Chapter 83 - La gruta

— Así como escucho y tanto ha sido el caso, que no fue necesario encadenarla, ella no se ha opuesto a nada, nadie en su sano juicio siendo acusada como ella en este caso lo es se entregaría tan fácil, no se usted pero sin dudas siento que algo no está bien.

Habiendo finalmente escuchado aquello Izra se acercó a mí pues deduzco que aquello era algo de no creer por su persona en vista de la pregunta que realizó.

— ¿Qué pretendes? Todos aquí sabemos que nadie se entrega a sus perseguidores por justa voluntad.

Con la frente en alto y segura de mí misma ante aquel me quede, de su ser no aparte mis ojos y conteste.

— Todos aquellos que son culpables no se entregan por justa voluntad, más yo soy inocente y por eso eh venido hasta aquí.

— Inocente tú, no me hagas reír, hay imágenes que dicen lo contrario, confiesa que tienes la culpa y yo me encargare que tu muerte sea rápida.

— No voy a confesar algo que no eh hecho, júzgame en base a tus criterios, pero te aseguro que si lo haces solo por querer hacerte ver con grandeza el peso que quedará sobre tus hombros no tendrá comparación.

— Acaso escuche bien, me estas amenazando.

— No para nada, pero si lo quiere tomar así usted sabrá.

Escucharme expresar así provoco que de él una reacción saliera pues siendo como es la verdad nadie sería capaz de salir bien librado de entre sus garras y dicho ello Izra alzo su mano derecha pues pretendía golpearme justamente en ese momento sin intensión alguna a retractarse.

Ya para cuando pretendía liberar su fuerza contra mí se escuchó con fuerza una voz particular que repetía — no te atrevas a ponerle un dedo encima.

Izra instantáneamente escucho aquello, miró en dirección a mi espalda el lugar de donde procedía aquella voz que le increpaba — ¡Ja, ja, ja! Sí lo hago quien me detendrá tú ¡Ja, ja, ja! Solo no me hagas reír y sal de aquí.

Aquella voz volvió a gritar — sí, yo lo haré y no me importa lo que hagas para detenerme, pero a ella no le pondrás ni un solo dedo encima.

Para aquel momento yo me atreví a girarme, me di un poco la vuelta pues quería confirmar de quien se trataba aunque era evidente a quien pertenecía a aquella voz.

Inmediatamente me di la vuelta Dominieck quién yacía de pie junto a la entrada por la que hacía un momento me habían hecho ingresar, desde allí aquel me miró a los ojos y en su cara había una expresión de miedo y de arrepentimiento que nunca había visto jamás.

Dominieck no lo dudo y con rapidez se acercó, en tanto inmediatamente se acomodó próximo a mí, me sostuvo de la muñeca izquierda y me hizo retroceder en el acto alejándome así de Izra.

Los hombres de aquel viendo la determinación de Dominieck se distanciaron, estos abrieron paso pues aquellos estaban totalmente atónitos de la forma en la cual él le enfrentaba.

— Dominieck te lo advierto no estoy para juegos, tu mejor que nadie has tenido en las manos las pruebas de que ella es la culpable.

— Las eh visto pero aun así tengo dudas — increpó aquel — y ahora tengo aún más, por lo que la seguridad que tienen Emma para negarlo, me hace dudar con creces.

Aunque él se encontraba defendiéndome por alguna razón yo era capaz de sentir aun la duda venir en él, en sus palabras las podía llegar a percibir aun a pesar de que él hacía todo el esfuerzo porque no se notara.

— Lo niego porque tengo razón, vuelvo y lo repito soy inocente yo no eh hecho nada malo y ustedes son tan ciegos de que no se dan cuenta de que alguien me está queriendo incriminar.

Izra siguió gritando aparentemente no había nada que yo dijera que pudiera hacerlo cambiar de parecer, aquel hombre estaba sumamente enojado y aún más por alguna razón aquel se encontraba convencido de que yo me encontraba mintiendo.

Mirando como la energía de Izra aumentaba tres hombres dispuestos a espaldas de este se acercaron cargando consigo aquel aire de nobleza que solo ellos podían ostentar, yo por mi parte al verlos acercarse sintiendo un poco de reserva ante su imponencia di un paso hacia atrás y aferré mi mano al brazo de Dominieck.

Aquel que tenía al lado al ver como lo sostenía me observo, ya que luego de nuestra pelea de la tarde mi cercanía había quizás despertado en él de nuevo la calidez.

— No tengas miedo, no hay nada que temer — dijo aquel entre dientes.

Yo lo observe a pesar de escucharle no dirigí mis palabras hasta él, más sin embargo me sentí privada de ello por lo que solamente termine agitando la cabeza en un sí.

Uno de aquellos tres el que particularmente se observaba más mayor, quien llevaba puesto un traje y zapatos de vestir en color negro, con una corbata roja ceñida al cuello, su pelo corto bastante bien recortado se encontraba particularmente acomodado hacía atrás peinado de una manera bastante elegante.

— Entonces esta es Emma, no es como que muy pequeña.

Indignada dije ante ellos tras voltear mi cabeza hacía el lado derecho — yo no soy pequeña soy de estatura normal.

Aquel hombre al ver mi respuesta río estaba totalmente consternado por ello.

Dominieck en vista de ello indicó — lo siento, a la señorita no le gusta que hablen de su estatura.

— Sí todos te vieran como ustedes lo hacen, cualquiera en mi posición lo haría no vez que parezco un pitufo en medio de todos ustedes.

De allí en más aquellos se volvieron más calmados e incluso en vista de que no les conocía con toda calma se presentaron y dicho aquello de seguido deje salir de mí los puntos que no hacían lógica a aquel asunto.

