Chereads / Piratas y Cazadores - Libro 1 - / Chapter 14 - Cap. - 14 -

Chapter 14 - Cap. - 14 -

Claramente furioso por el estado en que se encontraba Violet, William se acercó a Egil con toda la intención de darle fin a su vida, aun adolorido por el golpe que había recibido. Egil se arrastraba en el suelo mientras extendía una mano hacia William como si intentase apartarlo ya que le resultaba difícil saber exactamente la ubicación de William pues miraba doble debido al golpe, razón por la cual le resultaba difícil crear un arma.

En cuanto William se acercó creó una pistola y la apuntó hacia la cara de Egil, en eso gritó:

—¿Quién te envió? ¿Quién te pidió asesinar a mi hermana?

Egil no respondió, solamente comenzó a reír, algo que enfureció a William quien terminó golpeándolo nuevamente la cabeza de Egil con la culata del arma y entonces dijo:

—Responde mi pregunta, otra oportunidad no habrá.

Egil procedió a escupir los zapatos de William y a reír nuevamente, fue en este momento que William jala el martillo y dispuesto a matar a su enemigo aprieta el gatillo, pero fue detenido por un grito que se escuchó a lo lejos seguido de un derrumbe; en eso, Jayden que había estado observando a William todo este tiempo exclama reconociendo la voz de aquel quien gritó:

—¡Padre! William es mi padre

Sin entender muy bien lo que dijo, William preguntó desconcertado:

—¿Este sujeto?

—No —respondió Jayden— el grito, la persona que gritó es mi padre.

En eso Egil empezó a reír desenfrenadamente algo que tomó por sorpresa a William y a Jayden, aprovechando ese instante y ya recuperado del golpe Egil crea una espada y ataca a William quien no tiene más remedio que dar un salto hacia atrás, en eso Egil le lanza la bola de hierro sin forma de evitarlo William recibe el golpe y debido a la fuerza con la que fue lanzado William atraviesa varias casas hasta que por fin se detuvo por una de estas casas que termina colapsando encima de él.

Creyéndolo muerto, Egil celebra su victoria con una risa eufórica, sus manos temblaban. No podía creer lo que había logrado, vencer aquel a quien llamaban el pirata más fuerte de la época no era poca cosa. Por la emoción, Egil no se dio cuenta cuando Jayden apuntaba a su cabeza con la pistola que William le había dado, temblando por el miedo Jayden falló el tiro y terminó disparándole en la mano izquierda arrancándole el dedo meñique y el dedo angular.

La adrenalina le impidió a Egil sentir dolor alguno al comienzo por lo que solo se limitó a ver como sangraba su mano, pero poco a poco el dolor iba apareciendo hasta que se volvió insoportable. Lleno de ira Egil se apresura a ponerle fin a la vida de Jayden, este intenta dispararle de nuevo, pero no logra acertar un solo tiro del miedo, ya cerca de Jayden, Egil toma a Jayden del cuello y levantándola con sola una mano empieza a asfixiarlo, Jayden empieza forcejear, pero la fuerza de aquel pirata lo supera y por mucho, maldiciendo su encuentro, no le quedó más que aceptar su destino.

Lentamente su conciencia se iba apagando por la falta de aire, en eso Jayden junto con Egil observa una llamarada que se extiende hasta el cielo, a lo que.

—¿Ves eso? Ese acto indica el inicio del fin de este sistema de cosas, es como si alguien hubiese dado vuelta a un reloj de arena y esta empezara a caer, ya no hay vuelta atrás, lamentablemente tu no estarás ahí para verlo —Egil comenta...

De inmediato, Egil ejerce más fuerza en su mano decidido a matar a Jayden en ese instante, pero debido a un dolor agudo en su antebrazo Egil suelta a Jayden, Egil tenía atravesado una daga que había creado Jayden, golpeándolo en la cara Egil le grita:

—¡Maldito bastardo!

