familia." Explica Death.
Ryo mira el suelo pensativo. "Bueno... No me parece mal si esa es su elección. Sin embargo, no puedo permitir que te quedes con ese informe. Eso perjudicaría a Industrias Mikato."
Death suspira. "¿No te doy miedo?"
"Sí. Mucho." Responde Ryo sacando el gladio del esmoquin. "Pero como he dicho, no puedo dejar que te alimentes de nuestra empresa."
Death suspira de nuevo. "No me gusta ser violento con la juventud. Si te dejas borrar la memoria, no sentirás responsabilidad alguna por esto."
Ryo coloca velozmente la cuchilla bajo el cuello de Death. "No huiré."
Death suspira. Coge la hoja del gladio con una mano y la parte en dos. Se levanta de la silla dando una patada a Ryo, que choca contra la pared del sótano.
Ryo se levanta.
"No me hagas golpearte de verdad." Death se acerca velozmente y lanza un puñetazo.
Ryo intenta cubrirse ejecutando la runa de protección, pero el puñetazo atraviesa, rompe la barrera de lleno y golpea de lleno el cuerpo del joven.
"Bien pensado teniendo en cuenta que tengo la maestría con Oblivion." (Cuando la maldición se une parcialmente al código genético del curse tamer, este puede ser repelido por runas que protegen contra maldiciones). "Pero no es suficiente."
Ryo cae de nuevo al suelo y resopla de dolor. "Devuélveme el informe."
Death se acerca lentamente. "Hay gente que es fuerte por su talento, otra que lo es por su indomable espíritu de superación... Yo soy ambas, un chico con talento que nunca dejó de entrenar."
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Año 1988. Afueras de la ciudad de Smara, Sahara Occidental, África.
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Entre las dunas del desierto camina un niño de 10 años con un jarrón de agua.
"Allí viene, es él de nuevo." Grita un niño algo más mayor cuando lo ve entrar a la aldea.
Una vez alguien lanza la primera piedra, los golpes no le dejan de llover. El niño aguanta sin que le caiga el jarrón hasta llegar a una pequeña choza.
Vive solo.
Con un pequeño cuenco de cerámica va cogiendo agua poco a poco 'Niño maldito... ¿Qué querrá decir maldito?' Piensa mientras bebe.
Por la noche siempre sale a pasear. Es el único momento del día donde el sol no abrasa todo aquello que toca.
"¡No te me acerques!" Grita una señora. "Suficiente tenemos con la guerra como para aguantarte a ti también."
Sin entender del todo el rechazo del resto de gente, el niño se aleja de la aldea. Camina en dirección a la luna, pero nunca llega a estar lo suficientemente cerca como para agarrarla.
Sentado en una duna algo más alta que las demás, observa el mar de arena sin pensar que es feo o aburrido, pues no conoce tampoco algo distinto.
Empieza a notar un temblor bajo el culo. A su lado emerge una mano negra de la arena. Se ve desgastada. El niño la mira y decide agarrarla.
Como si de un sueño se tratase, la mano lo transporta a la orilla del mar, a un monte verde, a dentro de un volcán, al cielo, a un paisaje nevado, a un fondo marino. 'Ahora sé a qué huelen los planetas.' Piensa el niño.
Haciendo uso de su increíble fuerza, saca por completo el cuerpo de la maldición. "Holi, me llamo Oblivion. ¿Tú como te llamas?" Pregunta con tono amigable.
"Yo... no tengo nombre."
La maldición del manto negro se compadece del niño y decide llevarlo de la mano de vuelta a la aldea.
Al volver, la aldea está ardiendo en llamas. Lo que eran chozas, son ahora escombros. Lo que eran vidas son ahora cadáveres.
Solo quedaron el niño y la maldición.
Oblivion y el joven Death empezaron a vivir juntos. En la más suma pobreza y en la más profunda soledad, el niño encontró un amigo.
Al cumplir los 12, el niño la llama. "Oblivion... quiero que hagamos un pacto."
La maldición deja de salar los alimentos y mira al chico. "¿Estás dispuesto a asumir el costo del contrato?"
"Sí. Borra todas mis memorias hasta ahora. Quiero empezar de cero."
"Nunca dije que pudieras elegir el precio, pero lo aceptaré. Tú eres importante para mí." Oblivion se quita el casco medieval y muestra su verdadera cara con una dulce sonrisa.
Tumba a Death en la arena y coloca las dos manos sobre su cabeza. "Puedes dormir, esto tomará un buen rato."
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Año 2018 (presente). Sótano de la bolsa de Tokio.
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Ryo apenas se mantiene en pie.
Death balancea su cuerpo hacia atrás para tomar inercia. Golpea el mentón de Ryo con un potente uppercut de energía espiritual.
Ryo escupe sangre e intenta en vano volver a levantarse.
"¿No ves que no puedes ganar?"
Los ojos hortensia de Ryo miran a Death y se emborronan lentamente.
Death suspira de nuevo y llama por teléfono a los servicios de emergencia.
Los doctores que llegan llevan la placa de Waraware en la bata.
"Oblivion, no le borres esta memoria; quiero que se acuerde de esta paliza." Dice Death saliendo del sótano.
"Entendido." Añade la maldición.
Juntos, salen de la bolsa de Tokio y Death se saca la máscara de calavera. Caminan uno al lado del otro bajo la luz de la luna llena y desaparecen en la oscuridad de la calle.