Al mediodía llegamos a un pequeño pueblo compuesto por no más de cuatro calles. La clásica taberna de dos pisos nos daba la bienvenida con una puerta abierta de par en par. Acaricié a un ave gigante atado a un poste que tenía silla de montar y alforjas «más tópicos, para variar» y entramos.
Su interior estaba repleto de gente bebiendo, comiendo, jugando a las cartas, algunos riendo y otros peleando. Pasaríamos desapercibidos.
-Demonio, -dijo tirándome de la manga-. no hay mesas libres, vayámonos.
Un vistazo rápido me hizo resoplar: Entre toda la muchedumbre, una chica delgada y de un corto cabello rosa oscuro devoraba como si fuera a ser su última comida en la tierra. Llevaba una armadura blanca muy ornamentada y un gorro tipo ushanka a juego. Sin lugar a dudas, era un personaje importante por encima de todos esos campesinos, mercenarios y aventureros genéricos. «vamos a acabar este arco rapidito, venga». Agarré de la mano a Shaena y fuimos directamente a su mesa.
-¿Te importa si nos sentamos contigo? No hay mesas libres.
Me miró por encima de un muslo de lo que parecía pollo y... ¿me siseó? Sus ojos del mismo color que su pelo nos juzgaron a ambos durante unos momentos antes de tragar y carraspear exageradamente.
-Sólo si te sientas a mi lado. Y no tocáis mi comida, claro. - Shaena y yo nos miramos un momento y cuando ella asintió con la cabeza nos sentamos.
-Y... bueno, ¿hacia dónde os dirigís? No quiero meterme donde no me llaman, pero viajar con compañía siempre es... más divertido. - Mientras lo dijo se arrimó un poco y fue el turno de Shaena de carraspear, se la notaba molesta. «Oh, así que va a ser uno de esos Isekai, peor que el purgatorio.»
-A dónde nos dirigimos no es de tu incumbencia, y si me disculpáis, voy a pedirnos algo de comer.
Se levantó con brusquedad y avanzó con paso firme hasta la barra. La chica nueva se me acercó aún más y me olió la cabeza y el pelo. Algo feral en su actitud me paralizó.
-Hueles como la brisa en un bosque en la mañana. Eso me gusta. Me llamo Ziev. - Se recostó sobre mi brazo y sus ojos brillantes me miraron.
-Soy Roberto, y sí, hemos estado toda la mañana andando por el bosque que sale desde la capital. Nos dirigimos al norte, ¿tú también vas? - Sabía que su respuesta iba a encajar con los acontecimientos, así que para qué nadar contracorriente. Tenía que acabar con todo esto y salir de este mundo.
-¡Sí, claro! Roberto, disfrutemos todo lo que podamos mientras dure nuestro camino en común, ¿sí? - fue acercándose cada vez más y más. Según me inclinaba hacia atrás, ella iba reclamando ese espacio para si misma.
-¿Interrumpo algo? - Shaena dejó una bandeja enorme llena de comida suficiente como para demostrar quién de las dos tenía más poder adquisitivo. Y ahí llegó mi momento, carraspeando me incorporé y reclamé mi espacio empujando de la cabeza a la chica. Debajo de su sombrero noté algo duro que no pareció ser su cabeza. ¿Tal vez ella sí que era un demonio?
-No, no, perdón. Vamos a comer.
Comimos en un silencio incómodo durante unos pocos segundos hasta que Shaena se percató de que Ziev no se había movido desde su vuelta, con el cuerpo encogido totalmente: hombros hacia dentro, manos apoyadas en el banco entre sus piernas y la mirada gacha.
-¿Ya no tienes ganas de acosar a mi compañero de viaje? Comprende que si quieres venir con nosotros...
-¡IDIOTA! - interrumpió mirándome fijamente con sus ojos llorosos. «¿Y yo qué he hecho ahora?» Pero antes de poder responder se levantó y se fue corriendo escaleras arriba.
La escena paralizó a todos los presentes y como no nos convenía llamar la atención siendo fugitivos del rey, decidimos coger lo que pudiéramos comer por el camino e irnos lo más rápido posible. El tabernero que vio toda la escena se presentó junto a nosotros y con un gesto de la mano solicitó su paga. Tras echar un par de monedas de oro volvió a hacer el mismo gesto mientras señalaba la comida de Ziev, que al parecer también nos tocó pagar. Shaena me lanzó una mirada furiosa mientras pagaba por segunda vez.
* * *
Caminábamos por el sendero principal dirección norte. Tal vez su padre ya había mandado a gente en nuestra búsqueda, así que decidimos que antes de que anocheciera dejaríamos esa ruta para atravesar el bosque que rodeaba el camino, lejos de miradas curiosas.
-Demonio, ¿qué le hiciste a la chica para que se fuera llorando? Dudo que fuera siquiera adulta.