Egil entonces procedió a retirar la daga con los tres dedos restantes de su mano izquierda, Jayden se había desmayado por el golpe que recibió.

Queriendo terminar su trabajo de una vez por todas y salir de ahí, Egil se dispuso a tomar la daga de Jayden para matar a Violet. Pero cuando estaba a punto de levantarle, Egil recibe otro disparo en su mano derecha que termina arrancando el dedo índice y el dedo medio.

—¡Maldición! ¿¡Quién fue el bastardo que disparó!? —Gritó Egil.

—Oh lo siento, lo lamento mucho —contestó William—, quería hacer juego con tu otra mano, pero me equivoque, espero entiendas que debido a mi punto de vista no pude apreciar bien qué dedos te hacían falta en la otra mano, no fue personal, si te hubieras movido un poco a la izquierda hubiera visto mejor y no me hubiera equivocado, sin resentimientos, ¿verdad? —Habló irónicamente.

Egil se enardeció con cólera y corriendo hacia William fue solo para encontrar su muerte. En cuanto se acercó a él, William exclamó: "lluvias de espadas", diez espadas cayeron del cielo nocturno clavándose en todo el cuerpo de Egil quien no supo qué fue lo que lo golpeó.

Mientras la sangre de Egil recorre las espadas de William Egil empezó a sonreír sin razón aparente, hecho que desconcertó a William.

—¿Te alegra saber que vas a morir? —Le preguntó lleno de curiosidad

—¿Crees en el destino William? —Respondió Egil.

—No, no creo en tales cosas.

—Deberías… —exclamó en su último aliento mientras una enorme sonrisa iluminaba su rostro.

Murió.

Ahora bien, los sucesos que llevaron a Egil a expresarse de tal forma, fueron desconocidos para William hasta el día de hoy, pero yo te los contaré a ti.

Egil y Sam solían trabajar en una mina para su sustento, sus padres eran de muy bajo recursos y eran de aquellos tipos de padres que no merecían tener hijos por la forma en que los trataba.

Sin llegar a cumplir la mayoría de edad para hacer uso de las habilidades que los tatuajes les concedían a los chicos solo les quedaba valerse por ellos mismo. Y eso implicaba en muchas ocasiones hacer lo necesario para sobrevivir como: robar comida.

En aquel día en particular, Sam había estado observando al panadero cocinar un nuevo tipo de pan, uno relleno de carne de dudosa procedencia, pero todo sabe bien cuando llevas tres días sin comer.

En cuanto el panadero se distrajo, Sam aprovechó y robó dos bollos de pan, una para su hermano y otra para ella. Dos bollos que no deberían ser causa de gran alboroto para el panadero, es de hecho una cantidad menor a la que las ratas solían comer. Sin embargo, no fue el caso ese día, el panadero cansado de que le roben fue detrás de Sam quien no pudo llegar tan lejos tras ser golpeado por un jarro que le lanzó el panadero.

El golpe la dejó aturdía y el dolor fue tal que le saco lágrimas, en cuanto al panadero, él se acercaba de forma amenazadora llevando consigo un cuchillo y gritando:

—¡Ya me cansé de ustedes, pequeños ladronzuelos, veremos si siguen robando cuando les corte las manos!

Aunque la escena era peligrosa para la niña nadie salió en su ayuda, todo lo contrario, los transeúntes no paraban de reírse, incitando al panadero a hacerlo. En cuanto el panadero alcanzó a la chica levantó su cuchillo y con toda la ira del mundo se dispuso a cortarle la mano a la niña.

Y antes de que lograra su cometido, su hermano, Egil, le lanzó una jarra con agua y de inmediato se puso enfrente de su hermana, que había empezado a llorar en cuanto le vio.

—¿Qué crees que le haces a mi hermana, viejo gordo? —Exclamó valientemente el joven.

—El hermano mayor defendiendo a su hermana... que tierno. ¡Los enviaré a los dos al infierno!