— Hay muchas razones por lo que se puede suponer que no soy yo y lo primero de todo es, que las cámaras de la residencia Bastrii pueden confirmar respecto a él día y la hora en donde yo estaba, incluso — dije tras mirar a Dominieck con algo de evidente enojo — puedes incluso hablar con Zoe, Leila y Bazili quienes son con quienes paso más tiempo allí.

Tora tras tomar la palabra indicó — hay muchas razones por la cual podemos suponer que eres tú y por lo que ahora seríamos capaces de condenarte, pero mirando cómo te comportas hay cosas que no cuadran.

— Como cuales — dije con evidente curiosidad.

Tora al ver mi interés se retiro hacia un rincón con pasos delicados y suevas se alejo y poco tiempo después se acercó.

— Sabes qué es esto — cuestiono aquel quien extendía en mi dirección un pedazo de tela roja algo comprimida, cosa que tome en mano y extendí.

Para sorpresa mía en aquel momento si sabía de qué se trataba fue algo inevitable el no hacerme conocedora de ello y mirando a Dominieck indique — es mi vestido, el mismo que use durante nuestra cena, como es que ustedes lo tienen.

Aquel se encontraba algo sucio y un tanto roto, aparentemente había sido utilizado la pregunta era entonces, para que o por quien además de mi fue hecho.

— El cómo no es importante ahora, primero quiero que me respondas ¿Puedes sentir algún aroma en él?.

— Aroma de que tipo.

— Uno particular él que sea.

Con intriga acerque aquel trozo de tela un poco, no demasiado pues desconocía donde había encontrado todo este tiempo así pues mirándola entrecerré los ojos y deje que mi olfato hiciera su trabajo.

Sí, efectivamente en aquella prenda se podía percibir mi aroma, no el de loba porque cuando la use no había despertado aun mi verdadera piel por lo que mi aroma lobuno no se encontraba presente, si no que en ella lo que percibía era mi mero aroma humano así que dije de seguido.

— Solo siento mi esencia humana, ligado a una fragancia florar muy fuerte, desde hay no logro percibir nada más así que dígame ¿Qué es lo que quiere que note?

— Te aseguro que en ella hay algo más, podrías Dominieck ayudarle ya que te encuentras cerca de ella.

Dominieck me miró y junto a mi sostuvo de una pequeña zona aquella pieza de ropa y con rapidez se la llevo a la nariz, al cabo no más de dos segundos aquel abrió sus ojos de par en par pues había percibido algo en ella que llamo enteramente su atención — siento un aroma a lobo es muy suave pero para nada similar al de Emma, el aroma a jazmín es muy fuerte, por lo que sin dudas puedo decir que alguien uso esto además de ella y fue lo suficientemente astuto que intento desviar su aroma.

Tora indicó — estás seguro.

Dominieck replicó — si lo estoy.

Izra cuestiono — es imposible que no sea de ella hay muchas cosas que la señalan.

Dominieck cuestionó — pues créalo porque como eh dicho, no es de ella.

Malbert el segundo de los cuatro exclamó — y bien como podrías probarlo ya que te encuentras tan seguro de defenderla.

— Dominieck no tiene que probar nada, en todo caso yo soy la acusada aquí — así bien mirando a Izra con el rostro marcado por el desprecio continúe — quieres olisquearme, ven acércate, pero procura alejarte rápidamente de mi porque créeme que buscare la manera de desquitarme cada una de las cosas que me has hecho.

Gioda quien se había mantenido callado exclamó al instante — parece ser una manía de los Bastrii el no conseguir una pareja normal, no es posible que tu sigas los mismos pasos de tu padre y te guste a fin de cuentas una mujer con semejante carácter.

— Qué puedo decir, a mi padre y a mí nos gustan las fieras, es algo en lo que ambos sin dudas coincidimos.

Así durante un tiempo más estuvimos discutiendo, sacando al aire ciertas particularidades y cuestiones que se apartaban de la verdad lo que hacía que quedasen algunbos baches a la deriva y dejaban en duda lo acontecido, la tensión se sentía con creces y las miradas de los cuatro alfas contra nosotros por igual.

Pasaban más o menos las dos y treinta minutos de la noche cuando un sonido extraño nos coloco a todos en alerta.

Aunque no era común podía llegar a sentirse como unos golpeteos provenientes desde el exterior se podían llegar a escuchar, ante todo parecía que afuera se llevaba a cuentas una batalla fuera de la realidad algo impensada una contra la cual no estábamos listos para enfrentarnos.

Fue allí que ante nuestra sorpresa Lyall apareció, pues aparentemente durante todo aquel tiempo él se había quedado fuera, sus rostro se encontraba algo teñido por el miedo, probablemente aquel había visto algo que para nada había sido de su agrado.

— Tenemos problemas.

Dominieck inmediatamente cuestiono — ¿Qué sucede?

Lyall increpó — la gruta esta bajo ataqué, el consejero ha aparecido con un grupo incalculable de lobos, y exige que todos salgan.

— ¿Qué? — exclamó Tora — no se supone que él había desaparecido de la ciudad.

— Eso es lo que ustedes deducierón pero es evidente que no, que este aquí la verdad no significa nada bueno — replicó Dominieck.

Los cuatro alfas junto a Dominieck por un momento discutieron tenían que ponerse de acuerdo antes de todo en como aquellos iban a reaccionar una vez se atreviesen a salir.

— Yo también voy — dije al notar como aquellos pretendían de algún modo hacerme a un lado.

— Claro que no, tu no irás — refutó Dominieck — tú te quedas aquí.

— Estoy harta de que todo el mundo incluyéndote a ti, pretendan aislarme, de verdad piensas que te dejaré salir así como así y solo independientemente de que Dominieck se encuentre a tu lado, pues no, o vamos los dos o nos quedamos los dos, tu decides.