-¡Nada! Era ella la que me estaba acosando a mí, ¡yo jamás le tocaría un pelo a una chica sin su permiso! - ella falseó un tosido, tapándose educadamente con la mano y frunciendo el ceño, toda una señorita.
-Eso díselo a los sabios eternos cuando lleguemos. -respondió con contenida suavidad.
-¡Eh, vosotros! ¡Tenemos un asunto pendiente por aclarar! -Nos giramos y allí estaba ella caminando lentamente hacia nosotros. Su pelo al atardecer se tornaba rojo como el fuego.
-¡Ya lo creo! ¡Te fuiste sin pagar!
-¿Eh?... ¡Eso no! ¿Sabes, princesa? Es muy descuidado que andéis por ahí a solas, cualquiera podría robarte tus tesoros. Pensaba hacerlo por las buenas, mientras dormíais pero después de lo que hizo tu compañero... - Se quitó el ushanka con solemnidad para enseñar un par de cuernos negros con ligeros destellos anaranjados. Saliendo desde la frente, se retorcían hacia atrás siguiendo la curva de su cabeza hasta la nuca. - Me quitó mi virtud, el último tesoro que le quedaba a una chica como yo. - Le tembló la voz al decirlo y la mirada de Shaena me helaba la nuca.
Empezó a desabrocharse la armadura e instintivamente me di media vuelta. «¿Se va a desnudar? ¿así sin más?» Así que sí que es uno de esos Isekai... El rostro de Shaena, que seguía mirando, se fue desencajando más y más. Pensé que sería a causa de ver a una chica desnuda, pero pareció sorprenderse más que la noche anterior conmigo, y eso contando que sus ancestros le dieron una clase de biología exprés.
-¡Ziev! ¡No sé de qué me estás hablando! Puedes vestirte y lo hablamos como personas civili...
-¡Cuidado! -Shaena se abalanzó sobre mí gritando y una bola de fuego nos pasó rozando. El golpe contra el suelo me hizo acordarme de las heridas de ayer y gemí de dolor. Giré la cabeza y pude ver cómo donde antes estaba Ziev ahora había un enorme dragón rojo, con una mirada y unos cuernos idénticos a los de ella.
-El tiempo de hablar ha acabado. -Su voz era ahora más áspera-. Una dragona repudiada por no tener ni guarida ni tesoro la única integridad que puede mantener es la de su virtud, ¡y hasta eso me arrebataste!
-Demonio, ¿le tocaste los cuernos a un dragón sin su permiso? - levantó su brazo y detuvo una segunda bola de fuego con un muro que se sublimó al instante, «¿pero qué pasa en este mundo con los cuernos? ¿Esto va a ser el maldito chiste recurrente?»- ¡Normal que quiera matarte!
-¡¿Podemos discutirlo en cualquier otro momento?! -le contesté mientras nos levantábamos.
-¡Entrégame todo lo que tenga valor! ¡Mi racha de mala suerte acabará hoy con vosotros, este será el primer paso hacia el tesoro que la gran Zievypharrynth se merece! -Escupió una bola de fuego que nos hizo separarnos.
-¿Y qué se hace contra dragones que intentan matarte? - Cogí una rama del borde del camino mientras al otro lado Shaena disparaba a Ziev unas esquirlas de hielo.
Ambas me miraron a mí, a mi pose defensiva y a mi arma improvisada y empezaron a reírse.
-¿De verdad crees que un triste palo puede competir contra mí? ¡Tesoro, no me hagas reír! - dijo resoplando humo negro por la nariz.
Shaena atacó nuevamente con esquirlas de hielo y Ziev en respuesta gruñó y cargó contra ella. Su garra rozó su carne y su pierna derecha empezó a sangrar por debajo del vestido rasgado.
-¡Eh, dragona! - grité para llamar su atención mientras me acercaba y le aticé en la cara con el palo, no le dolió lo suficiente pero la distrajo como para que cambiase su objetivo.
Volví volando al otro lado del camino de un revés y un crujido en mi espalda contra un árbol me hizo sospechar que tal vez no tuviera armadura de protagonista. Shaena aprovechó el momento para encaramarse en su cuello y congelar a Ziev a bocajarro.
-¡Basta! - rugió antes de rodar sobre si misma y quitarse a la elfa de su nuca.
Echó a volar y creó un círculo de fuego en el camino, donde aterrizó. Separándolas de mí, no podía hacer nada más que mirar a través de las llamas.
-No quiero hacerte daño, de verdad -empezaron a dar vueltas en el círculo lentamente- pondrían un precio a mi cabeza demasiado alto y no quiero irme de estas tierras, así que sé una niña buena y dame tu dinero.
Esquirlas de hielo volvieron a sacudir a Ziev en el rostro como respuesta.
-¡Sarae act tenaemi! -Vi la disposición de Ziev a reducir a cenizas a Shaena antes de que acabase su conjuro y decidí saltar a devolverle el favor interponiéndome entre ella y el proyectil que se aproximaba
* * *