El panadero volvió a levantar su mano en contra de los chicos para darse cuenta que su pecho había sido atravesado por una espada. El golpe provenía desde atrás. Cuando se volteó a ver quién fue se encontró con dos personas. Una clase de sacerdote y un joven Bardock que creó la espada que lo atravesaba.

En cuanto el cuerpo sin vida del panadero se desplomó todos los transeúntes corrieron a la panadería para ver las cosas de valor que podían llevarse, entre ellos estaban los padres de los chicos quienes miraron la escena sin ninguna clase de preocupación.

Los chicos, por otra parte, estaban asustados no sabían la clase de suerte que les tocaría a manos de esas personas. Sin embargo, las palabras que salieron de aquel sacerdote fueron tan sorprendentes como el hecho de que acaban de ver.

— ¿Se encuentran bien? —pregunto—. ¿No les pasó nada?

—Estamos bien, gracias.

—Me alegro, los niños nunca deberían pasar por este tipo de cosas, me gustaría cambiar eso, pero necesito ayuda, ¿quisieran ayudarme a lograr eso?

Consiguiente el sacerdote estira su mano esperando la respuesta de Egil. Transmitía una sensación de confianza que resultaba atrayente, aunque su rostro decía lo contrario, había sido salpicado por la sangre del panadero, aun así, no dejaba de sonreír algo que perturbó a Egil, solo un loco sonreía ante tal circunstancia, por lo que Egil se apartó, empezó a caminar hacia un lado con su hermana a la espalda.

El sacerdote al ver esto se movió tan rápido que Egil no pudo reaccionar creyendo que iba a morir cerró sus ojos y al instante sintió como la mano del sacerdote acariciando su cabeza acompañado con una serie de imágenes donde salía él junto con su hermana en lugares donde nunca había estado y por último dos imágenes que nunca olvido.

La primera lo mostraba a él junto a su cuerpo clavado por espadas y enfrente de él una sombra y a continuación observó a su hermana en un bello jardín de flores sonriendo alegremente, jamás la había visto así. Cuando las imágenes terminaron Egil abrió los ojos y preguntó:

—¿Qué fue eso?

—Ese es el destino que les espera si me siguen.

Con eso el sacerdote se levantó y siguió su camino, detrás de él un grupo de niños de diferentes etnias y alturas lo seguían de cerca.

—¿Qué haremos, hermano?

Se detuvo a observar a sus padres que pelean por un bollo de pan y al darse cuenta en qué terminaría su vida y la de su hermana si se quedaban ahí.

—Iremos con él —comentó.

Egil prefirió aquel destino que le había mostrado el sacerdote, aunque significase su muerte, si al final de todo, su hermanita sería feliz.

Egil recordó esa escena antes de morir a manos de William, por lo que su fe ante este sacerdote, al que llamó más tarde oráculo, creció enormemente, murió sonriendo sabiendo que su hermana lograría alcanzar la felicidad que él siempre quiso para ella.

Cuando William se percató que Egil había muerto exclamo:

—Eres la segunda persona que sonríe ante mi cuando muere.

Fue entonces que William se acercó primeramente a Violet y después a Jayden una vez que verificó que ambos estuvieran con vida los cargó en sus hombros y procedió a marcharse de la zona cuando de repente, sin previo aviso, un escalofrío recorrió toda su espalda y es que William fue capaz de percibir un instinto asesino que venía de detrás de él. Era el líder de aquel grupo, aquel que sujetaba el cristal rojo en sus manos, aquel que se movía entre las sombras de la habitación del Señor Arthur, aquel que enfureció al lobo, esa persona estaba ahí, quieta sin hacer nada, simplemente observando el cuerpo sin vida de su compañero y junto con él un niño que sujetaba su mano.

—¿Crees que sufrió? —preguntó el extraño.

—¿Eh?

