Una niebla espesa se había formado la noche en que la pequeña decidió huir de sus secuestradores, aprovechando la poca visión de aquella noche y valiéndose de su pequeño tamaño escapó del cuarto donde la retenían por una ventana. Llena de valor y con la esperanza de que alguien la ampararía corrió lo más rápido que puedo hacia la ciudad.
No se detuvo ante nada ni siquiera antes los extraños sonidos de la noche, para ella esos sonidos no eran tan aterradores como el lugar en donde estaba cautiva, una vez que llegó a la ciudad empezó a recorrer sus calles gritando:
—¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdenme!
Sin embargo, nadie respondía a su llamado, ni una vela era encendida, ni los chismosos se asomaban, "estarán dormidos" pensó la niña, por lo que volvió a gritar con más fuerza que antes:
—¡Por favor que alguien me ayude, por favor!
Pero no hubo respuesta, la niña decidió a escapar empezó a tocar las puertas de las casas hasta el punto de ser molesto aquel sonido, aun así, nadie atendió a su llamado de auxilio. Con lágrimas en sus ojos la chica cayó enfrente de una de las tantas puertas que había tocado y se preguntó:
—¿Por qué nadie me ayuda?
Fue en ese momento que escuchó la voz de alguien cerca de donde se encontraba, reconociendo la voz de la persona, empezó a gritar y a correr de nuevo, esta vez sus gritos eran entrecortados por las lágrimas que brotaban de sus ojos, no comprendía porque nadie salía a su auxilio, su mamá siempre lo hacía, "¿es que acaso no había madres en este lugar?" Se preguntaba.
Sin conocer muy bien aquella ciudad la niña se topó con un callejón sin salidas, al darse cuenta de su error trató de rectificar lo más rápido que pudo, pero sus secuestradores ya la habían alcanzado y habían cerrado cualquier ruta de escape.
Sin nada más por hacer la niña gritó nuevamente por ayuda, pero de nuevo, nadie respondió al llamado, entonces, el líder de aquella banda exclamó:
—Corre, grita, patalea e insulta a quien quieras en esta ciudad, jamás te van responder.
La niña en llantos fue capturada por aquella persona y llevada nuevamente a su celda, arrinconada en una esquina se puso a llorar mientras que los otros niños que la acompañaban en aquella celda trataban de consolarla.
—Sylvie todo estará bien. —Le dijeron.