—Mi compañero, ¿crees que sufrió antes de dejar este mundo?

—Le atravesé diez espadas en todo su cuerpo, no creo que su despedida haya sido agradable —respondió William sin pelos en su boca.

—Tienes razón… Los conocí a él y a su hermana cuando estaban trabajando en una mina del reino, estaban por morir cuando los sacamos de ahí… oh su hermana, ¿crees que se ponga triste?

Preguntó el extraño, como si estuviera fuera de la realidad, algo que puso en alerta a William, si no mostraba sus emociones no podría predecir sus movimientos, por lo que decidió seguirle la conversación mientras se mantenía alerta ante cualquier ataque.

—Seguro que si

—Ella no tuvo una visión tan extensa, no pudo llegar a ver este resultado, pobrecita, no se pudo despedir de su hermano. ¿Puedes hacerme un favor? Podrías deshacer tus espadas para llevar el cuerpo.

—Claro, no hay problema.

Y con eso las espadas desaparecieron, el extraño soltó la mano del niño y este al instante lo sujetó de la ropa, colocó el cuerpo de Egil en sus hombros y con una sonrisa casi angelical agradeció lo que hizo William. Luego de eso procedió a retirarse, unas sombras aparecieron en sus pies y empezó a tragarse al extraño junto con el niño, antes de ser absorbidos por completos el extraño dijo:

—Deberías buscar a Max.

Y se fue.

Sin tener la menor idea de que había ocurrido, William solo agradeció al cielo por haber salido de ahí sin tener que haber luchado contra ese sujeto, temía por Violet y Jayden, quienes de una u otra forma se verían envueltos en el fuego cruzado de la pelea.

No muy lejos de ahí, el sujeto junto con el niño y el cuerpo ya sin vida de Egil se encontraron con Sam, esta al ver a su hermano muerto corrió hacia él, pero su compañero la sujetó y le impidió el paso a lo que ella le reclama:

—¿Qué diablos pasa contigo, Bardock? Suéltame.

—No puedo dejar que lo veas.

—Si no me sueltas te juro que el siguiente en morir serás tú. ¡Lo sabías! ¿no es así? Sabías que él moriría y aun así no nos lo dijiste.

—Fue su decisión Sam, él siguió el camino que el destino le había señalado al igual que tú.

—¡Púdrete!

Sam comenzó a forcejear con Bardock, pero no pudo zafarse de su agarre, en eso el niño exclama mientras limpiaba la sangre su boca:

—Ya terminé.

—Bien hecho —le responde Bardock, a lo que procede a soltar a Sam.

—¿Qué pasó?

—Nada, hubo un desvió y tuvimos que salir de ahí.

—Ya veo, ¿qué hacemos ahora?

—Regresemos con el oráculo, él sabrá qué hacer.

—Está bien.

Los tres procedieron a marcharse del lugar, Sam sin embargo se detuvo un momento y mirando hacia atrás le preguntó a su compañero:

—Creí que éramos cuatro.

—Tienes que estar confundida, solo éramos nosotros los que venimos a esta misión.

—¿Sí?

—Sí

Con eso Sam, siguió a su compañero, olvidando por completo la existencia de su hermano.

En cuanto a Max, él y el dragón estaban luchando contra el cazador y su compañero, la pelea ya llevaba un tiempo de haberse producido y aunque Max confiaba en las nuevas fuerzas que consiguió tras formar una alianza con el dragón… la verdad era que no era rival para el cazador, y es que Max no sabía qué hacer, aparte de que su fuerza bruta había aumentado no había nada más aparte de eso. Sin tener ninguna experiencia de ser un cazador y sin ser capaz de comunicarse con el dragón de la misma forma que lo hacían sus contrincantes no había nada que él pudiera hacer aparte de recibir la paliza que le estaba suministrando su contrincante.

Estando en el suelo Max trataba con todas sus fuerzas cubrirse de los ataques de Leo, alzando ambos brazos protegía su cara mientras Leo lo golpeaba sin parar hasta que por fin logró su cometido y rompió la defensa de Max ocasionándole varios golpes en el rostro, los golpes eran tan fuertes que la cabeza de Max rebota contra el suelo cada vez que recibía un golpe.

No fue hasta que el dragón fue a su auxilio que logró zafarse de esa golpiza, con la cara ya hinchada y mareado por los golpes, Max no tuvo más remedio que tirarse al suelo esperando que el mundo dejara de girar a su alrededor. Todo esto lo hizo mientras que el dragón daba lo mejor de sí para luchar tanto con el cazador como con el lobo. Sin saber qué hacer y creyendo que iba a morir en esa pelea Max se rindió… por primera vez desde que inició a pelear se detuvo para calmarse y pensar. Él sabía cómo parar al cazador, tenía que noquear al lobo, pero no sería una tarea fácil si el cazador lo protegía.

"¿Entonces, qué hago?" Se preguntó y en eso una voz, una voz procedente de quién sabe dónde, procedió a hablarle.

—Tranquilo —dijo la voz, que pareció ser la voz de una mujer a los oídos de Max—, no te preocupes, yo te ayudaré a combatir, solo tienes que relajarte.

—¿Quién eres? —preguntó Max desconcertado del origen de la voz.

No hubo respuesta. Sin nada que perder, Max se levantó y soltó su cuerpo, dejó de apretar los puños, dejó de tensar sus músculos, cerró sus ojos y dejó de prestar atención a la pelea, de repente la voz gritó:

—¡Viene!

El puño de Leo se dirigía nuevamente a la cara de Max, pero esta vez Max logró esquivarlo y con mucha facilidad he de decir, luego de esquivar Max empezó a golpear a Leo, esta vez Leo no podía predecir los ataques de Max. Era como si se tratase de otra persona, alguien más experimentado, a lo que Leo se preguntó:

—¿El dragón? No, su alianza aún no ha llegado a tal punto, ¿entonces quién?

El cazador ya no tuvo tiempo para pensar más en el asunto, Max se había lanzado hacia él con todo, llegó un momento en que sus golpes superaron la velocidad del cazador hasta el punto que este ya no se podía cubrir de los ataques de Max. El lobo al ver esto fue a socorrer a su compañero, pero fue detenido por el dragón que procedió a lanzar unas llamaradas impidiendo su avance.

El lobo se concentró tanto en evitar las llamaradas que no se dio cuenta cuando su compañero cayó al suelo inconsciente por el feroz contragolpe de Max, lo supo cuando ya era demasiado tarde pues Max ya estaba encima de él para noquearlo.

Esta vez, el golpe sí tuvo efecto y el lobo cayó inconsciente ante la mirada de Max y el dragón quien alzaba sus alas en señal de victoria.

Seguido del lobo, Max cayó también inconsciente con una sonrisa en el rostro sabiendo que había logrado parar al lobo. En eso se apareció William cargando a Violet y a Jayden, en cuanto William vio al dragón y al lobo cerca de Max, bajó a Violet y Jayden y salió corriendo a donde se encontraba temiendo que las bestias lo hubiesen matado, pero no, lo que encontró fue al dragón protegiendo a Max.

De repente un fuego aparece en el dorso de la mano derecha de Max, William procedió a apagarlo lo más rápido que pudo solo para darse cuenta que se había formado un tatuaje de cazador:

—Imposible —dijo y viendo al dragón le preguntó—: ¿Tú hiciste esto?

Claramente el dragón no le respondió con palabras, pero sí con acciones ya que empezó a lamer la mano derecha de Max. Sin tener idea de qué había ocurrido y extrañado por la formar de actuar de aquel sujeto, William se sentó al lado de Max y se preguntó:

—¿Qué diablos acaba de pasar?

Entonces, la noche más larga de Riverwood terminó.